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Tatiana Espinosa, ingeniera forestal: “En la Amazonía estamos matando los árboles madre”
Estudia a los shihuahuacos, majestuosos y longevos árboles de la Amazonía. Protege 916 hectáreas en Madre de Dios. Perú21 entrevistó a la ingeniera forestal Tatiana Espinosa.
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El bosque que protege Tatiana es del tamaño del distrito limeño de Miraflores. Son 916 hectáreas en Madre de Dios.
Para llegar a la concesión forestal se toma un avión a Puerto Maldonado. Se viaja en auto tres horas. En el puerto, hay que subir al bote que nos lleva por unas dos horas. Así se llega a la cuenca del río Las Piedras, en Tambopata.
Tatiana es la protectora de este bosque amazónico y es fundadora de Arbio Perú, una propuesta de conservación en la Amazonía peruana.
De niña trepaba árboles. Jugaba con la tierra, la olía. Llevaba las uñas negras por la tierra. En su patio de juegos había palos y plantas. Era la única que prestaba atención a las clases de ciencias. Siempre curiosa. Desde los 10 años quería ser bióloga, aunque finalmente es ingeniera forestal. Nunca le gustó Lima.
Está en Washington DC, invitada por el Departamento de Estado de EE.UU. para un programa de liderazgo de mujeres en Latinoamérica como motores del cambio económico y social. Es la única peruana.
Contesta esta videollamada. Tiene la voz de la poca paciencia, trae la mirada de la desconfianza y cuando no se da cuenta, entrega la sonrisa serena del deber cumplido.
Me dices que te sorprende haber sido invitada a un programa económico y social. Sin embargo, lo ambiental tiene una connotación económica y social.
Totalmente. Están bien los derechos humanos, pero qué hacemos con estos derechos si no existen los derechos de la naturaleza, a la madre tierra la estamos destruyendo. Y está relacionado con la violencia hacia la mujer y toda la violación a la madre tierra. En la Amazonía estamos matando los árboles madre. ¿Cuántas acciones directas de conservación de ecosistemas están realizando? Y en EE.UU. todo es descartable, usar y tirar, todo es plástico.
Si en Estados Unidos es así, ya ni hablar del Perú.
En Perú todavía vas a un restaurante y te sirven tu café en una taza. Acá todo es comida rápida, todo es usar y botar.
Me dices que eres impaciente. Siendo así, debe ser complicado dedicarte al tema ambiental.
Uff, cuántas veces he querido tirar la toalla. Pero siempre sucede algo que hace que continúes en la lucha.
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¿Cómo llegas a la Amazonía?
Empecé a trabajar en Lima porque era la chamba que conseguí. Planté árboles por donde podía, en San Miguel. Trabajé para el sector público. Antes de entrar al Municipio de San Miguel planté 10 mil árboles, cerca al río Rímac. Hasta que me salió una chamba en Madre de Dios, en 2003. Ahí hice mi tesis, para lo cual realmente me interné en el bosque durante largas temporadas, ahí sentí la conexión, el llamado.
¿Qué pasa cuando se da esa conexión?
Me decepcioné del sector público y del sector privado. Sentía que en ningún lugar podía apoyar el tema del medioambiente, de bosques.
La solución era tener tu bosque.
Me dediqué a la tesis. Entraba a los castañales a estudiar la fauna. Las experiencias que viví me hicieron dar cuenta de que me gustaba estar en el bosque y trabajar para el bosque, pero no desde una oficina. En 2001, 2002 se inicia el proceso en que el Estado comienza a otorgar concesiones forestales. En 2004 empezaron a entregarse concesiones para reforestación, pero vimos el mapa de toda la cuenca del río Las Piedras y nos preguntamos si toda esa área realmente estaba deforestada. Nos dijeron que no, que era raro. Habían sacado cedro y caoba de esa zona, pero que saquen dos especies no significa que esté deforestado. Ese era el pretexto para entregarlos. Los bosques tienen hasta más de 300 especies en una sola hectárea. Entonces, legalmente se podía sacar toda la madera con el pretexto de reforestar estas zonas. Me espanté. Entonces, un colega me dijo que podíamos solicitarlo nosotros. En 2004 lo solicité y en 2006 salió la concesión. Yo legalmente podía cortar toda la madera, pero no lo hice. Era para evitar que en ese lugar se corten los árboles. Pero ahora, desde 2019, mi concesión ya es para conservación. Si hubiera querido, hasta 2019 habría podido cortar todos los shihuahuacos y tendría bastante plata (ríe).
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Y como los shihuahuacos, ¿qué otras especies se han salvado?
También la quinilla, la manchinga, la anacaspi. Hay cedro, pero caoba no he encontrado ni una; hay capironas. Eso a nivel de árboles. También hay jaguares, la arpía, tigrillo, tapires, sachavacas, el oso hormiguero, huanganas, sajinos. Todas en estado de vulnerabilidad.
¿La nueva ley forestal en qué dirección apunta?
Lo que se ha hecho es tomar de pretexto la informalidad de los pequeños para decir que necesitan formalizarse y que la ley los va a favorecer. Pero es una justificación para pasar por alto todo lo demás y poder legalizar la destrucción, la deforestación que ya se ha realizado; sí, hay algunos pequeños, pero sobre todo los gigantes. Además, existen invasiones dentro de comunidades, casos pendientes en Fiscalía y todo eso quedaría en nada. Y se pondría en riesgo la legalización de muchas actividades ilícitas, campos donde se haya cultivado coca, minería ilegal. Es una locura, lo han hecho a la mala. Se podría legalizar actividades totalmente ilícitas. Tienen que derogar esa ley y tiene que haber un encuentro entre todos los implicados. Tiene que haber diálogo y consenso.
¿Estuvo bien que hayas entrado a Madre de Dios?
Llevo 14 años en esto. Es mi responsabilidad. Y siempre hay un camino que se abre.
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AUTOFICHA:
-“Soy Elba Tatiana Espinosa Quiñones. Tengo 46 años. Nací en Lima. Ingresé a Biología y luego pasé a forestal. Mi mamá falleció cuando yo tenía 18 años. Mi papá está vivo, tiene 86 años, ha sido bancario y hasta ahora sigue siendo catedrático de la San Marcos”.
-“Mi papá no entendió bien lo que hacía y ahora que ve artículos o entrevistas como esta, seguramente ya está orgulloso. También soy parte de una red internacional de restauración con forestería análoga, que es una metodología de restauración de bosques”.
-“Doy charlas en colegios, universidades. La idea es empezar a investigar la copa de los árboles, sobre todo en los shihuahuacos, que es un árbol de más de 50 metros de altura. Calculo que en la zona tenemos unos 600 shihuahuacos, de los cuales estamos monitoreando 180 más o menos”.
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