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Sissy Soria: "En la marinera la mujer es más libre y manda”

“La marinera es un baile muy sensual, donde el hombre y la mujer se enamoran, pero no se tocan. tiene eso de que ‘ya, ya va a pasar algo, pero al final no’. El público tiene que creer que nos estamos enamorando bailando”, nos explica la campeona de marinera norteña.

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Fecha Actualización
Hace 30 años desfiló en la inauguración de los Juegos Olímpicos de Seúl. Lo hizo como parte de la delegación artística, al lado del seleccionado de vóley que lograría la recordada medalla de plata. Sissy Soria Murata tenía 11 años y ese momento fue una revelación: el baile tenía que ser lo suyo. Y hoy es la diva de la marinera norteña, campeona y pareja de baile de Mauricio Fernandini, con quien presentan la primera edición del festival 'El Imperio de los Pañuelos', este sábado y domingo en el Coliseo Eduardo Dibós (San Borja). “De 5 de la mañana a 1 de la tarde, soy jefa de reclamos de una aerolínea en el aeropuerto; el resto del tiempo, artista”, nos dice Sissy con su voz intensa y contagiosa sonrisa.
¿Cómo te enamoraste de la marinera?
Soy una apasionada de la danza. Desde chiquita solo quería bailar. Y eso que mis papás no bailan. Empecé con ballet a los 4 años, hice danzas españolas y luego me enamoré del folclor peruano.
¿Qué te atrapó?
Conocer el Perú a través del folclor. Bailaba huaylarsh y estudiaba de dónde era, cómo vivían y por qué se hacían esos pasos. Y así conocí la marinera norteña, que fue como conocer al hombre de tu vida. Me enamoré y me dediqué exclusivamente a ese baile.
¿Qué tiene de especial la marinera norteña?
Es un baile muy sensual, donde el hombre y la mujer se enamoran, pero no se tocan. La marinera tiene eso de que ‘ya, ya va a pasar algo, pero al final no’. Y el público se va con la interrogante de si estarán enamorados. Todo está en los ojos, tu cuerpo habla. Te enamoras a través del cuerpo, del pañuelo, pero no puedes ni hablar ni tocar. De todas las marineras, la norteña es la más de pueblo. También me encanta porque la mujer es más libre. Y otro detalle es que es uno de los pocos bailes de pareja donde la mujer manda. La habilidad del hombre está en saber esperar.
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La mujer te lleva.
Y el hombre la sigue, la acompaña, la luce. La mujer manda en la marinera.
¿Te enamoras bailando?
Bailar es la vida misma. Te puedes enamorar u odiar. Sentir celos de tu pareja. Para un campeonato, se pasan ocho horas diarias con la pareja. Ahora, también se actúa y hay que asumir un personaje. El público tiene que creer que nos estamos enamorando bailando.
¿Te has enamorado bailando?
¿Puedes creer que no? Sin embargo, a mis parejas de baile les tengo un cariño tan grande que quizá es más que un enamoramiento, porque es para siempre. Aunque un bailarín tiene más posibilidades de enamorar que uno que no baila (risas). Bailar permite que tengas una personalidad más segura.
¿Cómo ha sumado en tu vida el baile?
Mucho. El baile controla mis emociones, porque soy intensa, explosiva. El baile me autocontrola.
Eres de origen nikkei.
Sí, mi mamá es japonesa. Ella vino de muy chiquita a Perú. De parte de mi papá, son peruanazos todos, morenos.
¿En medio de un universo nikkei –imagino con una formación bien orientada a esa raíz–, cómo nace la diva de la marinera?
Mi mamá decía: “Yo no sé a quién salió”. Ella escucha música nikkei, mi papá música clásica. Pero a mí me encanta la salsa, la guaracha, la cumbia, la música criolla. Mis hermanos tampoco tienen que ver con el arte. Eso sí, cuando mi mamá aceptó mi vocación, me advirtió: “Si vas a ser artista, tienes que ser la mejor. No creas que el arte no se estudia. No será pretexto para la bohemia”.
¿El origen nikkei cómo ha aportado en tu trabajo?
Con la disciplina, la tenacidad y el oído musical.
¿Y qué te ha dado la marinera norteña?
Conocer personas maravillosas como Mauricio Fernandini. Haber viajado por todo el mundo. Creó una identidad en mí. En los años que tengo, he visto cómo la identidad peruana se ha ido fortaleciendo. Hoy nos sentimos más orgullosos de ser peruanos. La marinera se baila en todas partes.
¿Qué le falta a la marinera para que sea tan internacional como el tango?
Haciendo festivales como 'El Imperio de los Pañuelos'. Devolviéndole al folclor, a la marinera lo que nos han dado.
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¿Es cierta la historia de que nadie quería bailar con Mauricio Fernandini y fuiste tú la única que se arriesgó?
(Risas). Mauricio bailaba de chiquito, de ahí lo dejó. Un día me dijo que quería volver a bailar. Le respondí que perfecto, porque bailar es como volver a montar bicicleta. Y ya cuando pasé a su categoría, le propuse que bailara conmigo.
¿Por qué querías bailar con él?
Al toque le puse el ojo. Yo veo a una persona parada y sé si va a bailar o no. ¡El cuerpo habla!, te lo juro. Los ojos expresan. Yo sabía que él, ensayando un año, se ponía a punto. Y para mí es muy importante la química en todo. Tiene talento y la disciplina que yo no poseo. Y hoy todas quieren bailar con él. El primer año empatamos y al segundo ganamos.
Y hoy, diez años después de bailar con él, ¿lo volverías a elegir?
¡Sí! Le doy gracias a la vida y a Dios haberme encontrado con él, porque no solo somos una pareja de baile, somos más que hermanos, somos como almas gemelas que nos hemos juntado para celebrar la vida. Y siempre vamos por el mundo divirtiéndonos y haciendo el bien.
'El Imperio de los Pañuelos' es como un hijo.
Exacto. Nació en Año Nuevo, que siempre lo pasamos juntos. Y es eso, gozar la vida, sentirnos más orgullosos de ser peruanos y hacer algo por nuestra danza. Será una fiesta de la peruanidad, donde también habrá huaylarsh, caporales, concursos de marinera, gastronomía, artesanía, banda de músicos. Nuestro folclor es muy rico por su variedad en vestuario, música y coreografía.
Autoficha: 
-“Nací en Lima. Tengo 42 años. Estudié en el colegio Holy Trinity toda mi vida. Pero me iba mal. Pasaba los cursos porque bailaba. Cuando salí del colegio, estudié Turismo, pero no dejé de bailar. He viajado por todo el mundo. También enseño en una escuela de danza y tengo un elenco que hace shows”.
- “He practicado miles de bailes. En el Perú, de todas las regiones. También he bailado salsa, me especialicé en tango, que lo estudié en Argentina un año. Soy coreógrafa de Julie Freundt, con quien trabajo desde hace 25 años. Con ella también damos conciertos didácticos”.
“Cuando no bailo, trabajo en el aeropuerto, para una línea aérea, de 5 de la mañana a 1:30 de la tarde. Soy jefa de reclamos. Pero ahora, luego del festival, me voy a Washington a dar clases. Me he especializado en hacer coaching a las chicas y parejas. El baile es como una terapia también, te empodera”.