Rodrigo Murillo presenta ‘No Juzgarás’, ficción inspirada en las repercusiones del caso Lava Jato.

¿Se siente tributario de las técnicas de las novelas de espías?

Las novelas de espías tienen una técnica muy buena. En mi novela ‘No juzgarás’ hay una trama, no de espionaje, pero en la que el lector no sabe bien quién dice la verdad o quién miente. Ese condimento muy presente en las novelas de espías lo encuentro súper atractivo, muy potente para concitar en todo momento el interés del lector. Me es muy difícil concluir una obra, a no ser que haya mucho nivel de técnica o de estética por aprender. Tiene que generar esa necesidad de volver a ella.

¿Siente que el derecho le ha dado herramientas para escribir thrillers políticos? Hay ejemplos célebres como John Grisham.

No utilizo en mis novelas conocimientos técnicos de derecho. Son muy diferentes de obras como, por ejemplo, Grisham. Pero sí es verdad que incorporo un poco esa visión ejecutiva del derecho, que no es tan contemplativa como la de la literatura per se. En el derecho uno tiene una formación un poco más ejecutiva, pragmática y orientada a conseguir un resultado.

¿Qué influencias de la novela negra han definido su estilo?

En el marco de la novela negra a mí me influencia mucho la primera obra de Joël Dicker, me parece que es ‘La verdad sobre el caso de Harry Quebert’. No conozco la traducción al castellano precisa porque la leí en francés la primera vez. Es una novela que tiene muchísimo dinamismo y que sale un poco de la trama clásica de la novela negra, que es que hay un crimen y tenemos que saber qué pasó. Es verdad también que hoy no podemos hablar de novela negra sin mencionar las obras de Stieg Larsson. Y uno tiene que leer ‘¿Quién mató a Palomino Molero?’, básicamente porque se trata de Vargas Llosa y porque la técnica y las descripciones de los seriales en estas bases militares del norte del Perú son geniales. Otra novela que hay que leer es la de Juan Gómez Jurado: ‘Reina Roja’, que ha batido récords en España, vendiendo más de 13 millones de copias. Pero diría que fue fundamentalmente Joël Dicker quien influenció un poco la trama de la desaparición, el contenido de novela negra que tiene ‘No juzgarás’. Una mujer ha desaparecido y también hay un cadáver. Pero en todo momento el narrador tiene en su control la verdad y solamente al final de la obra se revela si acaso estamos ante una verdadera novela negra.

‘No juzgarás’, su última novela, habla de la historia reciente del Perú.

Cuando empezaron a llegar las primeras revelaciones del caso Odebrecht, nadie sabía quién era el informante de los fiscales en tal o cual grupo parlamentario. En ese contexto, cuando un grupo parlamentario no sabe que entre ellos hay alguien que está informando y conspirando, ahí tenemos un condimento literario potente e importante que bebe más de las novelas de espionaje o del thriller político.

¿Cómo se ve el mercado literario, tanto el peruano como el hispano, desde el exterior?

Creo que cuando se dice que la gente no lee en parte es porque la calidad de los libros ha decrecido. Pero hay un mercado de lectores. Vistos los números de ventas de la Feria del Libro de Lima, diría que está en aumento. La única diferencia es que el lector ha cambiado. Ya no tiene tiempo para dedicarle meses a una obra que no lo captura desde el principio. Hay gente que considera que los superventas españoles, como por ejemplo María Dueñas, Gómez Jurado y tantos otros, hacen mala literatura en comparación a un Vargas Llosa o García Márquez. Es una literatura diferente. No sé si hoy día, por ejemplo, novelas de tanta profundidad como ‘Conversación en la Catedral’ o ‘Cien años de soledad’ interesarían a alguna editorial. Porque de entrada nos preguntamos, ¿es que los lectores tienen el tiempo para leer obras de esta envergadura? ¿Las pueden entender? Existe el mercado, existen los lectores. Es un mundo muy dinámico.

El boom latinoamericano es irrepetible.

El tema es que los latinoamericanos se han formado releyendo al Boom. Nos hemos quedado con ese idioma, que no sé si hoy le hable directamente al lector. Viví en Bogotá, Londres, París y Madrid. Y en todos estos lugares he encontrado que la gente lee mucho. En todos los metros hay libros. Hay lindas librerías que venden muchísimos. Mi visión desde fuera es positiva. La literatura hoy es una carrera muy posible. Y lo que no te devuelve quizás en ventas, lo devuelve con una cátedra universitaria, conferencias.

¿Cómo ve la política peruana actual?

Han surgido populismos desde la izquierda y la derecha. Y comparten un norte común: desplazar la legitimidad de la que antes gozaban las instituciones a las calles. El Perú forma parte de este fenómeno mundial. Lo acabamos de ver en Francia. Los líderes y partidos políticos tradicionales han perdido legitimidad. Quienes pueden restaurarlo suelen ser políticos por fuera del sistema. El Perú tiene otra variable: ha sido el único país de América Latina que ha llevado las consecuencias del caso Odebrecht hasta el final. Ha encarcelado presidentes, ha dictado prisiones preventivas y hasta ha provocado un suicidio. Desde el extranjero eso despertó una gran admiración por el Perú. Pero eso ha generado una consecuencia imprevista. Hay una exagerada politización de la sociedad peruana. El debate político se ha polarizado como nunca y se ha llevado al extremo. Y en un país con poco Estado de derecho y poca institucionalidad, el cambio no va a venir desde la política. Por eso pueden cambiar a los actores pero siempre vamos a estar igual o peor.

AUTOFICHA

• “Me llamo Rodrigo Murillo Bianchi y nací en 1986. Soy abogado, escritor e historiador. Publiqué ‘Los héroes sentimentales’ (2018), novela que ganó el premio José Ángel Mañas. Acabo de publicar ‘No juzgarás’ (2023), mi segunda novela. Soy arequipeño”.

• “En Argentina encontraron a un funcionario kirchnerista escondiendo US$ 9 millones en un convento. ‘No juzgarás’ parte de esa historia y se ubica entre la novela negra y el thriller político. Está dividida en cuatro partes: la misma historia contada desde diferentes perspectivas”.

• “La primera parte es la parte de los jóvenes, la segunda parte es la parte de los hombres, la tercera la parte de los ancianos. En la parte del final todas estas historias se entremezclan para dar una imagen realista de lo que ha sido el Perú de los últimos años, de la judicialización de la política”.