Iba a ser médico, cirujano. Le interesaba el funcionamiento del organismo humano. Pero es periodista-narrador y le interesa investigar sobre el Perú reciente. Así produjo hace 15 años '. Los cementerios secretos del Ejército Peruano' (Planeta), obra de casi 500 páginas que ha sido reeditada y que también será adaptada al teatro. Libro que narra acontecimientos que involucraron a militares y terroristas entre 1982 y 1993.

Ejerce el periodismo desde el año 74. Cuatro años antes ingresaba a las aulas de San Fernando, pero en las noches, siguiendo a los amigos, cursaba Periodismo en Bausate, donde sus maestros eran todos los jefes de redacción y directores de los medios. También intentó con Derecho y Economía, pero se dejó llevar por el periodismo. Asegura que “tenía facilidad de escribir y que era medio izquierdista”. A los 21 años, entró al diario Expreso, que estaba expropiado. Así comenzó quien hoy es director ejecutivo del Instituto Prensa y Sociedad, IPYS.

Pero ser aviador fue su primera pretensión. En Chiclayo, donde vivió, miraba los aviones e imaginaba que los conducía. ¿Qué tal manejaste el avión de tu vida?, le pregunto. “Siento que he perdido el tiempo, que he podido escribir mucho más. Y ahora voy a tratar de compensar un poco”, promete.

-¿Cuando el agente Jesús Sosa llegaba a Ayacucho, qué estaba haciendo el periodista Ricardo Uceda?
Era el año 83. Yo era jefe de redacción del diario Marka. En Navidad del 82, luego de una serie de matanzas en Huamanga, el gobierno de Belaunde dispuso que entre el Ejército a combatir a Sendero. Para los diarios de circulación nacional era un fenómeno nuevo. Fui a hacer las primeras coberturas y estuve 20 días en Ayacucho.

-¿Qué panorama hallaste?
Todos los días había bombas, asesinatos. Luego me reemplazan Gerardo Torres y después Eduardo de la Piniella, quien decide ir a Uchuraccay y lo matan.

-¿Siendo parte del diario Marka, de clara inclinación izquierdista, la lectura que tenían de la realidad era otra?
Todos los que estábamos fuera de Sendero, incluida la izquierda marxista, desconocíamos lo que pasaba en Sendero. Tanto así que la información nuestra fue que los militares habían matado a los periodistas, cuando en realidad fueron los comuneros.

-¿En ese momento se podía prever lo que iba a significar Sendero para el país?
No. Sendero tenía una enorme expansión en Ayacucho, pero todavía no había llegado a la selva y ni a Lima. En el 82 y 83 desarrolló una violencia extrema contra los campesinos, los habían desollado, despellejado y nosotros todavía no veíamos esto con toda su claridad.

-Tuviste una visión de izquierda. ¿No llegaste a militar en algún grupo político?
Estuve unos meses en el Partido Comunista, pero no he tenido la vocación de transformar la sociedad a través de la política. Tengo más una actitud de observar. Ni siquiera cuando era periodista de izquierda quería transformar la sociedad a través del periodismo. De la izquierda rescato muchas cosas, pero se han quedado sin fórmula. La fórmula es quitarle la riqueza a uno, para dársela a otro.

-¿Por qué nace Muerte en el Pentagonito?
Había unos enigmas sin resolver, como quién dio el primer mapa de La Cantuta y qué problemas tuvieron los miembros del grupo Colina entre sí para que uno de ellos hubiera sido el vehículo para que nos entregue un segundo mapa. Dejé la revista Sí y eso permanecía en el misterio. Cuando conversé con la gente del grupo Colina, descubrí que venían actuando desde el 83 como agentes de inteligencia y que era posible hacer una historia de algunos de ellos y transitando por episodios increíbles de la escena nacional. Hacia el 98 pensé que era viable un libro, pero no uno sobre el grupo Colina, sino sobre la vida de unos agentes de inteligencia y que eso nos sirva como corredor para contar los acontecimientos.

'Muerte en el Pentagonito. Los cementerios secretos del Ejército Peruano' (Planeta), obra de casi 500 páginas que ha sido reeditada y que también será adaptada al teatro.
'Muerte en el Pentagonito. Los cementerios secretos del Ejército Peruano' (Planeta), obra de casi 500 páginas que ha sido reeditada y que también será adaptada al teatro.

-Conocer la historia de Sosa es entender a través de su vida la historia de ese momento en el país.
Tenemos una idea caricaturizada del grupo Colina. Y lo entiendo. Está en un nivel de extrema reprobación, pero felizmente pude retratarlos desde una perspectiva que nunca antes había sido vista. A Sosa lo sublevaba que toda la responsabilidad cayera sobre ellos y no sobre los generales. Tenía un enorme resentimiento frente a su comando.

-Han pasado 15 años de haber publicado el libro. ¿Haces un balance?
Se ha avanzado algo, pero todavía se mira con prejuicio este problema: como las Fuerzas Armadas nos salvaron del terrorismo, no puedes tocarlas ni con el pétalo de una rosa. Bajo esa perspectiva, no podemos admirar a los comandos Chavín de Huántar y al mismo tiempo decir: “Oye, acá se cepillaron a uno extrajudicialmente”. La versión más boba es que se le hace juego al senderismo. Y lo otro es una conducta antimilitar: jugarse a muerte con la versión de las víctimas, a veces cuando no hay pruebas.

-¿Hoy la corrupción es una nueva forma de violencia?
No. En el Perú los líderes no tienen un entendimiento del rol que deben cumplir. Después de Fujimori, el abanderado de la lucha anticorrupción, Toledo, ya estaba pensando en robar desde el comienzo. La corrupción tiene muchas patas y por eso el rol del periodismo es importante, pese a que trabaja en una maraña de intereses empresariales y políticos. El periodismo es un recurso que tiene la sociedad y que siempre funciona. Es muy importante en la lucha contra la corrupción.

-Elegiste este camino hace 45 años. ¿Estuvo bien?
He podido aprovechar mejor mi vida. Estuve mucho tiempo a la izquierda, debí dedicarme a escribir crónicas o libros, he debido vivir en el exterior un buen tiempo, pero es una reflexión inútil y frívola. No me arrepiento del camino escogido, quizá era lo único que podía hacer. El periodismo es una ubicación privilegiada para conocer la sociedad, para contar las cosas del país.

AUTOFICHA

-“Soy Ricardo Manuel Uceda Pérez. Nací en Chiclayo. Tengo 65 años de edad. Vine a Lima con toda mi familia en el año 70. Probablemente, he trabajado en unos 15 medios, pero tengo una alta tasa de despidos, creo que son diez. Del diario Marka me despidieron. Ese fue mi último despido”.

-“Este año podría ser que saque un nuevo libro, producto de una investigación periodística. El periodismo es una forma de literatura solo en la medida que la literatura te permite describir mejor la realidad. Se emplean técnicas literarias para narrar mejor la realidad”.

-“Muerte en el Pentagonito va al teatro. Espero que les vaya bien. No he visto nada de la adaptación. Les he permitido que hagan lo que quieran. Solo le dije al director Alejandro Guzmán: ‘No me gusta mucho el teatro peruano porque dramatiza mucho y en este libro hay mucha sangre y muerte, cuídate de eso’”.