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¿Qué perdemos cuando dejamos de bailar? [CRÓNICA]
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Todo estaba listo para seis horas de salsa. Para entregarse a esa pequeña celebración del cuerpo que es el baile. Los hermanos Omar, Milagros, Jessica e Yvon Córdova, fundadores de la Descarga en el Barrio, tenían preparados los éxitos de la Fania All Stars, Blades y Lavoe. El evento era el 28 de marzo y pensaban celebrar sus 23 años reuniendo, como es habitual, a cerca de 1,200 fanáticos del género en una nueva fiesta. Sin embargo, se reportó el primer cuadro de COVID-19 en el Perú. De ahí, la cuarentena y el obligado distanciamiento social. El evento quedó cancelado.
Con el crecimiento de casos del nuevo coronavirus, todo parecía indicar que la pandemia había acabado con la rumba, lo que invita a formularse una pregunta: ¿qué perdemos al dejar de bailar de forma social?
“Hemos perdido el contacto cercano, ese pacto, esa energía, esa sensación”, dice Vania Masías, referente de la danza en el Perú y líder de proyectos sociales que integran el baile. Y es que bailar libera oxitocina, añade, que es algo que necesitamos para vivir y que parte del contacto y el abrazo.
Sobre los beneficios del baile, el Dr. Carlos Alva, director del Centro de Psicoterapia Humanista del Perú, indica que se dan a tres niveles: físico, social y emocional. Respecto a lo primero, es una actividad agradable, una forma creativa de ejercicio.
En cuanto a lo social, nos permite relacionarnos, aparte de gente de nuestro entorno, con desconocidos. ¿Qué se pierde? La espontaneidad de acercarse y mostrarse a través de la manifestación corporal, ya que el baile invita a la desinhibición, y muchas veces genera una conexión que no se crea con las palabras.
Desde el punto de vista emocional, invita a la libre expresión, el relajo, la distracción, necesarios en la situación actual.
Debido a esto es que la danza es incorporada a los tratamientos. La terapia Gestalt, que se practica en el centro que dirige Alva, busca que la persona esté más atenta a lo que piensa, siente y actúa, y se permita ser quien es. Como esto no es nada sencillo, se incluyen distintas experiencias vivenciales. La danza es una de ellas.
En ese sentido, al realizar dinámicas de grupo, se reproduce música para bailar de forma libre y luego reflexionar sobre cómo fue la expresión corporal.
La idea es que esa expresión puede ser un reflejo: aquello que se repite en el baile es lo que pueden estar experimentando en la vida o, de otro modo, que lo desplegado en la dinámica es una muestra de lo que no se permiten en su cotidianidad. El baile se convierte en una metáfora de lo que les sucede afuera o de lo que necesitan integrar, apunta el especialista.
Estas terapias en grupo que sirven para autoconocerse están suspendidas por la crisis.
“Dejar de bailar es como una mutilación del cuerpo que no puede moverse, y una desmotivación del espíritu”, dice Luz Gutiérrez, bailarina y profesora de la Escuela Nacional de Folklore. “El cuerpo comienza a encerrarse en sí mismo”, añade.
¿Qué hay del baile de nuestras culturas tradicionales?, preguntamos a la también exdirectora del Conjunto Nacional de Folklore. “Lo que pierden es toda una conexión con el entorno natural y la creación y reinvención de sus contextos culturales. Interacción, socialización y ritualización convierten a una cultura en un entorno activo y rico . Eso está detenido”, replica.
Se suma a las dinámicas colectivas de nuestras culturas, dice Gutiérrez, su cosmovisión del mundo. “Es importante que estos bailes se hagan presencialmente. Necesitamos conectarnos con el agua, los ríos, el viento para generar movimiento, que es lo que las culturas buscan. Es un silencio muy grande el que ahora se vive”, anota.
Consultado sobre este contexto que suprime el baile, Martín León Geyer, especialista en antropología de la vida cotidiana, resalta los casos de aquellas personas que bailan desde sus balcones o ventanas, de los cuales existen múltiples videos en YouTube, o que, en Piura, un grupo de policías –con mascarilla y separados por más de un metro de distancia– ensayara algunos pasos en la calle para animar a la población en cuarentena a mediados de abril.
El ser humano es creativo para adaptarse, incluso en este cataclismo, añade el catedrático de la PUCP, quien considera que la experiencia de compartir del baile se ha trasladado a redes sociales como Tik Tok. Así se canaliza la necesidad de movimiento y socialización.
Y es que también existen ventanas virtuales. Masías, fundadora de D1, movimiento cultural que promueve un modelo educativo centrado en la persona usando las artes como herramienta de transformación individual y social, comenta que en sus proyectos en Pachacútec y Mi Perú utilizan el Zoom. En esas ventanas dice haber sentido la energía del colectivo tan fuerte como en el salón.
Desde Chincha, donde vive actualmente, sigue trabajando con jóvenes. “Con D1 Chincha, estamos atrayendo a muchos adolescentes para que sean parte del movimiento a través del Facebook. Y tenemos clases de contención en las que ellos pueden experimentar un sentido de pertenencia. Pueden ser ellos y compartir con otros que viven cosas similares”, precisa.
“Hemos demostrado cómo, a través de la distancia, generamos un impacto social. Es una oportunidad para volver a gestar la comunidad que tanto necesitamos en el país”, agrega.
Y en modalidad virtual regresó la Descarga. Fue el 27 de junio en un evento dedicado a Héctor Lavoe. Casi 1,000 entradas vendidas para una transmisión en vivo por la plataforma de Teleticket. La novedad: el chat en vivo para pedir canciones. Con una buena recepción, alistan un evento el 27 de julio para recibir las Fiestas Patrias con himnos infaltables de la salsa.
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