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Patricia del Río: “El cáncer no me paralizó”

Acaba de publicar el libro de literatura infantil Desde la Luna y casi al mismo tiempo reveló que se recupera del cáncer. Perú21 entrevistó a Patricia del Río.

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Esta historia comenzó un día de Luna llena. A su lado estaban la hija de una amiga y su hijo. Tendidos en el jardín de su casa, observaban la oscuridad de la noche. De pronto, el cielo adquirió cierto brillo, era la Luna que los miraba y Patricia empezó a imaginar un cuento: “Miren, en la Luna hay una niña que quiere bajar, ¿cómo lo haría?”.
Aquella narración oral emprendió un viaje propio y Patricia del Río la plasmó en Desde la Luna (Mónimo, 2024), libro de literatura infantil que acaba de publicar, ilustrado por Andrea Balbuena. Lo presentará este 6 de julio, a las 11 a.m., en Librería Sur, de la Av. Pardo y Aliaga 683, en San Isidro.
Una pequeña de no más de seis años le preguntó si la niña de Desde la Luna era amiga de El Principito, por el libro de Antoine de Saint-Exupéry. “Claro, y lo espera para jugar”, respondió. El rostro de la pequeña era de inocente felicidad, tal vez el mismo que tenía Patricia a los 5 o 6 años cuando su madre, una genuina narradora de cuentos, le leía El Principito antes de apagar la luz para descansar.
Un día revelas que tienes cáncer. A los pocos días, te sometes a una radioterapia. En menos de una semana presentas tu nuevo libro y ahora nos das esta entrevista. A veces la enfermedad no nos permite reaccionar con prontitud, pero al parecer no es tu caso.
Tuve el diagnóstico en febrero y llevé mi tratamiento en silencio, no porque considere que uno debe tener pudor por la enfermedad, me parece que estamos equivocados al respecto, creo que más bien mucha gente puede aprender de la experiencia de otro. Simplemente, se dio así, me retiré un poco de las redes porque estaba cansada, el tratamiento es pesado. Y todo ocurrió junto: llegaba al final de mis radioterapias y a la semana siguiente se iba a presentar el libro, había gente que sabía que yo estaba en este proceso y me podían preguntar o alguien iba a decirlo…; entonces, era mejor decirlo una con sus propias palabras. Es curiosa la forma tan pudorosa que tenemos para hablar de nuestras propias debilidades.
Cuesta pronunciar la palabra enfermedad.
El diagnóstico de cáncer en lugar de paralizarme, me dio ganas de concluir proyectos que tenía pendientes. Los momentos críticos de nuestras vidas nos ayudan a coger perspectiva.
¿En tu entorno no te decían “descansa”?
(Ríe). A mi familia siempre le preocupa el hecho de que no paro, no tengo una naturaleza muy pasiva.
En tu voz se nota.
(Risas). Pero sí descansé de ciertas cosas que tenía que descansar, como la realidad nacional.
¿Hay que descansar de la realidad nacional?
Hay que irnos a la Luna un rato (ríe). Estamos viviendo épocas bien feas.
¿Cómo se descansa de la realidad nacional?
Quienes nacimos bien analógicos todavía sabemos que se puede desconectar. Y eso hice: leí, escribí, me informaba lo necesario.
Lo curioso de Desde la Luna es que se suele contar historias que narran aventuras donde dejamos la Tierra. A veces queremos huir del planeta por todo lo que vive. Pero en tu libro, más bien, la protagonista visita la Tierra.
Pero ella tiene una cuerda que le permite salir corriendo si la cosa se pone fea (risas)... Yo creo que todos tenemos una suerte de fascinación por la Luna y nos imaginamos que está vacía, pero prefería imaginarme que en la Luna ocurren cosas y que desde ahí también nos miran. Invertí la mirada. Es una niña que no tiene ningún temor en explorar su curiosidad.
¿En qué momentos aparece la niña Patricia?
He sido una niña de corte miedoso.
¿Fuiste miedosa?
Lo que pasa es que mi hermana era muy avezada. Cuando una es la segunda y la hermana mayor es capaz de saltar del árbol, una se vuelve miedosa pues… o juiciosa; donde mi hermana María Luisa no reconocía el peligro, yo decía “vamos a morir” (risas).
¿En qué momento adquiriste valentía?
Con la adultez. Y sí me sirvió tener una hermana que sea modelo de arrojo. Cuando escribí el cuento recordé que sí había hecho cosas osadas.
¿Cómo qué?
Cuando salí de RPP y necesitaba borrarme un poco del planeta subí a una de mis tres perras al auto y me fui manejando sola con ella hasta Cusco. Éramos ella, yo y mi camioneta. Quería estar sola. Bueno, el periodismo me enseñó también a ser valiente... O también decidí que quería hacer nado en el mar y, de pronto, entrené y en menos de un año nadé 23 km en el mar.
Y me dices que al mar le tenías miedo.
Ya no le tenía miedo y mi hermana no lo podía creer. Me tomó siete horas.
¿Cómo se llega a la sexta hora con 59 minutos?
Harta (risas). Con mucha sed. Era de Pescadores, en Chorillos, a La Punta. Todos eran jóvenes y yo era la única tía (ríe).
Desde esa posición se debe ver diferente la vida.
Recuerdo un sobrecogimiento especial cuando paré un minuto frente a El Frontón, qué energía transmite, una cosa como de muerte. Es impresionante estar horas mirando solo agua, porque no ves la orilla, son cosas que te ubican.
Quizás como estar en la Luna.
Totalmente. Aprendes a respetar que eres uno más en el planeta. Se requiere mucha humildad para enfrentar el mar así.
¿Hoy a qué le tienes miedo?
A la miseria humana, a la mezquindad, a la maldad.
¿Pero eso no daría, más bien, rabia?
Es que veo mucha gente —disculpa el término— muy poca cosa con mucha capacidad de dañar, y a eso le tengo terror. Me da miedo estar en manos de esas personas.
En varios casos nuestras autoridades.
Que, además, no han hecho nada relevante en su vida. Ha habido miles de políticos en el Perú con los que he discrepado, pero que reconocía como gente que ha trabajado desde su espacio para tener ese lugar de influencia.
La dupla ignorancia y maldad debe ser brutal.
Hay una ignorancia de conocimientos en general que me parece menos peligrosa que una suerte de ignorancia moral, una bajeza moral. Una persona puede no saber quién descubrió América, pero puede entender perfectamente cuál es la diferencia entre el bien y el mal y qué cosa es traicionar y qué cosa es robar, con esa persona me quedo. Yo creo que la gente que consume mucha cultura y que no se deja permear por esa cultura, es inútil. Además, hoy hay una vocación por anular al otro, que el otro no tiene que existir, solo los que pensamos igual. No eres tú y yo, eres tú o yo.
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Me dices que empezaste como profesora universitaria de redacción y que cerca a los 30 años entraste al periodismo. ¿Para qué entrar al difícil mundo del periodismo?
Mi hermana era periodista y vivía rodeada de periodistas. De casualidad mi hermana viajó y necesitaban que alguien la reemplace en la revista Somos. Yo dije que podía probar y Fernando Ampuero, que dirigía la revista, dijo “bueno, prueba”. Pero empecé de menos cero. Hoy los chicos deben empezar con el ABC.
Pero se desesperan por hacer notas “importantes”.
Todos somos estrellas desde que existe el YouTube. La viralidad no es garantía de calidad.
Cuando leía tu comunicado sobre el cáncer, me quedé con tres momentos. El primero es cuando dices que no es la primera vez que la muerte aparece de alguna forma.
Tuve también un diagnóstico de un cáncer muy temprano hace muchos años que superé más fácil que este y en alguna oportunidad tuve un diagnóstico de un virus rarísimo, que nadie sabía qué era, estuve quince días en la clínica. Y he estado en accidentes.
Otro momento es cuando dices que te lamentas de no haber pedido disculpas a quienes ofendiste.
A veces pasamos por etapas en las que no somos las mejores versiones de nosotros y me ha pasado alguna vez. En labores como las que desempeñamos, con la presión que tuve en algún momento, siento que me volví muy irritable o muy volátil, y yo soy una persona que tiende a explotar bajo mucha presión. Si me volviera a encontrar con alguien que en su momento fui injusta o exagerada, le diría “lamento haberte hecho pasar un mal rato”.
Y lo tercero es que dices que estás perdidamente enamorada del libro y la lectura, y que es como una reconexión.
Gracias a Dios nunca perdí mi vínculo con la literatura. De hecho en RPP tengo Letras en el Tiempo desde hace 15 años. Debo decir que es el único programa de literatura en un medio masivo y es una gran apuesta. Que va sábado y domingo a las 6 de la tarde. Cuando me dijeron qué quieres estudiar, yo solo sabía que me encantaba leer, entré a la Católica pensando estudiar Derecho, pensé estudiar Psicología y en eso miro y dije “hay una facultad donde me la voy a pasar cuatro años leyendo, esta es la mía” (risas). Me preguntaban si quería ser escritora; no, quería leer. Y lo disfruté al final del gobierno de Alan García con la inflación hasta el cogote.
Leías mientras el Perú ardía. Casi una escena literaria.
Y con tu vela porque había que terminar de leer todo Shakespeare para el examen del miércoles y estaba a la mitad (ríe).
Entonces, hoy estás casi como aquella joven universitaria disfrutando de sus lecturas, y vaya que hoy también estamos en crisis.
La literatura siempre fue para mí una maravillosa vía de escape.
De escape y que también te puede regresar a la realidad de una manera inteligente.
¿Quieres aprender de corrupción? Te puedo recomendar un montón de novelas que te enseñan qué es la corrupción y lo vas a entender desde adentro, pero con la suerte de que esos seres que están ahí no existen.

AUTOFICHA:
-“Soy Patricia María del Río Labarthe. Tengo 54 años. Nací en Lima. Acabé el colegio y estudié Lingüística y Literatura en la Católica. De ahí hice una maestría en Lingüística y acabo de terminar la maestría en Escritura Creativa. Mi ámbito natural ha sido siempre la lectura”.
-“Trabajé más de 10 años en la universidad como profesora. Llegué al periodismo casi a los 30 años. Fui profesora de Lenguaje en la UPC, Católica, muchísimas universidades. Ahora tengo algunos proyectos de libros infantiles dando vueltas”.
-“Tengo un par de proyectos de libros para adultos, uno es una novela y el otro es una colección de relatos, de cuentos, que están ahí cocinándose. Uno tengo que presentarlo este año, porque es mi proyecto de tesis. Actualmente, también hago trabajos de consultoría en comunicaciones”.

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