Miguel Barreda estrena en las salas de cine ‘Redención’. (Foto: Javier Zapata).
Miguel Barreda estrena en las salas de cine ‘Redención’. (Foto: Javier Zapata).

La noche de la caída del Muro de , Miguel estaba lavando platos y cocinando en un restaurante.

La noticia llegó con el vendedor de periódicos. No apareció a las 10 de la noche como solía ocurrir. Entró al restaurante a la medianoche con la edición de los diarios del día siguiente. Se había abierto la frontera que dividió a la ciudad por casi tres décadas.

El turno de trabajo de Miguel acababa a la medianoche. Ese día cerraron las puertas a las 2 de la mañana por la cantidad de comensales que venían del muro, a 15 minutos en auto.

Aquel noviembre del 89, aún no había ingresado a la escuela de cine, lo haría un año después. Pero ya había dejado los estudios de Literatura en la universidad, un año antes. En aquel intervalo aprendía técnicas de cine en un curso de una universidad pública de Berlín. Es Miguel Barreda, el arequipeño que nació en Lima, cineasta con cinco largometrajes. El último es Redención, que estrena mañana en las salas de cine a nivel nacional, donde es director, productor y guionista. Cinta que surgió en otro intervalo de su vida, cuando terminaba de hacer el filme La cantera y mientras gestaba la idea de adaptar la novela Nada que declarar de Teresa Ruiz Rosas.

A la mañana siguiente de la caída del muro, salió de su casa y las calles eran intransitables. Tal vez en ese momento recién fue consciente de que el mundo estaba cambiando; y sin saberlo, el suyo también.

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Para Redención explicas que una noticia fue el gatillo para crearla. ¿Cómo así?

Tengo una obsesión y es la impunidad. En La cantera también es un tema, en Encadenados hay algo. Cómo permanentemente salimos librados. “El guardia me paró en la esquina, pero le di su propina…”.

¿Y es un mal peruano?

Es un mal endémico de Latinoamérica, pero en Perú es bastante severo. Tampoco quiero ser un abogado de la sanción. También es la responsabilidad propia. Vivir en un ambiente donde se celebra la impunidad, te vuelve irresponsable; es un círculo vicioso. Y luego está la normalización de la violencia de género. Lo acabamos de ver en un programa deportivo (A presión). Ese machismo me lleva a la reflexión de qué nos separa de ser violadores. El tema me estaba rondando. Y luego leí una nota en un diario respecto de un caso que hubo en Arequipa, donde una familia recibe a una joven embarazada contra su voluntad para quedarse con el bebé de ella. Mi plan no era reconstruir hechos, sino que encontré un elemento narrativo. En Redención nos acercamos al abuso contra la mujer, violación, embarazo no deseado.

¿El creador, el artista, puede llegar a ser una suerte de justiciero?

No. Es alguien que expone. Hay artistas que juzgan, pero no sé si sus obras son las mejores. Algunos artistas son tan buenos que son capaces de instruir. Yo soy capaz de exponer. Y es tarea del espectador juzgar.

Por cierto, el cine regional está en un gran momento.

Son las que tienen ahora mayor repercusión internacional. Las películas peruanas que más han resaltado en los últimos años han sido hechas en Puno, Cusco, Juliaca, Ayacucho.

Y hasta donde sé, en esas regiones no existen facultades de cine.

No es necesario ir a una escuela de cine para ser cineasta. Bueno, muchos de los cineastas han podido acceder a escuelas en otros países o en Lima. Los cineastas de ahora vienen de una experiencia empírica muy fuerte y también suelen trabajar con actores no profesionales que combinan con actores profesionales. Pero saben rescatar expresiones auténticas, y eso es una feliz coincidencia con tendencias en el cine a nivel mundial que buscan esas expresiones. Estamos viviendo un momento muy interesante. Este momento quizás ya lo vivió el cine iraní hace 30 años, o el cine indio hace 40, o el cine afgano, o el cine indonesio, pero ahora lo está viviendo el cine peruano o la región andina.

¿El mejor cine se está haciendo fuera de Lima?

Actualmente, el mejor cine peruano está fuera de Lima. Hay formas de expresión o narrativas que estaban ausentes o invisibilizadas. Es el cine que más me gusta ver.

¿Por qué te volviste cineasta?

Me di cuenta de que el cine aglutina todas las demás artes. Cuando salí del colegio quería ser poeta, pero luego me di cuenta de que me sentía atraído por las artes visuales. Pero apenas terminé el colegio, me fui a Alemania con la intención de estudiar Literatura. Eran épocas complejas, 83, 84, estábamos en guerra.

Después de 20 años, ¿por qué volviste de Alemania?

En aquel entonces era muy difícil encajar en la industria cinematográfica, pero donde había mucha oportunidad fue en la televisión. Y así llegué a la Deutsche Welle. Hasta que pude conseguir financiamiento para hacer mi primer largo, Y si te vi, no me acuerdo, en el 2000. Lo filmamos en Perú. Vine a hacer la campaña de difusión y conocí a quien hoy es mi esposa.

Vivir en la Alemania que vio caer el muro, ¿no te marcó como creador?

Sí. Era una ciudad muy loca y permisiva. Una oferta cultural alucinante. El desenfreno. La sensación de vivir al borde. Supongo que todo eso te marca. Me quise alejar del cliché del latinoamericano en Berlín; tenía muy pocos amigos latinoamericanos. Salí un poco resentido del Perú. Nunca he sido un patriota. Ese patriotismo exacerbado, ese patriotismo sobreactuado como que no encajaban conmigo. Yo quería estar lejos de esa idea del Perú.

Pero volviste.

Precisamente, buscando qué quedaba del Perú en mí. Por otra parte, siento que se cierra otro ciclo.

AUTOFICHA:

-“Soy Miguel Barreda Delgado. Tengo 56 años. Nací en Lima, pero un arequipeño nace donde le da la gana. Mis padres y toda mi familia son de Arequipa. Cuando nací mi madre estaba trabajando en Lima. Pasé aquí los dos primeros años y volvimos a Arequipa”.

-“Estudié unos años de Literatura y luego Dirección de Cine en la Academia de Cine de Berlín. Fui alumno de Béla Tarr (director húngaro), a quien le debo mucho mi manera de entender y hacer cine. También llevé un curso con Walter Lassally (Oscar por Zorba el griego)”.

-“Y si te vi, no me acuerdo es mi primera película. Diez años después, recibí el encargo de una congregación de monjas de Arequipa para hacer una biopic de Ana de los Ángeles Monteagudo, la beata arequipeña; fue una experiencia muy buena. El tercer filme fue Encadenados, de ahí La cantera y Redención”.

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