María Fernanda Reyes. (Lino Chipana/GEC)
María Fernanda Reyes. (Lino Chipana/GEC)

En el verano de 1998, Charito llegó a la playa Makaha para vender raspadillas, frente al Club Terrazas. Lo hace hasta el día de hoy. Y en el verano de 1998 nació Mafer. Charito la traía a la playa, la echaba debajo de su puesto, en una suerte de cuna. En esa misma playa el padre de Mafer era fiscalizador. Así creció, entre el dulce sabor de las raspadillas y el sonido de las olas.

Ella ayudaba llevando lo necesario para vender las raspadillas y luego se iba corriendo al mar. Cuando Charito lanzaba un grito, Mafer volvía para cambiar sencillo. Así creció, tratando de dominar la bravura de aquellas olas y ayudando a su familia para salir adelante.

El fruto de esa poderosa combinación –entre el deber y el placer– es María Fernanda Reyes, tablista que en agosto consiguió la medalla de plata en longboard en Lima 2019 y en noviembre se coronó campeona del Rincón Surf Fest en Puerto Rico.

Charito estuvo en la final de los Panamericanos. Fue la primera vez que era testigo presencial de un triunfo de la hija que a los 9 años ganó su primera presea. “Lima 2019 fue la final más importante de mi vida”, me dice Mafer, sentada frente a la playa que la vio nacer, crecer y ganar, donde empezó todo.

-¿Cómo entras al surf?

Jugaba en la playa hasta que Gustavo Solé (padre de la también surfista Valeria Solé) le dijo a mi mamá: “La voy a meter al mar, no le tiene miedo”. La primera vez que me metieron al mar me amarraron a una pita (ríe). Tenía cinco años. Me pusieron en la tabla. Entonces, primero aprendí a surfear y después aprendí a nadar.

-¿Cómo así logran enseñarte a surfear?

Mi mamá es muy amiga de la gente, conoce a todos los socios del club, a la gente que viene todos los veranos a Waikiki, a Makaha. Es amiguera. Me veían jugando y sabían que yo era hija de ella.

-¿Fue difícil entrar a un deporte un tanto costoso?

Capaz sentí la dificultad al tratarse de equipamiento muy caro. No me fue fácil tener una tabla, un wetsuit, una pita. La gente de los clubes me regalaba implementos, la escuela de Magoo también, los socios del Terrazas me obsequiaban artículos. Mi padrino de cariño, Jorge del Río, me llevaba a los campeonatos en el sur, porque él también surfea. Yo era como su nieta, es parte de mi familia.

-¿Tus padres no se opusieron a que practiques surf?

En ese momento era un hobby. Hasta cuando quise competir, mi mamá primero decía no, incluso a los 11 años me llamaron para ser parte de la selección, pero mi mamá dijo que no por el colegio. En esa época yo solo surfeaba en el verano porque en el invierno estaba totalmente en el colegio. Yo vivía en Villa María del Triunfo. No podía llevar cursos a cargo, porque iría a vacacional y mi verano era mi verano. Pero mi mamá siempre ha confiado en mí y me decía las cosas como son. Me enseñó a defenderme sola. Eso me ayudó un montón.

-¿Y el mar qué te ha enseñado?

A levantarme. La ola me podía revolcar todo lo que quería, pero tenía que levantarme y seguir buscando la ola. El surf es como la vida: uno rema, va hacia adelante y a veces viene una ola que te quiere botar, pero sigues avanzando para lograr tu objetivo.

-¿Te pareces en algo al mar?

Todos somos hijos del mar. Yo soy más serena, tranquila, puedo aguantar mucho tiempo, pero llega un punto en el cual una explota. Mi surf tiene de estilo tranquilo y agresivo. Hay que saber cuándo hacerlo.

-Creciste en la época que aparecieron varias de las referentes de la tabla, como Sofía Mulanovich o Analí Gómez. ¿Eso también marcó tu decisión de dedicarte al surf?

Cuando era muy niña siempre admiré a Analí por la dedicación y el esfuerzo. Una persona muy humilde que nunca ha perdido esa característica. Hasta ahora sigue siendo la ‘Negrita’. Yo creo que un deportista nunca debe dejar de ser la persona que fue. Después con el tiempo me hice su amiga. La tomo como referente, pero siempre uno quiere ser mejor.

-¿Hoy te sientes en tu mejor momento?

Yo creo que sigo aprendiendo. Hay que seguir mejorando. Quiero ser mejor que hoy. Quiero seguir compitiendo y estudiando mi carrera, Ciencias del Deporte, que me ayuda como deportista y también me da la oportunidad de poder ayudar a otras personas. Con una carrera profesional se puede crear mejores deportistas, porque no es fácil sobresalir. Tengo la suerte de tener a mi mamá que trabaja acá (Makaha) y que he conocido la playa por ella. Dejé de correr un tiempo, a los 14 años, cuando me operaron del apéndice. De ahí le dije a mi mamá que quería volver a competir y lo hice en los nacionales con cero costo. En ese momento conocí a Carlos Cruz, quien me dijo que me iba a entrenar, y creo que ha logrado que yo pueda ser una de las mejores del mundo.

-Es cierto, lograste un subcampeonato mundial. ¿Qué recuerdos de ese momento?

Nunca pensé que iba a conocer tantos países. El surf me lo ha dado todo: amigos, oportunidad de estudiar o, por ejemplo, poder ayudar a mi mamá cuando le diagnosticaron hidrocefalia. La pude llevar a varios especialistas y ahora está muy bien, y trabajando duro como siempre lo ha hecho. Yo también he aprendido a preparar raspadillas.

-¿Qué es más difícil: hacer raspadillas o surfear?

(Ríe) Ambos. Hay que calcular bien los ingredientes y saber elegir la fruta. Es todo un proceso, como en el mar.

-¿Qué te da fuerzas cuando estás sobre las olas?

Mi mamá y todas las personas que apostaron por mí. Siempre la tengo presente a ella, antes de ingresar al mar y cuando salgo.

-¿Antes de entrar al mar tienes algún ritual?

Siempre digo que voy a divertirme porque todo empezó como una diversión y así siempre va a seguir. Pero tenemos que seguir demostrando que en el surf el Perú es una potencia.

AUTOFICHA

- “Soy María Fernanda Reyes Túpac Yupanqui. Tengo 21 años, nací en Lima. Mi papá es de Chincha y mi mamá de Lima, pero se crío en Huancayo con su tía. Estudio Ciencias del Deporte, estoy en el séptimo ciclo. Pienso especializarme en Psicología Deportiva”.

- “Tengo medallas desde los 9 años, cuando fue mi primera competencia en San Bartolo. Desde entonces debo haber logrado más de 50 medallas. He corrido por varios países, pero siempre vuelvo a mi casa, a Makaha. Aquí tengo olas todo el año”.

- “Uno de mis objetivos es salir campeona sudamericana. Poder tener los laureles deportivos también es un sueño y para eso necesitas un título mundial. Y espero que mi modalidad entre en algún momento en los Juegos Olímpicos. Todo paso a paso, cada vez estoy más cerca. Esto recién empieza”.