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Alonso Cueto: “Las historias de amor siempre son truncas, fracasadas”

Alonso Cueto: “Las historias de amor siempre son truncas, fracasadas”

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Fecha Actualización
Su padre era una persona que amaba viajar, por eso andaba siempre planificando cuál sería su siguiente destino. Fue durante un paseo a Chiclayo cuando coincidieron con la presentación del cantautor Rafael Matallana. “Eso fue deslumbrante para mí porque él tenía una voz extraordinaria e hizo una historia del vals peruano que empezó en el siglo XIX”, recuerda Alonso Cueto, mientras estamos en la terraza de su departamento miraflorino, y Ricota, su gata, va de salto en salto hasta aterrizar en su regazo. Así fue su primer contacto con este género musical que tanto atesora y que lo ha llevado a escribir su propio vals, pero en formato de novela. Cuando le pregunto hace cuánto tiempo empezó a escribir Otras caricias (Literatura Random House), me responde que fue hace ya mucho, que perdió la cuenta, pues, acaso, su protagonista Albino Reyes empezó a germinar en su mente y su corazón en cada noche en las peñas limeñas, al ritmo de cajones y guitarras.
¿Cómo empieza a gestarse Otras caricias?
Es el resultado de una relación íntima con la música criolla, que fue un gran refugio en mi época. Yo estuve en el colegio en los años 60, cuando estaba por un lado el rock, y por otro, mambos y cumbias. Cuando entré en la universidad, descubrí de una manera grupal la música criolla.

¿Qué te impresionó de este género?
Del vals, en especial, la insolencia de la ternura, la honestidad del sentimentalismo que puede llegar a la huachafería, pero una auténtica, genuina. El cantante de música criolla o el compositor no tiene miedo de sentir emociones y de expresarlas hasta sus extremos. Me parece que hay que tener un gran coraje, una valentía inmensa. Eso revela un aspecto de una manera de ser peruana.

¿Cómo es esa manera de ser del vals?
No quiere imponerse, no quiere prevalecer. La ranchera expresa una manera de ser mucho más fuerte, invasiva, de lucha entre las parejas. Como cuando dice: “Traigo ganas de encontrarla pa’ enseñarle que de un hombre no se burla una mujer”. Mientras tanto, el peruano dice: “Soy la nube gris que nubla tu camino, me voy para dejar que cambie tu destino”. Hay en el vals una manera de ver el mundo más solitaria, retraída, replegada y eso también expresa una manera de ser de nosotros.

Tal como el protagonista de la novela, Albino Reyes.
Ese es un poco el lema de él: cantar las emociones que lo embargan, sin ningún miedo. La música criolla parece que siempre será un género minoritario, con poca gente, pero que nos sentimos integrados en este espacio.

¿Cómo percibes tú el escenario musical actual?
Lo que a mí me parece detestable es el reggaetón. Creo que puede haber cierta música de calidad en las cumbias, cumbias tropicales, huaynos, muliza, en los boleros, pero hay géneros que me sacan de cuadro. Debe ser un impedimento mío para poder apreciar el reggaetón, que, según los ránkings, es el preferido ahora.

Tu novela es como un vals sobre un romance complicado. ¿Por qué las historias de amor son tan difíciles?
En cierto modo, efectivamente es un vals que se parece en algo a la historia de El plebeyo, pues aparece Andrea, que es de una clase social alta y ella es mucho más joven. Hay una serie de diferencias entre ellos, pero hay una historia secreta. Las historias de amor siempre son historias truncas, fracasadas, ninguna es de un amor triunfante. Puede haber en la vida amores que han triunfado, pero no se convierten en novelas, ni películas, ni obras de teatro. Como para varios, el amor puede ser un anhelo imposible, la mujer como una idealización, y que sin embargo se hacen reales por momentos.

¿Qué tanto ha influido el vals en la educación sentimental de toda una generación de peruanos?
Hay toda una educación sentimental en la poesía modernista, el vals criollo y figuras como Pinglo Alva, que le dan una difusión enorme. Ahora, en la previa al partido que jugó Perú en el Mundial, el himno peruano fue Contigo Perú… mira hasta qué punto ha llegado. Esa letra es de gloria, ensalzamiento, así que es muy importante en la autoestima que los peruanos podemos sentir. Creo que hay una manera de ser quienes somos que está en el vals, la idea de no realizar, de no terminar. Como en la canción Secreto, que dice: “En esta tarde triste yo te espero”. Los peruanos siempre estamos esperando algo que no llega nunca.

¿Crees que en la política pasa lo mismo?
Esa es un poco la idea de “vamos a escoger a alguien fuera del sistema, a ver si funciona”. La gente esperaba que fuera Toledo, luego esperó que fuera Castillo y ambos son decepciones terribles. Yo me pregunto hasta cuándo la gente va a esperar y va a sentir esperanza. Creo que esa capacidad del peruano por la resistencia, la resiliencia y el aguante son parte de su manera de ser. Ahí está la leyenda del Inkarri: algún día el mundo se va a voltear y las cosas van a ser diferentes, pero ¿cuándo va a ocurrir eso? La idea tampoco es estar esperando, sino realizar lo que se espera. Estamos en un momento muy complicado, pero las instituciones tienen que prevalecer. El país es más importante que los partidos, la gente es más importante que un líder y los principios son más importantes que los intereses. Eso es elemental y a la vez tan poco frecuente. Ya terminamos hablando de política… (ríe).

Y es que la política también es muy sentimental.
Sí, uno vota por el que le cae mejor. Además, el peruano es muy sentimental y vota por pena, por lástima, por deseos y también por interés. Por eso es que el discurso de la victimización funciona. La música popular y ese discurso se parecen, como el vals El tísico.

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- “Yo he ido mucho a las peñas. Cuando era joven, iba a El Parral con mis amigos de la universidad. Luego, a La Valentina de La Victoria; y en los últimos años al Centro Cultural Breña y a La Oficina, de Barranco. Este es un mundo modesto, pero extraordinariamente auténtico”.
- “En el mundo del vals hay un grupo de cultores secretos de una religión que es la elegancia, la finura, la profundidad del vals y de la música criolla en general. En la universidad encontré a amigos así, con los que iba mucho a estos espacios”.
- “En el siglo XIX nos queríamos independizar de España y aparecen dos alternativas: el fútbol, que traen los ingleses; y el vals, que traen los austriacos y alemanes. El vals se adapta a la música popular peruana, deja de ser de salón, y se asienta en los Barrios Altos”.