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Layla Hirsh, científica: “Sí hay una diferencia entre la cantidad de hombres y mujeres que hay en ciencia”

Especializada en bioinformática, es una de las ganadoras del premio ‘Por las mujeres en la ciencia’. Perú21 entrevistó a la científica Layla Hirsh.

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Conserva una imagen. Ella, dos años de edad, rodeada de rompecabezas. Cuando la llevaban de paseo, la acompañaban sus 20 cajas de rompecabezas. Sentada en una esquina, autónoma, encajaba las piezas, precoz habilidad que también exhibía en las matemáticas.
Se puede interpretar ese tiempo como el deseo temprano de hallar soluciones, que Layla Hirsh hoy aplica a su vida profesional y personal. Formada en Ingeniería Informática, con maestría en Ciencias de la Computación, un doctorado en Biociencia y Biotecnología, especializada en Bioinformática, continúa sus estudios en una maestría en Educación; a la vez, es profesora principal de la Católica y una de las peruanas ganadoras, junto a Theresa Ochoa, del premio Por las Mujeres en la Ciencia, iniciativa mundial de la Fundación L’Oréal en alianza con Unesco. “No es para reconocer el hecho de ser mujer, es para buscar llegar a la igualdad”, me dice.
Sin hijos, viajera y científica, con el tiempo necesario para irse de safari, visitar tiburones en medio del océano, tejer y cocinar. A los 5 años de edad, escribía cartas a su madrina calcando libros. Su abuela se encargaba de enviarlas. Era parte de la cultura familiar. Su abuelo enamoró y le pidió matrimonio a su abuela a través del método epistolar. Layla pudo ser escritora, pero al final se impusieron los rompecabezas.
-¿Es el tiempo perfecto para una ingeniera informática?
(Ría). Yo creo que sí. La pandemia nos ha demostrado a los informáticos que somos carrera de primera necesidad. La virtualidad se veía venir y la pandemia la ha acelerado, pero creo que lo más saltante es la bioinformática. Cuando la informática es usada en fines científicos, biológicos, resulta mucho más rico el análisis de datos que se pueden hacer hoy en día. Tiene un impacto mucho mayor.
-Usted se ha especializado en biociencia, biotecnología.
Utilizo las herramientas informáticas para hacer análisis de datos biológicos, en particular las proteínas repetidas. Con base en ellas he implementado diferentes métodos y soluciones.
-¿Qué son las proteínas repetidas?
Las solemos encontrar en algunas enfermedades, patógenos de productos como el tomate, la papa y que son interesantes de estudiar porque no se conoce mucho de ellas. No hago diseño de fármacos, pero, desde el punto de vista de la salud, la información que generamos puede servir para curar enfermedades, proponer soluciones, diseño de fármacos. Saber para qué sirve una proteína implica también poder decir “OK, sé qué hace esa proteína en mi cuerpo; oye, la puedo atacar de esta manera”.
-¿Se aplica en el estudio de virus como el COVID? Es decir, conocer su estructura para saber cómo atacarla.
Exactamente. En un laboratorio regular es costoso hacer estas pruebas y te puedes quedar años estudiando una sola cosa. La ventaja con la bioinformática es que me permite hacer predicciones con base en conocimiento previo y decir “OK, de tus cinco opciones, esta tiene mejor probabilidad de funcionar”, que te puede tomar un año en lugar de cinco.
-¿Es la herramienta que se está usando en el mundo para tan aceleradamente encontrar las vacunas y tratamientos contra el COVID?
Sí. Los bioinformáticos estamos en todas partes. En el caso del COVID hemos estado contra el reloj.
-¿Ser mujer en este campo de la ciencia ha sido un tema? ¿Existe la brecha de género?
Existe. Si no fuera así, en las reuniones donde estoy con todos los investigadores principales, no seríamos dos del grupo de 15. Sí hay una diferencia entre la cantidad de hombres y mujeres que hay en ciencia. Pero creo que esto está mejorando. En mi caso, he tenido suerte, siempre me han tratado bien. Los hechos negativos que he tenido han sido porque estaban ahí, no porque fueron dirigidos hacia mí. En la universidad había un profesor que empezaba la clase con chistes machistas, era su manera de llegar a los alumnos. Y yo: “OK, muchas gracias, no vuelvo a tu clase, porque no la haces para mí”.
-¿Y no volvió a la clase?
No volví. No tengo por qué aguantar cosas que no me gustan. Tengo el carácter muy fuerte. Es complicado, pero es divertido, ah.
-Se convierte en un reto enfrentar la realidad.
Es rico. Si hay algo que no te gusta, siempre lo puedes decir.
-En el 98, cuando entró a la universidad, decidir ser ingeniera debe haber sido un tema.
Era un mundo diferente. Yo salía de un colegio de monjas. Lo único que veía era mujeres. Cuando ingresé a la universidad, era increíble entrar a una clase de 120 personas, donde éramos 10 mujeres, y cada quien en su mundo para tratar de ser invisible.
-¿Y en ese mundo femenino en el que ha crecido cómo elige ser ingeniera?
Era llevar la contra (ríe). En mi casa todos son de letras y a mí siempre me encantó la matemática. Mi papá me inculcó mucho la independencia: “Ten tus cosas, tu carrera, tu casa, tu carro y, una vez que tengas las cosas, podrás decidir lo que quieras hacer. Si te tratan mal, lo cambias”.
-¿Por qué dar la contra?
Porque toda la vida me comparaban con mi hermana. Me pasaba que en el colegio en el primer día de clases, lo primero que me decía la profesora era “espero que seas tan tranquila como tu hermana”. Creo que esas cosas me marcaron.
-¿La Ingeniería ha afianzado su convicción independentista?
Sí. Soy feliz haciendo lo que hago.
-¿Cómo despejar la duda de una adolescente que piensa estudiar Ingeniería?
Dudas tenemos todos. Cuando somos adolescentes, queremos tener el camino claro y definido, y no es así. Tenemos derecho a dudar. Uno se debe dejar llevar por lo que quiere, ponerse metas y tratar de buscar la independencia. Tenemos que darles libertad a los jóvenes para que ellos decidan qué quieren ser. Buscar ser completo para poder ser parte de algo.
AUTOFICHA:
- “Soy Layla Hirsh Martínez. Tengo 42 años. Nací en Lima. Acabé el colegio en el 96 e ingresé a la universidad en el 98. En mis épocas había examen de admisión en serio (ríe). Estudié Ingeniería Informática, luego una maestría en Ciencias de la Computación”.
- “Hice el doctorado en Biociencia y Biotecnología, y estoy cursando una maestría en Educación. Soy profesora principal de la Católica, directora de Estudios de Generales Ciencias y coordinadora de la oficina de Bienestar Ciencias. Y tengo rol de investigadora en Católica”.
- “A futuro estoy viendo la metagenómica. Es el estudio de los genes. Nos puede ayudar a curar enfermedades, hacer tratamientos, a estar mejor preparados, porque hoy tenemos COVID, pero mañana más tarde no se sabe. Viajo mucho, conozco el 35% del mundo; me divierto y no pido permiso”.
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