(Perú21)
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Creció viendo La ciudad de oro, un dibujo animado que se transmitía en Francia. Sus personajes principales eran niños preíncas. Frente al televisor, no imaginaba que su futuro estaría en el Perú. Pero desde hace 18 años, el destino se encargó de que así sea. Julie Guillerot pisó suelo limeño comenzando el nuevo siglo. A los pocos meses, se enamoró de la música afroperuana y de uno de sus representantes más queridos y respetados: Rafael Santa Cruz (1960-2014). Uno de los frutos de ese amor es el Festival Internacional de Cajón y Percusión Rafael Santa Cruz, que llega a su undécima edición y va del 27 al 30 de setiembre. Cuando recuerda a Rafael, su voz se apaga. Las palabras se quedan en su corazón. Solo mira al horizonte, callada. Ella y el dolor. Tal vez recordando la risa espontánea de Rafael, el brillo en su mirada, su don de gente. Pero con la voluntad firme de salir adelante, por ella, por sus dos hijos y por él.

¿Cómo llegaste al Perú?
A través de un programa de relaciones exteriores del Gobierno francés que nos facilitaba hacer pasantías de largo plazo. Tenía 25 años. Vine a trabajar en una ONG de derechos humanos.

¿El derecho y el arte cómo se encuentran?
Vengo de una familia donde siempre se han cultivado muchas expresiones artísticas. Al decidir qué estudiar, estaba entre el Derecho y la Historia del Arte. Empecé con el Derecho y me fui enamorando de la especialidad de derechos humanos. Hoy encaro los proyectos culturales con un componente social, que conlleven a mensajes de visibilización, revaloración, respeto por la diversidad y reconocimiento de los aportes de los afrodescendientes.

¿Y de niña qué querías ser?
Arqueóloga. ¿Ves? Algo vinculado a la historia, a la cultura. Paraba en el jardín de la casa, hacía huecos todo el tiempo en el pasto de mi padre y lo volvía loco (risas).

¿En qué circunstancia se conocieron con Rafael?
En la peña de Don Porfirio, de Barranco, adonde unos amigos tuvieron la brillante idea de llevarme y de la cual nunca más salí. Tenía ocho meses en Lima.

Entraste a Don Porfirio, escuchaste el sonido de los cajones y el canto afroperuano. ¿Qué sentiste?
Como si ya los hubiera vivido, que no me eran tan ajenos. Hay algo muy orgánico en la música afroperuana que me tocó. Lo simple del cajón y la belleza de los toques que salen del instrumento.

Entonces, te enamoraste primero de la música antes que de Rafael.
Sí (risas). Descubrí la peña, empecé a ir y llevando a amigos que llegaban de afuera. Me volví caserita y de pronto apareció Rafael.

¿Qué lo distinguía?
Un gran don de gente, un discurso político que llevaba a sus acciones. Él se subía al escenario no solo para hacer música, sino para llevar mensajes. Era muy gracioso también. Y guapo. Sí pues, tenía muchos puntos a favor (risas).

Además de ser heredero de una gran tradición cultural. Sobrino de Victoria y Nicomedes Santa Cruz.
Tuve la oportunidad y suerte de conocer a Victoria. Era una mujer muy impresionante. Tal como se la ve en las entrevistas, así era ella en lo cotidiano. No era pose, era así. Aparentaba ser muy dura, pero también era cariñosa. Tenía una conexión con los niños muy fuerte, y con mi hijo, que llegó a conocer. De hecho, muchos dicen que el carácter de mi hijo se parece al de Victoria.

¿Y él qué sacó de Rafael?
Es idéntico. Es su retrato fiel. Por dentro es sumamente sensible, como su padre. Pero su lado artístico está en las artes plásticas.

Resaltaba lo de heredero de una gran tradición cultural porque hoy llevas a cuestas parte de esa tradición.
La responsabilidad es tremenda. Asumir la continuidad del festival, del grupo Afroperú y otros proyectos. Era un compromiso que tenía con Rafael y que estos proyectos representaban una parte de su vida, especialmente el festival, que lo había imaginado durante años. Y yo tenía claro que quería seguir con esos proyectos.

¿Por qué es importante insistir en valorar y visibilizar lo afroperuano?
La población afroperuana sigue invisibilizada, discriminada, víctima del racismo. Es necesario que se sepa cuál es su aporte a la construcción de nación. Cuando vi el comercial de Saga, te das cuenta de que hay harto por hacer. Pero lo que más me preocupó es que muchos decían que no veían racismo ahí, que no había sido hecho a propósito. Justamente es eso y más grave aún: está tan metido en el subconsciente que ya ni siquiera te das cuenta de lo que estás haciendo, de que se refuerza un estereotipo racista.

Aunque en la revalorización del cajón se ha avanzado bastante en los últimos 20 años.
Sí, incluso en términos jurídicos, es Patrimonio Cultural de la Nación, hay un Día Nacional del Cajón, hay material bibliográfico. Y lo que me parece interesante es que las iniciativas de talleres están enfocadas en el cajón en Lima y provincias. De hecho, en el festival vamos a tener tres elencos que vienen de Arequipa. El cajón ya es un instrumento bandera nacional. De repente donde hay más que hacer es afuera y recordar de dónde viene el instrumento, que todo parte del Perú.

¿Y qué de especial tiene esta edición del festival?
Hemos modificado un poco el nombre: reconocer que es un festival de percusión que tiene al cajón como anfitrión e incluir el nombre de Rafael, para recordar al fundador y marcar un hito. Tenemos cuatro días de festival, con unas 30 actividades. Son dos días en el Centro Cultural de España con clases maestras, talleres y conciertos. El sábado 29, la cajoneada y feria en el Parque Cáceres de San Isidro. Y el domingo 30, cerramos a lo grande en el Gran Teatro Nacional.

¿Qué pensaría Rafael de este momento?
Espero que esté contento y orgulloso del festival.

AUTOFICHA
- “Tengo tres nombres y un solo apellido. En Francia usualmente se usaba solo el apellido del padre. En mi documento de identidad soy Julie Brigitte Emilie Guillerot. Nací en Neuilly sur Seine, afueras de París. Tengo 42 años. Mi papá falleció hace unos ocho años y mi mamá vive en Francia. Ellos estudiaron Derecho”.

- “El baile es otra de mis pasiones. Al estilo que me gusta acá le dirían danza árabe. Así como lo que baila Shakira (risas), pero más estilizado. Pero hace mucho tiempo que no lo practico, porque aquí había muy pocos maestros. Aunque ella lo puso de moda en América Latina”.

- “Los franceses en general tenemos una sensibilidad muy grande a lo que nosotros llamamos world music. Son géneros musicales que se escucharon mucho y muy temprano en Francia. Mucha fusión. Además, está la cercanía con África. Tenemos sensibilidad musical a ritmos de otros lugares”.