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Hernán Romero: “El teatro, como la vida, es efímero”
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Hernán Romero es actor desde hace 62 años. Ha interpretado memorables papeles. Y este 18 de agosto recibirá un reconocimiento en la clausura del 27 Festival de Cine de Lima. Haciendo un balance de su vida y obra, sugiere que los artistas mayores deben tener mayor relevancia en las producciones. Y brinda consejos a quienes quieren empezar en este oficio.
¿En el Perú los adultos mayores tienen oportunidades?
En las famosas telenovelas brasileñas los protagonistas son los mayores. Se escribe para ellos. Aquí es al revés. Acá los protagonistas son el galán y la dama. Los mayores están alrededor. Es una condición cultural que una sola persona no puede cambiar.
Mariella Trejos estuvo pidiendo ayuda para ser internada en un albergue. ¿Este oficio es ingrato? A veces los artistas no tienen pensión.
Tengo una pensión. Miserable, pero una pensión, lo que me permite acceso al seguro. Hay actores que han muerto en la miseria, en las peores condiciones. Es muy triste. Yo estuve en otro país donde a los actores se les considera patrimonio nacional. Tienen una casa de reposo, se les quiere y se les cuida. Aquí nos miran sin entendernos.
Recibirá un homenaje. ¿El Perú reconoce tardíamente?
Sí, creo que todos los reconocimientos deben ser cuando uno está vivo, porque cuando ya se murió, creo que ya no importa. Entonces, hay que reconocer a los talentos mayores mientras están entre nosotros. Particularmente, estoy muy contento y muy emocionado porque nunca esperé que a mí me reconociera la Universidad Católica.
¿Fue difícil para usted iniciarse en la actuación?
Para mí, fue una bendición. He tenido mucha suerte, muy buenas oportunidades y buenos maestros. A mis 81 años me están haciendo un homenaje. Sin embargo, al inicio, mi papá me dijo ‘¿de qué vas a vivir?’ y que los actores eran bohemios, que no tienen disciplina, cuando es todo lo contrario. El actor es tiene que cuidar su cuerpo, que es su instrumento de expresión. El actor es como un deportista: tiene que estar en forma.
Tiene más seis décadas de carrera. ¿Cuál es su papel más destacado?
Tengo 62 años de actor. He sido muy feliz. Todos los personajes tienen la misma importancia para mí, pero siempre quise hacer Don Juan Tenorio, y lo hice en el 74, dirigido por Ricardo Roca Rey. Pero todos los personajes que he hecho me han dado satisfacciones.
Comentó que no hay papel chico, sino actores chicos. ¿A veces se valora más a quien tiene más contactos que al que tiene talento?
En todas partes hay gente que ingresa por influencia, pero eso es inherente al ser humano, ¿no? Los actores debemos ser infinitamente humanos de forma distinta en cada personaje. Y el alma humana muchas veces no es transparente. Hay gente que entra por la ventana, por influencias, por serrucho, por el despreciable chisme. El papel puede mostrar el talento, no importa si el personaje es grande o chico.
¿El Perú da oportunidades?
Es un país un poco mezquino. A veces se piensa que para brillar hay que apagar el brillo de los otros, pero es una condición también del alma humana. No todos los países son un paraíso. Es una jungla.
Ha sido actor, director, productor de teatro y TV. ¿Siente que le falta hacer algo?
Sí, el circo. Me gustaría ser payaso alguna vez.
Se esforzó por tener trabajos respetables. ¿La competencia ahora permite elegir?
La vida es así. Una competencia no siempre sana y limpia. Es terrible. Se utilizan armas que no son el propio talento, sino la influencia, la amistad, el serrucho. El actor tiene que perseverar. Todo cae por su propio peso.
¿Qué le falta a nuestro país para que las producciones nacionales tengan relevancia a nivel internacional?
Que las autoridades entiendan. Saben de folclor, pero también los citadinos tenemos un movimiento artístico interesante. En pintura, en ballet, en teatro. Creo que muy poca gente de la plana oficial entiende cómo se maneja esto. Creen que esto no es un trabajo. Y sí lo es, uno muy importante y respetable.
Se le recuerda mucho por el padre del protagonista en ‘No se lo digas a nadie’ y el protagonista de ‘Ojos bonitos, cuadros feos’. ¿Cómo los llevó? ¿La sociedad peruana es homofóbica?
En ‘No se lo digas a nadie’ no tuve ningún problema porque he conocido gente que es como el personaje que hice y que responde a una formación cultural de una época determinada. Felizmente, ya está pasando, aunque hay gente que todavía es así. En cuanto a ‘Ojos bonitos, cuadros feos’, me costó mucho entender cuando el personaje se enamora del marino. Tuve un problema. No podía mirar a Salvador del Solar con ojos sensuales porque yo no soy así, pero Luis Peirano me dijo que pensara que era una mujer que me gusta mucho y así funcionó. Y fue memorable, un personaje entrañable.
¿Qué consejo le daría a los que empiezan?
Insistir. No se desilusionen. Va a haber tropiezos. Y si se desalientan, tomen otro rumbo. Esto no es para débiles. Es un trabajo por el que vale la pena luchar.
¿Cómo le gustaría que lo recuerden?
Me gustaría que me recuerden mis hijas. El teatro, como la vida, es efímero. Y con los años ya nadie se acuerda de uno. Nadie sabe quién fue Luis Álvarez. Dentro de poco nadie sabrá quién fue Ricardo Blume. Y así pasará con todo.
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