POR: DON LUCHO
Aguardando al número uno de la tauromaquia mundial, con una bebida gasificada sin azúcar, se oye mucho ruido, se alborota el público ahí presente y las cámaras, los celulares y todo lo que pueda grabar una escena, hace una nube que se disipa con la figura de Andrés Roca Rey, sonriente y lento como es su toreo, pero hay gratitud con los presentes. Nuestra conversación se inicia con el recuerdo de ver un niño vestido de corto en la plaza de toros de Pachacámac, que le brindaba el toro a El Juli, otra vez en Acho a Víctor Mendes, y el matador nos cuenta “recuerdos muy gratos, comprenderás que la memoria guarda todo, y sí guardo gratos momentos, que eso es la tauromaquia”, hay una leve sonrisa al recordar que era un niño, “me hacía mucha ilusión torear y con muchos de ellos he alternado”, se acomoda y empezamos a recordar su primer mano a mano en plazas del Perú, en 2012 en Ticapampa, claro “ahí toree con Joaquín Galdós, amigo entrañable”. Seguimos y hablo de otros niños de aquella época, y mencionó “a Michelito Lagravere, casi siempre que voy a México lo veo, conversamos muy a menudo por teléfono. En España algunas veces coincidimos con Colombo, es excepcional”, se le nota la añoranza, “jugábamos tenis en un club”, pero suena el teléfono y corta la historia.
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Hay una pausa, una foto, y vamos nuevamente al conversatorio, sobre su salto de Lima a Madrid y manifiesta: “Muy duro, me fui a una corta edad, dejar a mi familia, ir donde no tenía amigos, familiares, y dedicarme a entrenar y soñar con mi ilusión de ser figura del toreo, porque eso lo tenía en la cabeza, ser figura del toreo, no solo quería torear, miraba y soñaba ser el mejor, yo quería ser figura”, se agarra el pelo, esboza una sonrisa, “qué difícil fue el inicio, en mi casa no faltaba comida, allá era un desconocido, nadie sabía de mí; apenas nos decían para torear, y teníamos que entrar por la puerta o por la ventana (más sonrisas), pero había que entrar, y así me fui haciendo un nombre hasta llegar a torear en las primeras plazas de España y Francia, luego venir a América, pero siempre tenía en la mente ser un buen torero, ya empezaban a llamar a mi apoderado, y me decía: a prepararse que mañana toreamos”, hay una nostalgia, se le ve en el rostro.
Con una tranquilidad, sin inmutarse, sereno y espléndido conversador, volvemos al toreo. “Torear es más que un sentimiento efímero, es mucho más, es hacer al toro todo lo que se pueda, transmitir eso al público, que sienta, y ahí está el triunfo verdadero, no solo en los premios, sino en los momentos donde los que me han ido a ver, salgan satisfechos, donde el sentimiento nos una, yo soy feliz viendo los rostros de felicidad en los tendidos, me motiva más a entregarme... (hay otra pausa y continúa) llegué a lo más alto de los toros, costó mucho, satisfacciones y tristezas, los triunfos son compartidos, ver en los tendidos a mi familia, amigos y muchos conocidos cómo están felices”. Entendemos el momento y dejamos unos segundos reponer los sentimientos y el recuerdo.
Ante una pregunta puntual ¿qué sientes por Acho?, enfático, dominador como lo es en el ruedo: “Acho es donde yo vi mi primera corrida, venía con mis padres a ver torear, donde empecé a gustar y saborear querer ser torero, desde niño quise ser torero, no pensé en nada diferente que no sea el toreo”, se frota las manos y prolonga la respuesta, “Acho es mi casa, donde vi torear a mi hermano, donde los amigos y familiares me brindaron todo”. Es un torero dentro y fuera del ruedo, me llevaba en la muleta de la conversación con ritmo y temple, ahora yo parecía el entrevistado, “en Acho quisiera torear todos los años que pueda, el triunfo está en el público, los trofeos son consecuencia de torear bien, ver las caras conocidas en los tendidos”, menciono al matador: ¿si toreas todos los años que pasará? “Pues… quisiera llevarme todos los años el Escapulario” (jajajajajaja) rompe en risa, es muy locuaz y de gran hablar.
Recuerdo que de niño que jugaba al toro, fue Rafael Puga quien te firmó un apoderamiento, luego Gabriel Tizón por algunas plazas del Perú, pasamos a José Antonio Campuzano en España, luego Roberto Domínguez y ahora hay alguien ya en mente para tu apoderamiento: “Mi agradecimiento eterno a todos, de ellos aprendí mucho, les debo mi formación, pero como maestros también tengo que mencionar mis primeros años: a Luis Miguel Rubio, a mi hermano Fernando, a quien admiré y acá en América me hizo de apoderado, aún falta un poco para la temporada española, tengo que pensar en ello, pero es pronto aún”.
Hablamos de los toreros y menciona “del pasado a Belmonte y Joselito, del pasado reciente Manolete y Luis Miguel Dominguín, Con el que me hubiese gustado alternar, con José Tomás”, y le digo, pero nunca es tarde de repente en un festival su sueño se puede hacer realidad. Sonríe nuevamente. “Sí, quizá, es verdad”. Entre otras cosas siempre tiene presente a su hermano Fernando a quien admiró como torero, es hincha de Universitario por familia, y siempre menciona que los momentos en el toreo hay que disfrutarlos. Nos despedimos con un apretón de manos, agradecemos al matador y al restaurante Baco y Vaca por permitirnos sus instalaciones para esta entrevista para el diario Perú21.
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