Una de las escenas más entrañables del documental de Patricia Pereira Eielson des-nudo (2014) es la del poeta con sus juguetes. La cámara enfoca un estante lleno de ellos en su casa en Cerdeña: naves espaciales, un Mickey Mouse, un Ultraman y varios robots. Todos ellos con marcas encima de algunas décadas, pero bien conservados y dispuestos cariñosamente en orden. Como resguardar una etapa crucial del despertar de la mirada, de la vinculación con el mundo. Anteriormente, en la conversación con la directora-entrevistadora del largometraje, grabada en 2005, había dicho que nunca decidió ser artista ni escritor ni poeta, que todo había salido por sí mismo. Simplemente, desde niño pintaba, inventaba objetos con los materiales que tuviera a mano y practicaba el piano. Por los cien años de su nacimiento, diversas instituciones han organizado actividades para rendir homenaje a uno de los artistas más versátiles de la segunda mitad del siglo padre norteamericano de origen escandinavo, tempranamente aprendió inglés y francés, y leyó a los clásicos españoles, franceses y estadounidenses, y a los grandes sudamericanos, como Vallejo. Tuvo como profesor de castellano a Arguedas, quien lo animó al estudio de culturas peruanas ancestrales.

El espíritu de curiosidad y exploración lo llevaría a expresarse en distintos lenguajes. Con 21 años, su libro Reinos obtuvo el Premio Nacional de Poesía. Por esa época, pintaría sus primeras telas. En 1946, obtendría el Premio Nacional de Teatro con la obra Maquillage. En 1948 (junto con Fernando de Szyszlo) expondría en Lima piezas de distinto tipo.

Ese mismo año, parte a París y se acercó a colectivos artísticos, como los nuevos realistas. Y en 1951, llegaría a Italia, donde se establecería hasta su muerte.

Hacia finales de los 50, su trabajo visual acentuó la exploración de su identidad americana. Usó arena (incluso encargada a Lima) para agregar en la superficie de sus cuadros. Poco tiempo después, en esos paisajes irían apareciendo experimentaciones con la ropa, y luego los quipus, que lo llevaron a exponer en el prestigioso MOMA. En 1967 vivió en Nueva York y se acercó al movimiento del arte conceptual. En 1969 pidió enviar una de sus piezas a la Luna. Ante la respuesta negativa, propuso que se esparcieran sus cenizas en la superficie de ese satélite.

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DESENMASCARANDO LIMA

Pese al galardón obtenido, Maquillage fue puesta en escena en dos ocasiones: en 1950 por la AAA. Es más, posteriormente, el manuscrito de Eielson se extraviaría. Fue valiosa, entonces, la recuperación de la mitad de la obra por Ricardo Silva-Santisteban y su publicación en un libro. Para poder llevarse a las tablas en estos días en el Teatro Británico, se han incluido textos del escritor Bruno Polack, quien se ha encargado de la restauración de la pieza.Maquillage presenta los conflictos de una familia limeña de alcurnia venida a menos en los últimos años. La historia se inicia con la noticia de que el patriarca ha recuperado el control de un poderoso periódico. De ahí, cuesta abajo, se hace patente la disfuncionalidad del hogar: un matrimonio sin amor, un hijo inclinado hacia el alcohol, entre otras revelaciones. “Desarrolla temáticamente elementos que están presentes en su obra escrita y plástica: la máscara, el nudo”, dice Polack respecto a las tensiones que presenta el drama y la posibilidad de presentar a Lima como una sociedad hipócrita, maquillada. Por esa visión agria de la vida en la capital, la obra fue censurada en su momento. Ahora, vuelta a la vida, tarea que involucró investigar testimonios y críticas de su tiempo para completar el texto perdido, la pieza tiene mucho que decir, incluso al Perú contemporáneo, añade Polack.

SOBREVIVIR A LA IDENTIDAD

Todavía mi nombre es Jorge es el título de la muestra de la Casa de la Literatura Peruana. Contará con reproducciones de obras representativas en dos secciones curatoriales, y con un espacio interactivo, con poemas impresos ocultos sobre la tela. Una de sus particularidades: se expondrán como piezas visuales textos de los libros Canto visible y Cuatro estaciones. “Al exponerlos en pared, se pone de relieve su materialidad, su cualidad plástica”, comenta Rodrigo Vera, curador de la exposición.

El nombre de la exposición proviene de un verso del poema “Caso nominativo”. Tal vez a Eielson, que rehuía de las etiquetas, solo le faltó cambiar de nombre, escapar de los límites de la identidad.

Precisamente, Vera plantea que el valor del conjunto de su obra es “el desbaratamiento de los límites disciplinarios, el descreimiento sobre certezas inamovibles. En todo poema, hay contemplada una acción; en toda imagen, hay una textualidad; y en toda textualidad, hay cierta textura, sonido, imagen. Esa es su ética de trabajo. Por ello siempre es actual”. Se inaugura el 19 de abril.

Jorge Eduardo Eielson falleció en 2006, a causa del cáncer. Sus restos están en un cementerio de Cerdeña, junto con los de Michele Mulas, su compañero de vida. No están en la Luna, como lo habría deseado. Sin embargo, su obra, de impulso nómada, de incansable invención, gravita cual satélite en el arte y poesía contemporáneos.