Puede entenderse la historia del arte como la historia del uso desviado de la tecnología: para lo que no fue creada. Así, las computadoras, al menos en 1999 en Perú, servían para tipear documentos, editar imágenes de baja resolución, jugar videojuegos de poca calidad gráfica o correr algunos softwares básicos. Menos para programar poesía.
Veinticinco años después, José Aburto (Lima, 1977), uno de los primeros poetas electrónicos del país, presenta La poesía es una invasión, muestra recientemente inaugurada en el MAC que agrupa su obra escrita, gráfica, objetual, audiovisual y digital.
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Su exploración comenzó con un libro cuyas hojas se pasan de arriba hacia abajo: “Abrúmate suspiro”. Para construirlo, había ido a un taller de encuadernación artesanal debido a que sintió que el circuito del libro, no tan abierto a voces nuevas, no lo publicaría; sin embargo, tal obra le permitió ganar el Premio Nacional de Poesía Adobe de 1999.
Con el dinero del certamen compró una computadora. Intuía que ese aparato encerraba otras posibilidades por explotar. Por eso, a su primer poema electrónico lo llamó “Sospecha” (1999), pues le despertaba suspicacia aquel artefacto dedicado a tareas más prácticas. De ahí, la inquietud migró a otras plataformas.
Esa sensibilidad hacia los ordenadores viene de sus padres, que fueron de los primeros programadores del país. Programar fue un oficio para ellos. Aburto quiso explorar el caudal artístico de tal labor.
Además, Aburto tiene mala letra, y ello guarda relación con lo que hace. Su libro de caligrafía de la escuela era devuelto con comentarios negativos del profesor. Por ello, su madre le decía que tenía la letra de su abuela, quien, sin saber leer ni escribir, dibujaba su nombre de memoria, con pulso dubitativo. El vínculo del poeta con lo textual, entonces, “tiene que ver con ese dibujar palabras de mi abuela”. Su relación no es solo con el contenido, sino con la forma misma de la escritura.
El medio es el mensaje
Aburto aprendió a programar como se hacía en el Perú a fines de los 90. Comprando copias de software en Wilson. “En casa, fallando y rehaciendo, rompiendo el programa; en esa época no había tutoriales”, indica quien ahora cursa una maestría en Media Arts en la reconocida NYU. “Aprender fuera del establishment tiene sus ventajas; no tienes conciencia de lo que no debes hacer”, agrega.
Desde la lógica poética, se pueden hackear ciertas formas únicas o hegemónicas de la tecnología y del arte. En la muestra se puede interactuar con “Grita”, poema electrónico proyectado en una pantalla que aparece solo si el usuario levanta fuertemente la voz. Interfaces experimentales. Así se llama a otras formas de interactuar con material digital más allá del mouse o el teclado.
La muestra recorre un camino creativo a partir de las potencialidades expresivas de distintos medios. Una obra que grafica ese impulso de explorar nuevas plataformas y formatos es el poema esférico “Volver es un lugar”, cuya forma hace que pueda ser leído de distintas maneras. Su primera versión, de 2004, era una superficie impresa en 3D que cubría, literalmente, una pelota. En 2010 se imprimió de nuevo en 3D sin ser ya una cubierta, sino como objeto completo. En 2017 es una versión interactiva dentro de la experiencia de 360 grados de Facebook. Y en 2024 es una instalación en realidad virtual que se debe observar con lentes VR.
Así, una obra poética puede ser desde una instalación en el Metaverso hasta un filtro de Instagram. Y lo demuestra “Somos máscaras” (2022), filtro de la red social con el cual, frente a una cámara, al abrir la boca, se derraman las letras que conforman el verso “Somos máscaras”.
Sobre el título de la muestra, Aburto dice que hace un cuarto de siglo era un sueño radical que este tipo de experimentos lleguen a un público más amplio. Ahora, observa detenidamente que no son lejanos para la gente, que busca asombrarse con nuevas formas, e incluso se divierte, sino que han faltado espacios para obras alternativas.
Es así que el experimento se vuelve realidad. Aquellas tentativas en el panorama incierto de fines del siglo XX son acogidas, aceptadas. La galaxia poética ha arribado y quizá, en la omnipresencia tecnológica actual, pueda capturar más seguido nuestros dispositivos.
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