Ha pasado un año desde que Carlos Castillo fue consagrado arzobispo de Lima.
Ha pasado un año desde que Carlos Castillo fue consagrado arzobispo de Lima.

Estuvo en para reunirse con el Papa. Alojado en una casa muy cerca al Vaticano, solo salió de ella para el encuentro con Francisco, quien dejaba atrás un resfrío. “Lo vi muy bien, siempre animoso, optimista, muy abierto”, detalla. Cuando llegó la hora de volver, no había pasajes aéreos. La crisis avanzaba. Aterrizó en Lima cuatro días antes de que empiece el aislamiento social por el . Fue puesto en cuarentena. Pasaron 14 días y no presentó ninguna reacción vinculada al COVID-19. Para un sacerdote el retiro permanente no es nuevo. “Normalmente vivimos solos o con la familia pero siempre con un recogimiento propio”, dice telefónicamente desde su casa en Lince, donde nació.

Su hermano fue asesinado por la guerrilla del 65 luego de salvar a un amigo. “Eso me abrió los ojos para decir: ¿qué pasa en este país?”, evoca sobre aquel tiempo en que tenía 15 años de edad y su hermano 29, hijos de una familia de siete hermanos. Esa fue la razón capital para estudiar Sociología en San Marcos, con profesores de la talla de Julio Cotler, Augusto Salazar Bondy, Javier Pulgar Vidal y José Matos Mar.

De padre policía, Carlos Castillo asegura que quiso ser sacerdote desde niño, cuando ayudaba en la misa de las 6 de la mañana. Su tío fue el arzobispo auxiliar de Lima, el monseñor Arbulú Pineda, quien al final de las misas le regalaba hostias sin consagrar. Su madre, de padre italiano, le confeccionaba un vestido para que Carlos Castillo juegue a la misa. Hoy cumple un año como arzobispo de Lima y casi diariamente, hasta antes de la cuarentena, recibía a Stéfano, un niño a quien le regalaba hostias en las iglesias del Rímac y luego en la catedral de Lima. ¿Será arzobispo? “Probablemente”, responde y se escucha su risa al otro lado de la línea.

¿Cuál es su lectura de esta pandemia?

Hemos creado un mundo enormemente desarrollado en técnica, economía, riqueza, pero no favoreciendo la salud de las personas. Es un sistema económico que desgraciadamente está mostrando su deficiencia absoluta con el ser humano. Entonces, necesitamos una urgente reforma. Esta pandemia es expresión de lo que le faltaba al sistema. ¿Cómo es posible que nos hayamos desarrollado tanto sin pensar que lo primero era la seguridad del ser humano? Como dice el Papa, estábamos enfermando al mundo y pensamos que jamás nos íbamos a enfermar nosotros.

Usted tiene esta frase: “A ti te digo, levántate”. ¿A quién decirle eso hoy?

Levantarse hoy significa inspirarse para poder encontrar soluciones tanto sociales como científicas que pudieran ayudarnos. Pero la oración y la petición a Dios no es una magia, es una experiencia de vivir con los ojos de Dios para que encontremos las soluciones adecuadas.

Se suele decir que Dios nos está dando un estate quieto.

Pensamos que los males los manda Dios. Los males existen porque el mundo es perfectible. Los males son desafíos reales que tenemos que enfrentar. Jesús nos llama para que actuemos. Quienes han entendido eso son las enfermeras, los médicos, los barrenderos.

¿Cómo ayuda la fe y la religiosidad en estos días?

Que podemos salir de las situaciones difíciles y tener esperanza. A Dios le pedimos inspiración para que, por medio de su amor, resolvamos este problema.

¿Y qué ocurre con quienes no son creyentes?

Es muy difícil que una persona sea absolutamente no creyente. Yo también soy ateo de un Dios que mata a sus enemigos. Todos somos, de alguna forma, ateos de cierta imagen de Dios.

¿Lo que implica que todos somos creyentes de cierta imagen de Dios?

¡Así es! El ateo, sin saberlo, tiene una idea de la divinidad justa. Hay muchos que, sin ser cristianos, sí creen en la justicia, en el amor, en el servicio. Deben haber varios médicos que no son creyentes porque son científicos, pero están dando la vida. Ellos nos enseñan cómo hay que ser creyente a través de los valores. Entonces, uno tiene que aprender a reconocer que allí hay una imagen de Dios más interesante de la que a veces nosotros propugnamos.

¿La Iglesia Católica cómo está apoyando en esta crisis?

Todo se está dinamizando en coordinación con las parroquias. Hay unión con varias instituciones. Y hay otro aspecto, suscitar por parte de las parroquias la oración en casa; a la vez, que los teléfonos de las parroquias estén disponibles para que ayuden dando consejos. En estos días se abrirá una línea de consejería más general, en la que habrá sacerdotes, monjas y psicólogos que ayuden a mantener la esperanza.

¿De qué manera vivir esta Semana Santa?

Invitamos a un recogimiento a través de la oración en casa, especialmente el día más importante, el Viernes Santo. El jueves, que es el día de la institución de la eucaristía, vamos a transmitirlo a través de los medios. El Sábado Santo será por redes y canales privados, y el Domingo de Resurrección será televisado por la red nacional. El Viernes Santo tendremos siete predicadores, entre ellos una mujer, la hermana Carmen Toledano, excelente monja contemplativa agustina.

¿Es inédita esta presencia de una mujer?

Es la primera vez que se da en el sermón de las tres horas en Lima.

La mujer debería tener una mayor presencia.

Así es. El Papa quiere que ocurra. Ya hay una mujer en la Secretaría de Estado del Vaticano. Hay que reconocer más su presencia.

¿Cómo afrontar la vida después de la cuarentena?

Tenemos que prepararnos para una forma de vida distinta. Hasta que no se encuentre una solución médica, las incursiones del virus pueden venir por oleadas. Llevemos una vida disciplinada. El despegue económico será difícil y es probable que tengamos que inventar nuevas formas de economía más concentradas y menos internacionales. Una economía más al servicio del Perú.

AUTOFICHA:

- “Me llamo Carlos Castillo Mattasoglio. El apellido materno es italiano, mi abuelo vino de Italia. Tengo 70 años, nací en Lince, a 30 metros de donde estoy, en la Av. Merino. Una partera ayudó a mi madre. Ocurrió luego de que mis padres vieron una película y rieron mucho”.

- “Estudié Sociología en San Marcos. Fui profesor en la universidad Daniel Alcides Carrión de Cerro de Pasco. Luego entré al Seminario del Colegio Español de Roma, enviado por el cardenal Landázuri; allí estudié en la Pontificia Universidad Gregoriana, filosofía y teología”.

- “Debo haber publicado unos ocho libros. Hace años hice un esbozo de un nuevo libro: Hacia una teología de regeneración; estoy esperando para más adelante terminarlo, si me da lucidez el Señor. Me inscribí en Netflix para ver Los dos papas, muy buena. Y preparo el camino futuro de la Arquidiócesis”.