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Arqueólogo Walter Alva: “El Estado trata mal a todas las personas que nos hemos jubilado”
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Ha pasado más de un mes desde que Walter Alva, artífice de uno de los 10 descubrimientos arqueológicos más importantes del mundo, fuera ingresado de emergencia a una Unidad de Cuidados Intensivos. No fueron pocas las muestras de solidaridad de familiares y amigos. Pero por parte del Estado, el silencio fue elocuente. La visita que la ministra de Cultura, Leslie Urteaga, le hizo al reconocido arqueólogo fue la única muestra de buena voluntad. Pero desde ese día (24 de mayo) nada se sabe del ofrecimiento de trabajo que se le hizo. De vuelta en Lambayeque, el Dr. Alva espera, entre la arena y el viento, que le den la oportunidad de seguir trabajando por el país.
¿Quién es el doctor Walter Alva?
Un arqueólogo de profesión de vocación y de pasión. Porque la arqueología es una pasión. Un trabajador de la cultura. He trabajado 47 años al servicio de mi país y estoy en condiciones de seguir haciéndolo
Si estuviéramos en el antiguo Perú, usted sería como una especie de gran sacerdote Mochica por su trayectoria y experiencia. Pero su familia y amigos han tenido que pedir públicamente apoyo económico para sus gastos médicos.
El sacerdote era el hombre que manejaba los rituales y podía aconsejar un poco al Señor en los asuntos del Estado, que es lo que quisiera seguir siendo: una especie de consejero y orientador para los temas de arqueología. La experiencia que yo he vivido quiero trasladarla para las próximas generaciones. Siento que todavía tengo mucha energía y entusiasmo para investigar. Una de las cosas que me ha sorprendido gratamente, pero que también me conmovió, es que un grupo de amigos y algunos familiares decidieron solicitar apoyo y ayuda para mi tratamiento. Lo que va a venir en adelante es que tengo que seguir una dieta especial y tener ciertos cuidados. Y bueno, en mi condición de jubilado con una pensión de S/. 850, obviamente no puedo tenerla.
¿Quién corrió con los gastos de la operación?
La operación y los gastos médicos fueron asumidos íntegramente, incluyendo mi evacuación con un taxi aéreo desde Chiclayo a Lima, por la empresa privada. La Clínica Aviva es una clínica a la que realmente le tengo la mayor gratitud, porque ellos no solamente me han salvado la vida, sino que lo han hecho de la manera más espontánea y generosa. Yo jamás hubiera podido solventar una atención médica de este nivel.
Parece que el Estado trata con desidia los a estudiosos.
Creo que el Estado trata mal a todas las personas que nos hemos jubilado, muchos de los cuales, como en mi caso, estamos con 70 años y total lucidez. Tenemos una carga de experiencia con la que podríamos seguir contribuyendo. Hace poco dije que, en todas las culturas en el antiguo Perú, el consejo de ancianos era el que decidía los aspectos más delicados del Estado. Y en otras culturas orientales, los de mayor edad eran quienes recibían la mayor atención porque representan la memoria viva.
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¿En qué se encuentra trabajando ahora?
Estoy trabajando ahora con mi esposa Emma y con mi hijo mayor un libro sobre la cultura Mochica. Debe ser un compendio de todo lo que fue el pueblo Moche, incluyendo las investigaciones de los últimos 40 años. Será un libro accesible al público, de fácil lectura y muy gráfico. Porque si algo nos fascina de los mochicas es su maravillosa cerámica y su arte, que es de una exquisitez, un realismo y una calidad expresiva solo comparable con las grandes civilizaciones del mundo antiguo.
En 1987 usted encuentra al Señor de Sipán rodeado de riquezas. ¿De qué riquezas está usted rodeado?
De mi familia, esposa, hijos y amigos. Ésa es mi verdadera riqueza. Pero la riqueza del Señor de Sipán no era una riqueza que se podía vender ni comprar. El oro, símbolo del sol, era un privilegio y emblema de su dignidad. Las joyas reales y los ornamentos eran símbolos de su altísimo rango. En mi caso, yo soy, como dije una vez en una entrevista para National Geographic, y me salió tan espontáneo, el último sirviente del Señor de Sipán.
¿Y su familia?
Mi familia, por supuesto. Tengo la satisfacción de tener una familia maravillosa. Tuve dos matrimonios y mi difunta esposa fue una mujer extraordinaria. Pero tuve también la suerte y el privilegio de rehacer y tener una nueva vida con Emma, mi esposa actual. Ella es la que ha logrado que yo viva realmente. Porque en las condiciones en las que estaba cuando tuve la segunda crisis, ella ha sido no solamente un ángel guardián, sino la persona que ha manejado mi salud, que ha afrontado los momentos difíciles con una voluntad y un estoicismo realmente admirable.
¿Qué teme de la muerte?
Nada. Creo que será un reencuentro con personas que he conocido, con mi familia querida. Con mi padre, los amigos que se fueron, los familiares que hemos querido tanto. Espero tener muchos años de vida. Tengo el modelo y la matriz, llamémoslo así, de mi madre de 96 años, que está en mejores condiciones de salud que yo. Espero llegar a esa venerable edad.
¿Y tal vez haya un reencuentro con el Señor de Sipán?
Claro y habrá un reencuentro con el Señor de Sipán a quien he servido en la vida. Y tendré que decirle, como dije una vez, “misión cumplida, mi Señor, hemos salvado sus conocimientos, hemos salvado sus maravillosos ornamentos y hemos puesto frente al mundo lo que fue nuestra cultura y lo que fue usted como gobernante”.
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