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Amparo Brambilla: “Las vedettes en Perú dejaron de existir hace más de 20 años”
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Cuando regresó de España, donde vivió por seis años, Amparo soñaba con ser flight hostess y viajar por todo el mundo, pero su madre le exigió que estudiara secretariado, pues era la opción más segura en ese momento. La joven de 16 años amaba la música y era fanática de Village People. Por eso, cuando el mítico grupo estadounidense llegó a Lima, ella no dudó ni un segundo en asistir a su concierto. Pese a que su mamá, una mujer controladora y sobreprotectora, no le dio permiso, Amparo se escapó y se salió con la suya. Fue en esa fiesta donde conoció a quien ella considera su descubridor, Eduardo Solari, quien en esa época era un gerente de televisión y estaba preparando el programa de Tulio Loza, A cholo color.
Eduardo reconoció a primera vista el potencial de Amparo y le pidió que lo buscase en su oficina para hacerle una prueba de cámaras. Pasaron solo algunos años desde ese concierto para que Brambilla sea considerada un sex symbol de la generación de los 80, su trabajo como vedette fue aplaudido por el público y por eso desfiló por programas de televisión, telenovelas, obras de teatro y más. Este mes está presentando la obra Y ahora... ¿qué hacemos con Jacinto? en el teatro Mocha Graña.
¿A qué se hubiera dedicado si no hubiese sido artista?
Secretaria definitivamente no iba a ser, porque yo lo acepté por mi mamá, para darle gusto, pero ahorita creo que estaría viajando por todo el mundo como flight hostess.
Cuando empezó su papel como vedette, ¿cuál fue la reacción de sus padres?
Después recién me he enterado de que a mi papá se le complicó el tema porque sus amigos lo molestaban. Y para mi mamá, la idea de que su hija estuviera en ese ambiente era terrible porque pensaba que la niña de sus ojos se iba a perder y gracias a Dios que no. El hecho de que yo tuviera una hija hacía que la pusiera siempre antes de todo. He tenido frente a mí oportunidades de todo tipo: bonito, feo, bueno, malo. Pero pensar en ella hacía que reaccione y piense bien. Así demostré que podía tener mi carrera siendo un ser humano común, solo que usaba ropa diminuta, coqueta, bailaba y cantaba, pero con decencia.
¿Se le hizo difícil ponerse un traje tan chico la primera vez?
De hecho que sí. Cuando empecé en mi primera obra de café teatro salía con una especie de ropita de baño. Pero cuando me lanzan de vedette, pensé que iba a ser la misma ropa y no fue así. Lo supe a pocas horas de entrar, cuando ya no podía hacer nada y sí fue chocante. Una cosa es la ropa de baño y otra un hilo dental. Pero al final te vas acostumbrando. Fue mi comienzo y tuve que pagar mi derecho de piso. Luego pude tomar la decisión de no querer usar ese tipo de ropa, sino algo insinuante, pero más grandecito.
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¿La sociedad limeña de esa época era muy pacata?
Sí y no, porque en la época de los café teatro la mayoría de los asistentes eran parejas, no era que estaban llenos de hombres. Por ahí no faltaba alguna celosita que se molestaba, pero era una cosa esporádica. Además, en esa época empezaron a llegar las argentinas y ellas sí usaban las verdaderas tangas que eran chiquitititas. Lo que yo usaba, en comparación, era un calzón con bobos. Además que venían todas exhuberantes, con toda la siliconeada. La gente las aceptó y se tomó normal la época del vedettismo; o sea, que no había tanta golpeada de pecho.
¿Qué significa ser una vedette realmente?
Una vedette es el centro de atracción, tiene que ser alguien con nociones de baile, canto, actuación, es como una show woman completa. Desgraciadamente aquí se ha trastocado ese término y ahora una chica se pone un bikini y un par de plumas y ya es vedette. Hay chicas muy lindas, que bailan muy bonito, pero son bailarinas, no son lo que –en su época– era para nosotros una carrera de vedette.
¿Considera que en la escena del mundo artístico peruano hay vedettes?
No existen. Dejaron de existir desde hace más de veinte años. Las últimas que más se acercaron fueron Mariella Zanetti y Tula Rodríguez, pero tampoco lo fueron. Tula baila muy bonito, pero nunca cantó y Mariella menos. Han desarrollado su carrera de otra manera, pero algo distinto al vedettismo.
¿Por qué ya no hubo más?
Los empresarios ya no invertían. Nosotros teníamos unas obras que duraban seis meses y éramos un elenco grande. Estaba la vedette principal, bailarines, cómicos y había mucha inversión. Pero ya luego los empresarios empezaron a aminorar costos. Luego vino lo del terrorismo y el toque de queda, por eso no podíamos trabajar de noche. Todo eso fue enfriando el mercado hasta que desapareció.
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De todos los papeles que interpretó, ¿a cuál le tiene más cariño?
En programas cómicos, definitivamente creo que el sketch de Petipán con Amparo fue algo que marcó mucho al público y en mí. Fue un sketch muy casual, pero caló en la gente.
Ahora hay muchas críticas a los realities televisivos. ¿Qué opina sobre ellos?
Cuando estos programas recién aparecieron me gustaban porque veíamos una competencia sana, divertida, diferente. Pero ya después cuando se empezó a desmejorar la competencia y empezaron cada uno con sus escandalitos y sus cosas, la verdad a mí me parece lamentable porque los niños ven que les faltan el respeto a la mujer, la maltratan psicológicamente, me parece que no es nada saludable.
¿Usted conoce a Daniela Darcourt desde pequeña?
Sí, la conozco desde chiquitita cuando estaba en una academia con Marita Cabanillas. Me invitaron para amadrinar esa academia y la conocí ahí. Ella cantó con más chicas vestidas de angelitos, hicieron sus coreografías. Me acuerdo muy bien de la carita de Daniela y no ha cambiado nada.
AUTOFICHA
- “Soy Amparo Brambilla Coronado, nací en La Victoria, donde viví hasta los seis años, luego me mudé a Lince. Mi mamá era norteña, de Pacasmayo, creo que de ella saqué el ritmo, el sabor. Mi papá medía dos metros, de él saqué la talla, yo mido 1.80 metros”.
- “Cuando pasó un tiempo de mi época de vedette me pregunté si es que quería que simplemente me vieran así o como algo más. Cuando entré a La Revista dije que ya no quería usar hilo dental, luego llegó un fotógrafo que me pidió una foto de espaldas y dije que no”.
- “Mi mamá y yo fuimos a España porque ella tenía una hija mayor que vivía allá. Mi infancia fue muy bonita en Lima porque estaba con mis primos, en cambio cuando me fui a Europa vivía con gente mayor, entonces, estaba aburrida porque tampoco salía. La verdad que muy lindos recuerdos de esa época no tengo”.
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