Alicia Maguiña, sobre los 80 años de edad, revisa su vida y obra. (Fotos: Anthony Niño de Guzmán).
Alicia Maguiña, sobre los 80 años de edad, revisa su vida y obra. (Fotos: Anthony Niño de Guzmán).

Lleva un collar y pulseras hechos con cachos, en armonía con su ropa sencilla, de un color discreto y, por ello, elegante. Su cabello no tiene ninguna imperfección y en su rostro iluminan sus ojos tremendos y penetrantes. Ella es sinónimo de garbo y distinción, pero no de arrogancia. En su casa todo brilla, cada mueble está perfectamente alineado y en las mesas y paredes está el Perú, desde cruces de camino hasta . “No me siento alguien excepcional. Tengo una especie de instinto que me hace detectar lo que es de verdad”, me dice Alicia Maguiña, la cantante y compositora peruana. La artista en toda la magnitud de la palabra.

No nos revela el tiempo en que ha escrito sobre su vida y obra, pero sí que lo hizo a mano y en varios cuadernos, cuyos textos pasaron a la imprenta bajo el título de ‘Mi vida entre cantos’ (Fondo Editorial de la Universidad San Martín de Porres/Ministerio de Cultura). Libro autobiográfico que este jueves 31 se presenta, a las 7 p.m., en la Facultad de Ciencias de la Comunicación, Turismo y Psicología de la USMP.

En más de 300 páginas, en una presentación impecable, podremos conocer el universo de Alicia, a través de relatos en primera persona, reflexiones, información periodística de la época, partituras, letras de canciones, fotografías y toda prueba que certifica su valor. Como dice en el prólogo el profesor sanmarquino Rodrigo Montoya nuestra cantante limeña aprendió, respetó y defendió la creación artística sin ningún interés de modernizar, estilizar, desindigenizar, mejorar o embellecer lo indígena o popular.

“Soy una persona muy sensible. No me creo una diva ni me creo nada. Simplemente, me gusta decir la verdad”, subraya a sus 80 años la también intérprete de hermosas versiones como “Hermanoshray” y que paseó su fina y aguda voz por el huayno, vals, tondero, marinera, polka, festejo y cuanto pudo, dibujando una geografía sonora del Perú como pocos artistas lo han hecho.

La última vez que cantó fue en el año 2000 y lo hizo con Óscar Avilés, uno de sus maestros y referentes. Hoy a veces canta en la intimidad. En esta entrevista nos da un concierto de inteligencia y honestidad, pero con corazón.

Alicia Maguiña
Alicia Maguiña

En el libro relata que todo empezó con “Todos vuelven”. ¿Cómo así?
Esa canción la escuché en la voz más linda que ha habido de la música criolla, como ha sido María de Jesús Vásquez. Es la voz más clara, afinada y con armónicos.

¿Cómo fue esa escena de escucharla por primera vez?
Estaba sola, jugando y la radio estaba prendida. Yo tenía seis años. Me quedé maravillada. La comencé a seguir en la radio. Luego vinieron los valses de Felipe Pinglo y la guitarra de Óscar Avilés, que tocaba con los primeros Morochucos que hubo. Esos son mis tres referentes. Cada uno tenía estilo, que es lo que no hay ahora.

¿Qué es el estilo?
La manera de ser uno mismo. Al cantar no tienes que copiarte de nadie, sino hacerlo como tú lo sientes. No ha surgido nadie con estilo, que yo haya escuchado.

Después de esa primera vez con “Todos vuelven”, ¿qué vino?
Te voy a contar una anécdota, pero que es un mal ejemplo. Una vez, mis padres y mis hermanos fuimos a un almuerzo en Chaclacayo. Estaba prendido un equipo de sonido y sonaba un tondero con Los Morochucos, que me encantaba. Había una voz aguda y ronca. Miré para todos lados, agarré el disco, con funda y todo, y me lo puse debajo de la chompa. Me fui al auto y, al lado, mi hermano Alfredo me dijo: “¡Lo estás robando!”. “Cállate”, le dije (risas). Yo tenía 12 años. Con los años, supe que esa voz era de Óscar Avilés. Conservo el disco. Es lo único en mi vida que he robado (risas). Cuando ya estábamos instalados en Lima, leí que Avilés tenía una academia. Les pedí a mis padres que me llevaran donde él y me enseñó a tocar guitarra.

Pero en Ica nació la vena social de Alicia Maguiña.
Sí y me he venido a dar cuenta ahora. Le hice un tondero a la mujer campesina de los valles de Ica. También un huaino “Serrana”, inspirado en una chica que trabajaba en mi casa que se llamó Felícitas. “Serrana de labios rojos, como el clavel. Humilde y bella como una oración. Tu voz es como el eco de una quena y tus trenzas son madeja de ilusión”, dice la letra.

¿Lo hacía por un sentido de justicia?
No. De belleza. “Indio” sí lo hice como un sentido de justicia. Era la época. Cuando Carlos Hayre y yo nos casamos, mi familia y la mayor parte de la gente que yo consideraba amiga me dejó de ver. Hasta salió un sacerdote diciendo que nos iba a excomulgar. No me parecía mal casarme con Carlos, pero sí medí las consecuencias. Por eso nunca tuve hijos con él.

¿Qué temía que pase?
No quería que mis hijos de Bryce (el hermano de Alfredo, el escritor) estuvieran en el Santa Úrsula y que tuviera un hijo con Carlos con inconvenientes para ingresar a esos colegios porque pedían no ser hijo de padres divorciados, etc.

A usted no la aceptaron en uno de esos colegios cuando llegó a Lima.
Así es, en el Sophianum. Decían que las chicas de provincias traían malas costumbres.

¿No cree que estuvo mal no haber tenido hijos por ese motivo?
No. El hijo iba a sufrir. Mis padres no habrían querido ser sus abuelos. Cuando Carlos y yo salíamos a la calle había procesión de carros mirándonos. Era horrible.

¿Fue una decisión de los dos?
Más mía. Aunque creo que ahí se perdió mucho del amor de Carlos hacia mí. Pero yo soy una persona muy responsable. No es que no quería un hijo negro. No quería maltratar a un ser humano.

¿Cómo descubre su capacidad para componer? Porque en el libro revela que no sabía que tenía esos dotes.
Ya había tomado clases con Avilés. En mi casa comencé a tocar y empezó a salir una música, que trataba que no se parezca a nada. Así brotó “Inocente amor”, mi primera canción. Mi mamá me decía “tú eres distinta” y siempre “tienes que ser tú”. Se me ha quedado mucho de ella. Por ejemplo, la estética era muy importante para mi mamá.

Uno ve a Alicia Maguiña y ve estilo, voz propia y estética.
Debe ser, no sé.

Aún se acusa de frívola y accesoria a la estética.
He visto en la televisión española a una cantante nueva que no se pinta los ojos, es muy joven y le pone toques modernos al flamenco. Se llama Rosalía. Me deja la piel de gallina. Ella no es teatrera ni recargada. Es precisa. Tampoco es gritona. En la televisión peruana veo que presentan a mucha gente con “talento”, pero lo que yo no veo es talento.

¿Dónde está el talento?
En la armonía de todo el artista.

En el libro dice que fue criada para saber qué es el buen gusto. Defínalo, por favor.
El buen gusto es nunca caer en excesos. Más vale menos que más. Soy sobria.

¿Eso se aplica para la música?
Sí, menos es más. No hay que ser recargado. En mi libro no pretendo deslumbrar sino que todos me entiendan.

Alicia Maguiña
Alicia Maguiña

Huancayo también fue clave en su formación e inspiración. ¿Qué la atrapó?
(Suspira). Todo. La música me eriza. Pero no soy partidaria de que la música andina se lleve al jazz. Tomás Pacheco ha hecho un huayno que se llama “Mi linda flor”, que la canta Silverio Urbina. Ese tipo de arreglo es el correcto. No pretendamos que nuestra música suene como la música Suiza. Me muero por Jauja y Huancayo, no sé cómo explicarlo. La música del Centro ha influido en todos los cantantes.

¿Qué diría que hace especial a Huancayo?
La huancaína es una mujer recia, de trabajo. Los huancaínos son muy orgullosos, seguros de sí y su música tiene una vitalidad enorme. Además, la música de Huancayo ya se está fusionando con todo.

¿Las fusiones están bien?
Siempre y cuando se hagan con criterio para encontrar la belleza de la raíz para no distorsionar el producto. No puede hacerlo un músico que solo lee y escribe. Tiene que ser un artista que sienta. No todos los músicos son artistas.

¿Qué hace artista a un músico?
Lo que transmite, como lo hacía Óscar Avilés.

José María Arguedas, de igual modo, fue clave.
Sí. Pero ya yo había incursionado en el huayno.

Pero me parece que cuando usted lo lee le encuentra sentido a todo lo que ya venía haciendo.
Sí. Fui a La Molina cuando lo velaron y era impresionante. Todos los estudiantes estaban en los campos con fogatas velando al maestro. Y una señora abrazaba el ataúd y le hablaba en quechua y lloraba. Vestida con ropa tradicional. Arguedas es fundamental.

Su madre era arequipeña, su padre chalaco e hijo de huaracinos. Usted limeña que vivió en Ica y que se siente jaujina y huancaína. ¿Cuál es su identidad?
El Perú. Y también amo, como no se imaginan, a Trujillo y Piura. Yo amo el Perú, a su gente y sus costumbres.

¿Qué balance hace de su vida y obra?
Siempre he sido frontal. He llamado a las cosas por su nombre, sin ser grosera.

¿Qué le falta?
Tener más vigencia con mis canciones, que recobre vigencia mi repertorio. Pero he trabajado en línea recta, con honestidad. Vengo de un papá que era así.

Alicia Maguiña
Alicia Maguiña

AUTOFICHA:

“Nací en Lima, en la clínica del hospital Loayza, el 28 de noviembre de 1938. A los dos meses de nacida, mis padres me llevaron a Ica porque a mi papá lo nombraron vocal de la Corte Superior. Ellos me vieron en mi mejor momento. Mi padre era parco, pero tierno. Mi madre era tierna y pegada a nosotros”.

“Cuando falleció mi padre, ya me había reconciliado con él (a raíz de que se casó con Carlos Hayre). Pero no sé si él escuchó mi canción ‘Recordando a mi padre’. Mi mamá no llegó a mi edad, pero me dijo: ‘¿Para qué te casaste con él?, hubiera sido tu amante (risas)’”.

“Estudié canto, guitarra, piano, contrapunto de marinera. Tengo 19 long plays, la mayor parte los hice en Iempsa. Tengo como ocho discos compactos. Dejé el canto porque acá en Lima la gente critica banalidades; pensaba que al haber engordado un poco y no haberme hecho cirugías, no iba a gustar”.