Alberto Benavides Ganoza es un educador, filósofo, poeta, escritor, conservacionista y filántropo. Un amante de la cultura peruana. Y además un gran difusor de la poesía. Ahora, presenta un libro que resume el pensamiento de su padre, Alberto Benavides de la Quintana. El volumen se llama El cultivo del talento. Una historia de Buenaventura (Debate, 2023), y es un compendio de ensayos publicado por Penguin Random House Perú.

¿Cómo surge la idea de publicarlo?

Leyendo el archivo que tenía mi padre, consulté a mis hermanos y ellos estuvieron de acuerdo en juntar estos escritos suyos. También hay entrevistas, pero fundamentalmente lo que nos interesaba eran los escritos. Creo que pudieron salir más textos. Además, sabemos que hay mucha gente que tiene mucho aprecio por mi padre. Aprecio justificado, creo, porque fue un gran empresario, un caballero. Y bueno, juntamos todos esos textos y salió el libro.

Como pionero de la minería, su padre tuvo que conquistar el ande y domar la difícil geografía peruana.

Bueno, yo he tenido la suerte de viajar con mi padre por todo el Perú desde muy niño, desde los cuatro años, y haber entrado en las minas. Fue un hombre ejemplar en muchos aspectos. Fue muy trabajador y estuvo atrás de las minas. Trabajó toda su vida, y eso por supuesto es un gran valor. Fue un peruanista, una persona que trató de enriquecer el Perú. Yo mismo no soy peruano: soy un hijo del Perú.

Recuerdo que usted editó un libro muy completo de poesía minera andina.

Se publicó por los 30 años de la Compañía de Minas Buenaventura. En ese libro se recopilaron muchas cosas. Efectivamente, hay mucha poesía de tema minero en Perú. Y también una serie de grabados antiguos maravillosos, por ejemplo. Ese libro salió, como le digo, de un encargo que me hizo mi papá. En vez de hacer otras cosas en plata, decidimos hacer un libro.

También organizaba el Festival Internacional de Poesía de Cajamarca.

El Festival Internacional de Poesía El Patio Azul de Cajamarca se hizo durante ocho años. A nuestros recitales en Cajamarca iba medio pueblo. En algunos salían 200 personas. Durante los ocho años que hicimos ese festival de poesía internacional trajimos a gente de Colombia, Ecuador, España y, por supuesto, los cubanos. Hay una persona que es importantísima en ese festival, que es Arturo Corcuera. Un gran poeta amigo mío. Lo extraño mucho. Él nos ayudaba a armar esos festivales y a ver a quiénes invitábamos.

Hay una relación entre minería y literatura. Tienes Collacocha de Enrique Solari Swayne y El Tungsteno de César Vallejo, por ejemplo. Este libro es una especie de memoria minera.

Sí, claro. Además, mi padre escribía muy bien, cosa que es rara en un empresario. Y por supuesto eso es parte de su formación jesuita. Mi padre fue un jesuita toda su vida. Por supuesto mi padre fue laico siempre, pero fue católico y jesuita. Por eso escribía notablemente bien. Y como peruanista leía muy bien al Perú. Conocía al Perú como pocos, el Perú de abajo. Es verdad que es una memoria sorprendente porque recordaba cada lugar y rincón, y conocía a muchísima gente que lo apreciaba. Eso lo hizo una persona especial, claro.

¿Ha descubierto una faceta de su padre editándolo?

Hay un texto ahí que me parece que es una bomba, que es maravilloso. Es sobre Lima sin agua en 2050. Es educación científica. Habla de la necesidad de llevar agua a algunos valles, de vincular la costa… Ahí habla el estadista, el ingeniero.

Sé que usted es también activista ambiental. Antes ni siquiera existía esa noción.

No había ni siquiera el concepto de cuidado. Es un tema que mi padre aprendió. Al final de su vida, mi papá lo tenía bien claro. No podemos permitir esa minería informal que acaba con valles y tierras. Hemos sido bendecidos con el mineral. La minería debe ser controlada por un Estado decente y con estándares, obviamente. Un Estado decente que no se corrompa, al que no se le pueda romper la mano para malograr tierras y valles. El Estado, además, tiene que defender su naturaleza en función de las futuras generaciones, para que no haya un estropicio para el futuro. Porque al final lo único que vamos a comer no es oro, ni dólares, sino lo que sale de la tierra. Entonces tenemos una obligación de mantener la tierra. A mí me gusta la naturaleza. Yo me dedico a la chacra.

Su padre tenía muchas dimensiones, además de ser empresario minero. Tuvo su lado científico, porque fue geólogo. También trabajó en el Banco Central de Reserva. Y fue alcalde de Cerro de Pasco. Estuvo en toda la cadena.

Alcalde, sí. Su labor en el Banco de Reserva fue muy importante. Él contribuyó con ese equipo. Nosotros, sus hijos, veíamos a mi papá cada 15 días. Él se iba al campamento minero.

¿Cómo resumir el pensamiento peruanista de su padre en pocas palabras?

Yo recuerdo desde niño a mi papá pensando en levantar a la gente del Perú, en hacer que todos fueran de clase media. En el Perú tenemos que tener un buen Poder Judicial, incorruptible. Es algo que le oí muchas veces. Sin un Poder Judicial incorruptible, no hay manera de que la cosa funcione.

Su padre falleció en 2014. Si hubiera visto la pandemia, la elección de Pedro Castillo y todo lo que hemos visto en estos años, ¿qué diría?

Una locura. Creo que es lo que pensamos casi todos los peruanos que tenemos algo en la cabeza.