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Admiramos tanto a Mario
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Cuando Mario Vargas Llosa anunció el año pasado tanto su retiro literario como de sus columnas y ensayos periodísticos, la tristeza de sus lectores menguó un poco con sus líneas finales: escribiré hasta los últimos días de mi vida, dijo, esperanzador. De hecho, en una entrevista a propósito de su última novela, soltó una frase tan literaria como cualquiera de sus historias. “Eso sería mi ideal: morir en medio de una palabra que se quedó sin terminar...”.
Mario Vargas Llosa cumple 88 años este jueves. Lo hará posiblemente en Lima, con su mente en Arequipa y el corazón en España. El mundo celebrará un año más del escritor que se hizo universal por compartir nuestras historias. Dicen que el mejor regalo para un autor es leerlo, aunque con Mario todo se invierte. El regalo es suyo, el obsequio lo recibimos nosotros con cada historia.
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GIOVANNA POLLAROLO, escritora
Lo primero en lo que pienso: porque ganó el Nobel, porque pertenece a los Inmortales, porque fue y es figura central del “boom”; porque puso al oficio de escritor como uno posible y hasta deseable por padres que antes de MVLL se hubieran opuesto a que sus hijos lo eligieran. Porque nos dio palabras, expresiones, personajes; porque es un referente común en estos tiempos de nichos cada vez más cerrados. Sin duda: gracias por tanto. Pero aun si no hubiera alcanzado esos y otros tantos logros —muchos vinculados con las usuales ideas de “éxito”—, no dudaría un segundo en responder: porque le debo mi pasión por la lectura, por los libros. ¿Y qué sería de mí sin libros por leer, por conseguir, por descubrir, por escribir? Sé que es una respuesta individualista, pero es la verdad: nunca olvidaré esas ya tres lejanas noches de mi adolescencia que pasé sin dormir porque no podía detener la lectura de La ciudad y los perros. Nunca olvidaré el asombro ante ese mundo que desconocía y me era mostrado como si estuviera ahí, mirando sin ser vista. Por eso y por tanto.
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RENATO CISNEROS, escritor
Queremos a Mario porque ha escrito al menos cuatro novelas portentosas que juntas constituyen una certera radiografía de nuestro vínculo con el poder. Lo queremos porque ha reflexionado con igual maestría acerca del destino de las sociedades como de las contradictorias pasiones humanas. Lo queremos porque nos ha legado una pregunta monumental para la que no hay una sola respuesta convincente (“¿en qué momento se jodió el Perú?”). Lo admiramos porque encarna un modelo de autor implacable: el escritor disciplinado que se repliega lo suficiente de la realidad para narrar historias que en parte explican esa misma realidad. Lo queremos porque milita en sus convicciones: pueden gustarnos o no algunas de sus ideas políticas, podemos percibirlas atinadas o imprecisas, pero las argumenta, las organiza y las defiende sin agredir ni insultar. Lo admiramos porque ha resistido con aplomo el paso del tiempo y porque el suyo es el último testimonio vivo de una época creativa deslumbrante. Lo queremos, finalmente, por su generosidad, porque siempre que pudo tender la mano a algún escritor en quien advertía un potencial o una voz propia lo hizo sin miramientos generacionales.
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HERNANDO TORRES-FERNÁNDEZ, Director del Centro Cultural Inca Garcilaso de la Cancillería
Admiro a Mario Vargas Llosa no solo por ser un ilustre literato arequipeño que ha recibido todos los premios y honores imaginables a los que un escritor puede aspirar en vida.
Escritor no únicamente como creador talentoso e inspirado, sino como trabajador incansable, disciplinado y apasionado de su oficio.
Lo admiro como intelectual cosmopolita y polifacético que ha cultivado casi todos los géneros literarios. Es un terco amante de su país, en el que ha ambientado sus novelas y obras teatrales, y hecho retratos inolvidables de personajes e historias que conmueven. Y esa profunda, densa, y hasta aparentemente contradictoria relación con el Perú, objeto de su permanente preocupación, lo hace un verdadero patriota.
Y lo admiro también por su honestidad intelectual, fácilmente comprobable a través de la transparente y argumentada evolución de su pensamiento político, que se lee en sus innumerables y estimulantes ensayos, artículos periodísticos, entrevistas y conferencias.
Mario es referente para sus compatriotas como defensor estoico e incondicional de la democracia, el Estado de derecho y la libertad. Libertad que, como decía Chateaubriand cuando fue incorporado a la Academia Francesa, “es tan naturalmente amiga de las letras que se refugia en ellas cuando se la destierra de los pueblos”.
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CAMILO TORRES, escritor
Opinaba ese griego al que erróneamente llamamos Longino que el escritor solo alcanza lo sublime con recursos que violenten su idioma. Dos milenios más tarde leemos a Vargas Llosa: “En verdad nada deja de tener importancia en el dominio formal, y son los pequeños detalles, acumulados, los que deciden la excelencia o la pobreza de una factura artística”. Está en las Cartas a un joven novelista. Este manual de narratología (que todo lector debería agradecer) ha sido definido por su autor como “un libro muy personal y, en cierto modo, una discreta autobiografía”. Arte, excelencia, relato de una vida, discreción. He ahí una clave para comprender al hombre, y, además, una ética de la escritura.
Abelardo Oquendo insistía en que Los cachorros es la obra mayor de Varguitas; Guillermo Nugent elige la gesta de Pantaleón; los críticos prefieren La guerra del fin del mundo; los nacionalistas, resentidos, se niegan a aceptar que la mejor novela peruana se ubique en Brasil y predican la superioridad de Conversación en La Catedral. Esta enumeración muestra la versatilidad del literato. Muestra también su destino como orfebre de las narraciones que necesitaba comunicar. La ética del escritor ha informado la estética de su vida.
LUIS RODRÍGUEZ PASTOR, investigador
Tras siete décadas de producción, pareciera que Mario Vargas Llosa siempre estuvo ahí, que su obra es tan ubicua como inagotable: narrativa, teatro, ensayo, periodismo, conferencias, memorias y más, siempre más. Por su despliegue y reinvención, si le quitamos el nombre a la tapa de sus libros resultaría difícil de creer que se trata del mismo autor. Por su abundancia, es tan abrumador como estimulante el pasacalle de personas, personajes, ideas, lugares, colores y más (siempre más), que convierten su obra en uno de los mayores caballos de Troya de los que podamos gozar. No estamos hablando de un planeta: hablamos de un universo.
A estas alturas de la historia, puedo afirmar que discrepo de casi todas las ideas que actualmente defiende, pero que cada día lo admiro más. Y es que representa como pocos escritores una dialéctica de la pasión, pasión al escribir y al actuar que configura la relación con sus lectores: positiva o negativa, pero necesariamente interactiva. Mario Vargas Llosa es en la actualidad el escritor vivo más importante del mundo, el último bastión de una época y de una ambición virtualmente extintas. Por estas y más razones, le estaré siempre agradecido. Y hoy lo celebro.
* Autor de Mario Vargas Llosa para jóvenes (2012) y editor de Dos soledades. Un diálogo sobre la novela en América Latina (Alfaguara, 2021), el único libro coautoral de Mario Vargas Llosa y Gabriel García Márquez.
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MARCO MARTOS, escritor
Mi experiencia junto a Vargas Llosa parte de que soy piurano y puedo decir que sistemáticamente he sentido el aroma de Piura en muchas de sus novelas, en sus personajes, sus lugares. Inclusive hay personajes que ha tomado de la realidad que el escritor no les ha cambiado el nombre. Siento el olor de Piura, las calles de Piura, el modo de ser de los piuranos. Por ejemplo, yo conocí a un ser humano que dio lugar a un personaje, César Lituma, que era capitán. Él fue el modelo que Vargas Llosa eligió para Lituma en los Andes. Por supuesto que la novela es ficción, pero es un personaje el que yo conocí. Así otros, como el padre García, que era muy diferente como lo presenta.
Vargas Llosa es un personaje que los piuranos que amamos la literatura lo queremos. Cuando salió la novela La Casa Verde, en Piura entrevistaron a un personaje que era habitual, un hacendado llamado Chapiro Seminario. Él dijo sobre Vargas Llosa que es un buen muchacho, que pronosticaba que llegaría lejos, pero que no entendía por qué lo había matado en un prostíbulo.
No coincido con las posiciones políticas de Vargas Llosa; sin embargo, creo que es un estupendo escritor y algunas de sus novelas tocan el corazón de cualquier piurano. Como Conversación en La Catedral o incluso novelas posteriores, como La fiesta del chivo, que me parece estupenda. Además, hay algo más que nos une. Él estudió en el mismo colegio que yo estudié años después. Además, mi padre, Néstor Martos fue su profesor de Historia del Perú en su último año, en el San Miguel de Piura.
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