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Nuestro presente le pertenece: a 79 años de la muerte del brillante Nikola Tesla
El 7 de enero de 1943, el científico y visionario Nikola Tesla fallecía, dejando un legado al futuro que sigue dándole facilidades a los humanos a décadas de sus creaciones.
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Era una medianoche de tormenta cuando nació Nikola Tesla, en Smiljan, Imperio austríaco, actual Croacia, el 10 de julio de 1856. Esto de por sí era algo mal visto en su época, pues nació en el seno de una familia ortodoxa. Era el cuarto de cinco hermanos y desde muy temprana edad vislumbraba en lo que convertiría: un genio.
Desde muy pequeño demostró un talento excepcional para las matemáticas y los maestros desconfiando de su genio, le obligaban a pasar pruebas para demostrar que no había copiado sus teorías.
Su ingenio se desarrolló en la década de 1870, cuando estudió ingeniería y física, aunque no obtuvo ningún título, pero su ingenio sin igual no requería de uno.
Luego de graduarse, en 1873, contrajo cólera y estuvo cerca de morir varias veces. Su padre, un sacerdote ortodoxo, le prometió que si se recuperaba, lo enviaría a una mejor escuela, pese al deseo de su padre de que Tesla sea sacerdote como él.
Llegó a la Escuela Politécnica de Graz, en Austria, donde sacó muy altas calificaciones en sus primeros años, sin embargo, su adicción a los juegos de azar le hicieron perder el rumbo y no terminó sus estudios. No se graduó.
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Después de muchas idas y venidas, Tesla llegó a París, para trabajar en una empresa de alumbrado del inventor de la bombilla y su futuro rival tecnológico, Thomas Alva Edison. Dos años después viajó rumbo a Nueva York para ponerse a sus órdenes.
Tesla fue contratado para mejorar algunos problemas en el servicio de la compañía dirigida por Edison en ese entonces, quien era considerado una eminencia en el ámbito.
La empresa de Edison tenía problemas con la distribución de energía eléctrica, pues los generadores estaban limitados a un número de hogares muy pequeño. Edison ofreció 50 mil dólares a quien rediseñara los generadores de corriente continua y mejorara este aspecto.
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Tesla lo hizo, mejorando mucho el sistema creado por Edison, pero cuando fue a recibir su pago, el neoyorkino no cumplió su promesa y solo le dijo: “Usted no entiende el sentido del humor estadounidense”.
Así inició la rivalidad, que poco después sería llamada “La Guerra de las Corrientes”, tiempo en el cual Tesla aplicó lo aprendido en Graz, creando su motor de corriente alterna, que consideraba más útil y eficiente que la continua, en clara oposición a Edison.
En 1888, el motor de Tesla llamó la atención de un empresario, George Westinghouse, quien adquirió la patente para aplicarlo en el sitema de trasmisión de electricidad.
La principal ventaja de la corriente alterna era la facilidad para transformar la tensión, lo que permitía transportar electricidad a largas distancias sin pérdidas de energía en el camino. Eso sin contar que estos motores eran más sencillos y económicos.
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El sistema se mostró por primera vez en la World’s Columbian Exposition de Chicago (1893). Dos años más tarde los motores de corriente alterna de Tesla se instalaron en el diseño de energía eléctrica de las cataratas del Niágara.
Sin embargo, este no fue el legado de Tesla, ni mucho menos. La corriente alterna fue un invento fundamental para nuestro presente, es decir, el futuro de Tesla, pero a este tenemos que añadirle mucho más.
En realidad, Tesla patentó alrededor de 700 inventos, entre los que destacan alguno como el submarino eléctrico, los principios de dispositivos de control remoto e incluso un prototipo probado del primer avión de despegue vertical muchos años antes del primer vuelo de los hermanos Wright.
Otro caso ocurrió en 1895 desarrollo un sistema para la transmisión radiofónica, pero el crédito se lo llevaría el italiano Guillermo Marconi, quien creó la radio con patentes de Tesla y ganaría el Premio Nobel de Física en 1909.
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También concibió un transformador eléctrico conocido como bobina de Tesla, que permitía transmitir altas cargas de voltaje sin necesidad de cables. Tesla trataría de llevar este principio a su máxima expresión con la Torre Wardenclyffe, una estación de telecomunicaciones que emplease la tierra como sistema de transmisión inalámbrica.
Sin embargo, en ese momento sus ideas no era muy comerciales como sí lo eran aquellos inventos de Edison u otros personajes, quienes fabricaban artefactos para poder comercializarlos, algo que Tesla no tenía muy en cuenta, pues sus ideas eran más filantrópicas que comerciales.
Sumido en las deudas, el gran inventor falleció un 7 de enero de 1943 en su habitación del hotel New Yorker, en donde residió en sus útlimos años. Al ver la utilidad actual de muchos de sus inventos, o en lo que derivaron muchos de ellos, quizá podríamos darle razón a lo mencionado por él mismo de manera profética:
“El presente es de ellos, el futuro, por el que he trabajado, es mío”
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