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Héctor Lavoe: Hace 12 años se rodó su película biográfica y hoy lo seguimos recordando así
'El cantante', grabada en enero de 2006 con la participación de Jennifer López y Marc Anthony, narra la vida de uno de los más importantes cantantes latinos y su adicción a la heroína, su historia de lucha y superación con el trasfondo de su música.
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Lavoe fue autor de una de las letras más recordadas por la gente: "Tu amor es un periódico de ayer, que nadie más procura ya leer".
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Retrato de Lavoe en la calle Atahualpa, Callao.
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Héctor Lavoe, el salsero que dejaba hasta las lágrimas en el escenario
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«De qué tamaño es tu amor, cuánto vale para mí, si pudiera yo comprarlo».
Cuando mataron a su hijo, Héctor Lavoe lloró cinco noches seguidas, sin levantarse de su cama, hasta que toda esa pena se congeló en su rostro. Dicen que desde entonces no volvió a sonreír para las fotografías. Nunca más. Desde entonces su voz no volvió a ser la misma. Fue el comienzo de su desventura: en unos meses le diagnosticaron sida, luego intentó suicidarse lanzándose desde el noveno piso de un edificio. Se le paralizó la mitad de su cuerpo. Pero sobrevivió, como muchas veces: ileso ante el dolor y la pena, ante el miedo y las ausencias. Sus amigos escapaban de él porque era adicto a la heroína: una hoja débil, un susurro que avergonzaba. Lo internaron en un sanatorio mental. Lo llevaron a terapias, pero ninguna intentó curar su marchito corazón.
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«Ahora me encuentro aquí, en mi soledad, pensando qué de mi vida va a ser».
Pero a Lavoe —reacio, desobediente— no se le ocurrió otra cosa que seguir cantando. Siempre llegaba tarde a sus conciertos, aunque todos lo esperaban con carteles y cerveza, con aplausos y picapica. Le decían 'El cantante de los cantantes', las cámaras lo (per)seguían en los camerinos mientras él rezaba y tomaba ron y rezaba y tomaba ron. Era más fácil encontrarlo en alguna esquina del Callao, fumando marihuana o jalando cocaína, que entrevistarlo en su casa, que arrancarle una declaración.
«Nadie pregunta si sufro si lloro, si tengo una pena que hiere muy hondo».
Nadie. Nunca nadie. Hasta que sucedió. Porque "todo tiene su final, nada dura para siempre". Un martes, el 29 de junio de 1993, a los 46, el pelo cayéndosele a pedazos, temblando de escalofrío, de dolor o de ambas cosas, Lavoe moría de un paro cardíaco. "A mi velorio no venga a llorar, no, no; yo sabía que un día tenía que acabar". Esa tarde de verano, como si el cielo supiera, llovió fino: copitos de nubes.
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