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Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

Mauricio Mulder,Pido la palabraPese a que no es negocio, el fútbol es una actividad sustantiva en el divertimento y en las políticas de salud de muchas sociedades. En el Perú, pese a los pobrísimos resultados de los últimos 30 años, es prácticamente el único deporte de masas dado el notorio declive del vóley y del básquet, otrora competitivos.

Pero hace ya muchos años que los ingresos por esa actividad son inferiores a sus egresos. Si los clubes de fútbol fuesen exclusivamente empresas, hace rato que muchos hubiesen caído en quiebra y cierre. Incluso los que hoy se llaman clubes "serios" son, en realidad, empresas de otros rubros que accesoriamente tienen clubes de fútbol: dos universidades privadas, una cervecería que es monopolio en el Perú y un grupo familiar azucarero, a más de cuestionados grupos económicos provincianos de oscuro origen. Ellos también pierden, pero los déficits son cubiertos por su matriz. Las universidades y el grupo familiar tienen, incluso, sendas leyes que los exoneran del pago del Impuesto a la Renta. Recordemos que, con gran desfachatez, una mayoría multipartidaria expidió una ley con nombre propio (Oviedo) para que no paguen impuestos ni deudas a terceros. Ahora, ese grupo alienta a su bancada multipartidaria para establecer límites al tamaño de la tierra agrícola, solo para eliminar competidores. Pero se dan el lujo de pagar sueldos de miles de dólares a sus futbolistas, llegando incluso a obtener el campeonato con el Juan Aurich el mismo día en que sus congresistas aprobaban su ley propia. Esos mismos congresistas se llenan la boca con que la Sunat embargue al fútbol.

Para que la actividad, además de deportiva sea rentable, las entradas al estadio tendrían que triplicar sus precios, así como los 'sponsors', la televisión y las empresas anunciantes y los futbolistas, y sobre todo sus agentes y la Agremiación, debieran bajar sus pretensiones. Cobran como europeos, pero no ganan ni en Bolivia. Las deudas son altas porque tanto la Agremiación como los agentes de los jugadores ponen vallas altísimas que solo los clubes con respaldo empresarial pueden pagar. Si los clubes que solo hacen fútbol, como la 'U', Alianza, Boys, Cienciano, Melgar, etc., no se endeudan para contratar a esos futbolistas y bajan sus estándares, corren el riesgo de bajar de categoría. O sea, empeorarían su crisis. Y da la casualidad de que son los equipos que tienen más hinchas. Un campeonato de primera sin esos equipos solo vaciaría estadios y ahondaría la crisis.

Por eso, solo a un inepto se le puede ocurrir que, mandando a la baja a un deudor, el problema está resuelto. Creen que, fusilando o metiendo en la cárcel a quien debe, el acreedor va a cobrar. La única manera de que la Sunat o la Agremiación cobren es facilitando la generación de recursos al deudor para que pueda pagar. Eso supone plazos, renegociaciones o hasta intervenciones gerenciales para el manejo del flujo financiero de los mismos acreedores, pero no el cierre de la actividad porque, allí, todos pierden.

Lo que hay en el tema del fútbol, como está sucediendo en el caso de la Universidad Católica o en la política en general, es la falta de capacidad que los peruanos tenemos para encontrar mecanismos de solución a los problemas fuera de la imposición y la mano dura. Lo que debiera ser solucionado por fórmulas de diálogo, arbitraje o acuerdos de intervención, pretende ser solucionado con palo y bala. Mucho palabreo con la mentada modernidad, pero siempre con mentalidades del siglo XIX. Diálogo, consenso, acuerdo, solución de conflictos. Palabras que se oyen mucho, pero no se practican nunca.