Tres horas y siete minutos se extendió en mensaje a la Nación de la presidenta Dina Boluarte en la sesión solemne con motivo del aniversario patrio. (Foto: Javier Zapata)
Tres horas y siete minutos se extendió en mensaje a la Nación de la presidenta Dina Boluarte en la sesión solemne con motivo del aniversario patrio. (Foto: Javier Zapata)

Días atrás, el primer ministro Alberto Otárola aseguró que el de sería un mensaje a la nación “potente y esperanzador”. A la luz de los hechos, sin embargo, el discurso presidencial no satisfizo las expectativas. Durante tres horas y siete minutos, la presidenta de la República no pudo transmitirle a la población las acciones concretas que adoptará su gobierno para combatir problemas como el de la inseguridad ciudadana y la corrupción campante que heredó de su antecesor, el golpista Pedro Castillo, pero que, a ocho meses de iniciada su gestión, pareciera que ella tampoco sabe cómo extirpar del aparato público. Más bien se perdió en los vericuetos de un superextenso y desordenado discurso de 72 páginas, en el que los anuncios de construcción de hospitales —seis en regiones y uno en Lima— y dos penales, y el relanzamiento —por enésima vez— del Acuerdo Nacional, se mezclaron con las posibilidades a futuro de un incremento del sueldo mínimo vital y tímidas propuestas de reformas políticas como la restitución de la bicameralidad y la elección de congresistas por distrito uninominal.

No hubo referencia alguna a un eventual adelanto de elecciones, menos a una eventual renuncia al cargo como le han reclamado insistentemente, en los últimos días, sus detractores. Por el contrario, dejó en claro que su proyección es de “tres años de gobierno” y reivindicó su asunción “constitucional” como presidenta de la República. Lo que sí hizo en la parte inicial de su alocución ante congresistas, ministros y autoridades congregados en el hemiciclo del Legislativo fue pedir perdón “en nombre del Estado, a los deudos de todos los fallecidos, civiles, policías y militares y también a los heridos” de las protestas registradas a partir del 7 de diciembre pasado, tras el golpe de Estado perpetrado por su exsocio político, y anunciar que el gobierno cumplirá las recomendaciones de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos sobre la materia.

“No hay forma de reparar ni devolver la vida, eso lo tenemos claro”, subrayó, describiendo a la par el clima de “convulsión social” del momento cuyo objetivo —subrayó— era “derrocar al nuevo gobierno y reemplazar nuestra democracia por una dictadura”.

VACÍOS Y FACULTADES

La jornada para Boluarte empezó muy temprano con su asistencia al Te Deum acompañada de sus ministros, y siguió con su mensaje a la nación ante el Parlamento donde no faltaron los desplantes de congresistas como Alex Flores y Jaime Quito, quienes desde sus respectivos escaños le dieron la espalda. Con todo, ella se ciñó al protocolo, y dio lectura pausada a su discurso, en el que —pese al proceso de desaceleración económica que atraviesa el país—, no hubo una sola frase destinada a generar un clima de confianza en el inversionista privado. Y tampoco mencionó acciones concretas para reactivar la economía del país, que mes a mes viene registrado indicadores negativos en cuanto al crecimiento.

Por el contrario, dejó abierta la posibilidad de un aumento de la Remuneración Mínima Vital (RMV), que actualmente se encuentra en S/1,025, lo que tendría un impacto negativo, principalmente en las micro y pequeñas empresas (mypes) que aún no se recuperan de las consecuencias de la pandemia. Habló de la minería, pero sin aterrizar en propuestas concretas; la mencionó en cinco oportunidades, pero sin comprometer al Gobierno en la tarea necesaria de impulsar la cartera de proyectos en ese sector que supera los US$53,000 millones.

Sobre la inseguridad ciudadana —que junto con la corrupción son los dos temas que más del 40% de la población esperaba que sean priorizados en el mensaje, según la última encuesta de Ipsos—, no hay mucho que decir. Y es que si bien Boluarte entregó ahí mismo un proyecto de delegación de facultades legislativas al Ejecutivo por 120 días para aprobar medidas para enfrentar la delincuencia, se inclinó más al recuento de cifras —6,600 bandas y 82 organizaciones criminales desbaratadas, aseguró— y a identificar como principales responsables de la criminalidad en el país a los ciudadanos extranjeros que a anunciar medidas específicas para solucionar este flagelo.

En cuanto a la corrupción, sus referencias se limitaron a dar más cifras sobre casos, diligencias e investigados, y a un somero compromiso de su gestión “de profundizar las investigaciones administrativas internas de los contratos que resulten sospechosos” en los diferentes portafolios.

REFORMAS POLÍTICAS

Otro tema que abordó la mandataria fue el de las reformas políticas, pero resultó siendo más una reflexión y buen deseo. “Quizá haya llegado el momento de debatir la elección de los congresistas a través de distritos uninominales. (…) los asientos podrían asignarse a mayorías absolutas, realizándose una segunda vuelta allí donde ningún candidato obtenga más de la mitad de los votos válidos”, sugirió. Lo mismo fue con la bicameralidad. “No le temamos al debate”, dijo con cautela que dejó a un lado cuando propuso modificar la normativa para garantizar un mejor estudio de las autógrafas de ley que observa el Ejecutivo.

En su listado de anuncios, la presidenta incluyó también la creación de un nuevo sistema previsional, la implementación de un nuevo Reactiva Perú, la construcción de un aeropuerto en el VRAEM, la entrega gratuita de medicamentos a los pacientes oncológicos, el impulso de la meritocracia y la revalorización de la carrera docente. ¿Cómo y cuándo? No lo precisó. Se dio tiempo también para asuntos más declarativos como la incorporación de la lucha contra el narcotráfico a su agenda o la adopción de medidas para asegurar el acceso universal al agua potable.

Así pasaron más de tres horas matizadas por aplausos entusiastas de fujimoristas como Tania Ramírez, acciopopulistas como Edwin Martínez y no agrupados como Edward Málaga. Desde las galerías se sumó su hermano Nicanor Boluarte. Mientras, a unas cuadras, manifestantes se enfrentaban a los policías arrojándoles piedras, botellas de plástico y palos en su afán de llegar a Palacio de Gobierno y al Palacio Legislativo. Ajena a eso, Boluarte reiteró su llamado a la reconciliación nacional. “Construyamos un país sin odios, comencemos a resolver en serio la parte afectiva de la patria que se encuentra muy fragmentada”, sostuvo mirando a los congresistas de los bloques de izquierda que la despidieron del hemiciclo vociferando y colocando carteles con frases como: “Renuncia, Dina asesina”. No habrá tregua.

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