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Redacción PERÚ21

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Guido Lombardi,Opina.21glombardi@peru21.com

Probablemente la más importante de todas es la aparición de un enorme número de jóvenes con más tiempo disponible, con mejores estándares de salud y con mayores expectativas respecto a su desarrollo personal y profesional.

Las instituciones educativas no han sido capaces de responder a ese desafío y menos aún las élites políticas como se demostró palmariamente la semana pasada. Pero vivimos, por fortuna, en un mundo globalizado y –aunque puedan dársele muchos contenidos al concepto– eso significa un mundo integrado a través de un número creciente de redes.

Formas rápidas y directas de comunicación permiten saber al instante lo que está pasando en otras latitudes y generan variantes políticas cuyas consecuencias son visibles, pero difíciles de predecir, inclusive para quienes las protagonizan. Lo que no se puede hacer es ignorarlas y reprimirlas como se ha hecho.

Cuando el ciclo expansivo del crecimiento económico parece haberse agotado y la incapacidad de los partidos políticos para cumplir su tarea de representar a los diversos sectores de la sociedad se hace manifiesta, no hay que ser zahorí para vislumbrar que muy pronto el descontento juvenil se sumará al de otros actores sociales (médicos, enfermeras, antimineros, informales, servidores públicos, trabajadores de la construcción civil) generando un clima de inestabilidad que nadie desea.

Sin embargo, la protesta juvenil es nuestra esperanza. Como ha dicho Jorge Secada en un reciente artículo, ellos exigen "que seamos intolerantes con quienes deshonran al Perú. Pero también que impongamos criterios de excelencia y honestidad sin concesiones".

Ojalá que el mensaje a la Nación del presidente Humala, del próximo 28, esté a la altura de esas exigencias.