De los cuatro cambios ministeriales, el que no tiene explicación evidente es el del MINEDU. Los otros tres se explican solos. Flor Pablo estaba realizando un buen trabajo, sin tropiezos que la hayan metido en problemas innecesarios y con legitimidad ganada para seguir con el encargo. En el mundillo ministerial siempre hay facciones e imagino que adentro tendrá sus detractores, pero los cambios ministeriales, se supone, tienen que responder a una lógica estratégica, aunque no se ha explicado cuál es la que se ha seguido en este caso.

En el último año el MINEDU ha sorteado con bastante acierto dos frentes críticos desde donde la oposición necia y los intereses mercantilistas buscaban minar el trabajo de ese sector. Enfrentó con firmeza la arremetida conservadora y fundamentalista de “Con mis hijos no te metas” y atacó con más fuerza que antes el lucro y la estafa en la educación privada. Ambos frentes han sido un dolor de cabeza en los últimos años, con una maquinaria demoledora en la orilla opuesta, pero, al menos en estos dos temas, la gestión de Flor Pablo mostró firmeza cuando fue necesario.

Por su parte, Martín Benavides estaba haciendo un excelente trabajo frente a la SUNEDU, la que, gracias a su gestión, debe ser la institución pública que más solidez ha mostrado el último año. Darle el ministerio es un ascenso para el que parece estar bien preparado, pero ¿por qué cambiar lo que estaba funcionando?

Con los titubeos mostrados por el gobierno, es probable que nunca sepamos las razones de este cambio inesperado. En todo caso, ya en esta nueva etapa, es fundamental que el ministro Benavides siga enfrentando con firmeza a quienes buscan boicotear cualquier intento de mejorar la educación pública y privada del país. A ellos, ni un centímetro.

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