Martín Vizcarra llegó al Congreso acompañado de manifestantes que apoyan a Rafael Vela y Domingo Pérez. (Rolly Reyna)
Martín Vizcarra llegó al Congreso acompañado de manifestantes que apoyan a Rafael Vela y Domingo Pérez. (Rolly Reyna)

La presencia del señor Chávarry a la cabeza del Ministerio Público es insostenible. Es más: lo fue desde un inicio. En las semanas previas a su juramentación, quedó bastante claro que no era la persona idónea para liderar a una institución tan sensible como la Fiscalía a través de una crisis tan profunda. Lo que muchos dijimos en su momento ha quedado confirmado por los hechos: Chávarry se ha convertido en una piedra en el zapato para la urgente reforma del sistema de administración de justicia. Y es prioritario que se vaya ya.

Ahora: con la misma convicción con la que creo que Chávarry debe dejar el Ministerio Público, cuestiono la propuesta del presidente de “intervenir” la Fiscalía a través de un proyecto de ley. Durante lo que va del quinquenio, las instituciones republicanas recogidas en la Constitución se han visto estresadas a un punto nunca antes visto, pero han soportado. A pesar de que en varios momentos se ha hablado de dictadura (refiriéndose al Congreso y luego al Ejecutivo), no ha habido ningún quiebre constitucional que el TC no haya resuelto con prontitud.

Intervenir un poder autónomo del Estado a través de una ley para remover a su estructura interna –o a su cabeza, en este caso– es un golpe directo que ningún demócrata debería permitir. Porque a pesar de que la causa sea aplaudida por las mayorías y urgente para una reforma imprescindible, una intervención de esta naturaleza implicaría abrir la caja de Pandora. Sentaría un precedente terrible que, más adelante, podrá ser usado contra la propia democracia si no la protegemos en esta oportunidad. Debemos poner presión en el lugar correcto.

Es el Congreso de la República la institución que debería darle prioridad absoluta a las acusaciones contra Chávarry. A pesar de varios esfuerzos, su silencio ha sido –hasta la fecha– cómplice de este caos. Ahora: frente a este desastre, el presidente tiene una oportunidad histórica. Si logra encabezar, como lo ha venido haciendo, la lucha contra la corrupción y la reforma judicial, y se dedica en 2019 a poner al día la gestión de varios ministerios, se podría ir en 2021 como un gran líder y con tremendas posibilidades para competir en 2026.

Pero para eso el presidente no puede dejarse seducir por las mieles del golpe fácil y del quiebre del sistema de pesos y contrapesos. Este país ha visto su democracia destruirse demasiadas veces y en muy poco tiempo: señor presidente, mantenga la caja de Pandora cerrada. Ese no es el camino.