Foto: REUTERS
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Es el Día de la Patria y tenemos al frente del país una gran crisis moral y de corrupción. Por tanto, no hay nada que festejar. Al contrario, es momento de ponernos de pie y enfrentar a esta clase política que nos gobierna si no queremos irnos definitivamente al desfiladero.

Hoy, Castillo no debería dirigirse a la Nación y menos presidir alguna ceremonia protocolar por Fiestas Patrias. Sería una afrenta a la dignidad del país porque este Gobierno se cae a pedazos con cada denuncia de corrupción que viene acumulándose en varias investigaciones fiscales.

Ahora que ya se han evidenciados los actos de corrupción en Palacio, la narrativa del Gobierno y sus oficiosos voceros ha sido la negación, llegando al extremo de no querer que se pronuncie el nombre de Bruno Pacheco y acompañado de un silencio cómplice de los ministros de Estado desde las revelaciones de estas corruptelas.

El Congreso va a iniciar las actividades de Fiestas Patrias con una nueva Mesa Directiva que es presidida por fujimoristas –Lady Camones fue candidata del fujimorismo en el 2020–, entonces hay suficientes argumentos para sentir vergüenza por el rumbo que estamos llevando al país. Aunque es paradójico que tengamos un Gobierno corrupto aupado por un Congreso presidido por fujimoristas, parecería que el destino se ensaña con nosotros.

La esperanza que tenemos está en la posibilidad de despertar a la población del letargo al que nos hemos sometido este año y organizar en serio la posibilidad de ejercer presión social desde la ciudadanía porque, al final, los costos de este Gobierno cleptócrata vamos a cargarlos todos y con consecuencias terribles.

No será la primera vez que los peruanos demostremos al mundo que somos capaces de levantarnos de las cenizas y podamos reconstruir la patria de los estragos de la corrupción en la que nos ha sumido este Gobierno y el Congreso. Es la tarea patriótica que nos queda.