"Juan Diego, vales un Perú". (Foto: GEC)
"Juan Diego, vales un Perú". (Foto: GEC)

No puedo presumir de ser conocedora de la ópera. Pero qué peruano, especialmente si vive en el extranjero, no se siente conmovido cuando oye hablar de Juan Diego Flórez.

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Y he aquí que, por primera vez, tuve la oportunidad de comprobar, en Valencia, a qué se debe su popularidad.

Acudí al espectacular Palacio de las Artes valenciano, donde el tenor peruano dio un recital en el marco del Programa “Grandes Voces”.

Nada más salir al escenario, el público, ya entregado, le brindó una inmensa ovación. Estas ovaciones tempranas a veces inducen a error, porque de la entrega, pueda pasarse sin solución de continuidad (si el artista falla), a decepción o deserción. No fue el caso. Al contrario, Juan Diego demostrando una simpatía y bonhomía entrañables, fue desgranando una a una, las composiciones de su complejo programa: Haciéndose inmenso con su voz, describiendo un paisaje imaginario, mientras recorría el perfil del piano, elegante, contenido en sus gestos, grandioso en la entonación. Provocó expresiones de verdadera fascinación en el público y “Bravos” espontáneos, a la conclusión de muchas de las arias en la que su voz parecía salirse de la frontera del escenario y de su cuerpo.

Tras dos horas de recital, y la entrega de un ramo de flores con los colores de nuestra bandera, vinieron “sus regalos”. Empezó con un maravilloso vals peruano. Y acabó con la “Donna é mobile”. ¡Qué maravilla de recital!!!

Juan Diego Flórez, siendo universal, no ha perdido sus señas de identidad. Es más, hace gala de ellas. Incluso, sin proponérselo. Y es solidario. El proyecto de inclusión social que promueve a través de la música, con jóvenes peruanos, merece nuestro respeto y admiración.

Juan Diego, vales un Perú.

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