La tensa calma que vivimos podría ser el preludio de una desgracia mayor, que no queremos para nuestro país.
La tensa calma que vivimos podría ser el preludio de una desgracia mayor, que no queremos para nuestro país.

La última sesión del Congreso mostró lo que tanto habíamos anunciado, durante varias semanas, que los congresistas no iban hacer absolutamente nada para aprobar el y que íbamos a ser testigos de la maledicencia de la mayoría de ellos que se aferran a sus curules con uñas y dientes.

Lo más grave es que esta componenda política tuvo como cereza del pastel la participación directa del presidente del Congreso, José Williams, quien sin ningún desparpajo levantó la sesión sabiendo que así terminaba inexorablemente el debate en la legislatura, con lo cual tenían el argumento legal para no volver a abordar el tema hasta la segunda quincena de agosto, cuando se abra la siguiente legislatura.

La puesta en escena empezó con el pedido expreso del congresista Montoya, de la extrema derecha, de una reconsideración al pedido de abordar el adelanto de elecciones en la legislatura con una ampliación hasta el 28 de febrero próximo. Con ello bloqueó groseramente cualquier posibilidad de debate y apertura final.

Por tanto, la sospecha de una trampa orquestada se validaría por el juego en pared entre la Mesa Directiva y lo más rancio del Congreso, que una vez más muestra sus angurrias y ambiciones políticas, anteponiendo sus intereses al del país, siendo indolentes con el dolor que hemos vivido en estos dos últimos meses.

Fue tan burdo el actuar de estos congresistas que hicieron evidentes sus mediocres intenciones; por eso exhortamos muchas veces al Ejecutivo a emplazar con firmeza el adelanto de las elecciones, pero tampoco escucharon y, ante la ignominia del Congreso, tendrán que asumir ambos las consecuencias de sus actos.

El problema no ha terminado; solo se está postergando la responsabilidad de la atención de un sector importante del país, que cuestiona a la clase política, pero sobre todo pide atención del Estado y les exige la presencia y atención del Estado.

La tensa calma que vivimos podría ser el preludio de una desgracia mayor, que no queremos para nuestro país.