"Detrás de la condenable agresión a la presidenta Dina Boluarte, hay historias no contadas..."(Foto: GEC)
"Detrás de la condenable agresión a la presidenta Dina Boluarte, hay historias no contadas..."(Foto: GEC)

Detrás de la condenable agresión a la presidenta Dina Boluarte, hay historias no contadas y menos difundidas del dolor de una madre y una esposa —en realidad el número de deudos es mucho mayor—, de proyectos de vida frustrados, de un menor de edad inocente que tuvo la desdicha de cruzarse ante la insania de un miembro de las fuerzas del orden que usó su arma de reglamento para segarle la vida, era prácticamente un niño.

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Está también el dolor de niños que lloran la ausencia de un padre y que se expone a la precariedad a la familia, porque era el único sostén del hogar y terminó atravesado por una bala criminal. Son historias que el Perú debe conocer, para que tengamos un poco de empatía a la hora de querer comentar lo sucedido.

Cuando la búsqueda de justicia nos frustra, la impotencia que deben sentir es indescriptible, al ver la impunidad del sistema de justicia y ver a los políticos que obstaculizan esa búsqueda y hasta se burlan con sus mensajes de negación y sobre todo provocadores, no solo con los deudos sino con todo un pueblo, como sucedió en Ayacucho.

Aquí hay responsabilidad compartida en lo sucedido y recae directamente en el equipo de gobierno, empezando por el premier Otárola, el jefe de gabinete de asesores, el jefe de la casa de gobierno y los jefes de seguridad, que tenían la responsabilidad de organizar un periplo en una región que rechaza abiertamente al Gobierno. Basta ver las encuestas y la desaprobación que es unánime en Ayacucho.

Qué corona tendrá Otárola en el Gobierno, que más bien osa salir en los medios de comunicación para seguir negando la realidad, minimizando las expresiones de protesta y ninguneando a la población ayacuchana. Él sabe que el evento fue una puesta en escena que buscaba rédito político, por eso armaron un supuesto mitin para dar la imagen de respaldo popular, una farsa y provocación.

Si queremos una verdadera reconciliación nacional, lo primero es buscar justicia para los deudos de las víctimas y memoria con la verdad, reconociendo la exacerbación de la violencia desde la infiltración de grupos violentos y políticos que azuzaban a las masas para enfrentarse y la respuesta indiscriminada y abusiva de las fuerzas del orden que dispararon a quemarropa, teniendo un Gobierno y un Congreso al garete que no cumplieron su compromiso de adelanto de elecciones.

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