Ya podemos decir que estamos en periodo electoral y no porque estamos a exactamente dos años de la primera vuelta —elección que normalmente se da en el mes de abril, cada cinco años—, sino por los preparativos que vienen haciendo los partidos políticos y los llamados “presidenciables” que se están ofertando en el mercado electoral. Pero ni por asomo hay un liderazgo que genere expectativa y, mucho menos, esperanza en un ambiente de tanta polarización y crisis con la corrupción.

En realidad, lo que se ha venido haciendo subrepticiamente en el Congreso es preparar el terreno para favorecer intereses de grupo, con la promulgación de leyes direccionadas y además derogando los pocos avances que se ha tenido en años de debate de la reforma política pendiente. Lo concreto es que nuevamente, gracias al Congreso, se van a perennizar las prácticas mercantilistas para la venta de las candidaturas, traficando los puestos expectantes en las listas congresales, con el beneficio evidente de los dueños de partidos políticos que tienen la discrecionalidad de vender candidaturas.

Recuerden que se tumbaron las elecciones primarias en la modalidad de las PASO como en Argentina, que permitían a la ciudadanía elegir a los candidatos congresales y definir el orden de la lista congresal; además de ser un filtro valioso para reducir la dispersión de votos, porque exigía un nivel de votos mínimos para pasar la valla, y que ingresen al proceso electoral los partidos políticos que tengan verdadera representación; ahora todo se fue al diablo.

Además, hemos sido testigos de las angurrias de los congresistas, que por mantenerse en el cargo usaron de pretexto las modificaciones constitucionales para la reelección de congresistas y la bicameralidad, direccionando la ley aprobada para que tengan una supuesta opción, porque saben que en un terreno parejo estos impresentables no tendrían ninguna oportunidad. No hubo ningún compromiso genuino con mejorar la calidad del Parlamento y promover la participación y vigilancia ciudadana, solo les importaba sus intereses personales para emprender esta supuesta reforma.

No conformes con ello, los congresistas han estado ajustando cuentas con adversarios políticos a punta de acusaciones constitucionales para que los suspendan en sus derechos de participación electoral. Ahora pretenden hacer una ley con nombre propio, para el caso Antauro —otro impresentable que asesinó policías— y seguro que hasta querrán allanar el camino para que Alberto Fujimori tenga una opción, es una locura.

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