Aun cuando solo parte de ella sea verdad, en esta última historia, la que Villanueva con sus verdades o medias verdades nos revela, se ve claramente cómo los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial se enredan uno con otro y entorpecen las tentativas de aplicar justicia, resaltó Teullet. (Foto: GEC)
Aun cuando solo parte de ella sea verdad, en esta última historia, la que Villanueva con sus verdades o medias verdades nos revela, se ve claramente cómo los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial se enredan uno con otro y entorpecen las tentativas de aplicar justicia, resaltó Teullet. (Foto: GEC)

Hace semanas que dos temas llenan los noticieros y páginas de los diarios: las idas y vueltas de Paolo Guerrero para jugar por el club César Vallejo con contrato firmado y avión privado, y las declaraciones de Jaime Villanueva, exasesor de la fiscal de la Nación Patricia Benavides. Después de largas discusiones, por fin quedó claro que Guerrero ha decidido cumplir su compromiso y ya inició los entrenamientos con el club. El caso de Villanueva es mucho más complejo: sus declaraciones han levantado olas y especulaciones respecto a cuánto hay de verdad en las afirmaciones que ha ido revelando y cuán comprometido está nuestro sistema de justicia.

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A medida que se ha ido desgranando la historia, y ante algunas incongruencias que se han ido detectando, cada vez son más los que piensan que, antes de tomarlas como ciertas, las declaraciones de Villanueva deben ser corroboradas. Por el momento, pareciera que cada quien puede escoger con qué parte de lo dicho por el personaje se queda: por ejemplo, si hubo presión para sacar a Vela o Pérez de las investigaciones del caso cócteles de Keiko Fujimori o si más bien hubo, con la mano de Gorriti detrás, influencias para acusar a esta de algo que no era delito.

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Una cosa que sí queda clara a raíz de las revelaciones de Villanueva es la sensación de inseguridad que nos da el sistema jurídico del país: la forma en que se trafica con la justicia es aterradora; fiscales y jueces en componendas y ciudadanos expuestos a decisiones arbitrarias que afectarán su vida; poderes del Estado que debieran ser independientes haciendo tratos unos con otros, intercambiando favores. Aun cuando solo parte de ella sea verdad, en esta última historia, la que Villanueva con sus verdades o medias verdades nos revela, se ve claramente cómo los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial se enredan uno con otro y entorpecen las tentativas de aplicar justicia.

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Lo que está en juego en este tema no es cualquier cosa, en muchos casos es la libertad de las personas; es que llegue el castigo a quien lo merece realmente y la exoneración a quien está siendo injustamente acusado. En el Perú, el abuso de la figura de prisión preventiva lo hace incluso más sensible: respaldada en argumentos falaces, hemos visto a decenas de personas sufriendo prisión sin que se les hubiera juzgado.

En el otro extremo están los casos en los que, debido a fallas de la Fiscalía o a la incapacidad de presentar pruebas a tiempo, se deja libres a delincuentes que representan un riesgo severo para la sociedad.

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Aunque, como ya se dijera, las aseveraciones de Villanueva deben ser primero corroboradas, lo que sí ha quedado en evidencia es que tenemos un sistema de justicia débil, en el mejor de los casos, y corrupto, en el peor.

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