[OPINIÓN] Jaime Bedoya: El berrinche del bebé guerrero. (Midjourney/Perú21)
[OPINIÓN] Jaime Bedoya: El berrinche del bebé guerrero. (Midjourney/Perú21)

Un hombre hecho y derecho de 40 años, padre de cinco hijos con cuatro distintas mujeres, decide poner su nuevo trabajo en riesgo. Desconoce un contrato argumentando amenazas contra su mamá.

Dicho contrato fue anunciado públicamente y celebrado por él mismo mostrando sonriente su nueva filiación profesional. En este nuevo acuerdo, sus honorarios mensuales están alrededor de los 130 mil dólares mensuales. Casi 500 sueldos mínimos cada fin de mes. Incluye el alquiler de una casa por 8 mil dólares, así como un auto blindado. Ese dinero, además, debería alcanzar para un cerco eléctrico, seguridad, un silbato, etc.

En un inicio, la Policía desconoce esas amenazas y sostiene que no existe denuncia al respecto. Cuando la amenaza se empieza a desinflar, el propio protagonista desliza que en realidad el problema es que su pareja extranjera no está muy entusiasmada con esa mudanza. Es complicado: supone dejar Río de Janeiro por Trujillo.

Entonces, interviene un factor recurrente en la vida de esta persona: la opinión de su mamá. Esta declara en público e incluso funge de anfitriona entre su hijo y los nuevos empleadores. El protagonista de esta historia, debe recordarse, tiene 40 años y cinco hijos.

Como es una figura pública y las figuras públicas se convierten en marcas, el caso se transforma en un hecho de supuesto interés nacional. La noticia de sus idas y venidas, y lo que dice la mamá, amerita drones y transmisión en vivo teñidas de falsa urgencia.

En realidad, más que una noticia propiamente dicha, es la historia menor de un capricho. Antes que un caso de interés nacional, es un asunto de curiosidad nacional.

¿Cómo así un hombre de 40 años desarrolla tamaño punto ciego respecto a sus responsabilidades? La gravitación de la mamá le agrega un inquietante componente psicológico al dilema.

Este es el caso de Paolo Guerrero, el cuarentón con alma de niño. El penoso melodrama de su pataleta es el iceberg mayor de la melcocha psicológica que arrastra el futbolista peruano. Esa tara profundamente embebida dispara mecanismos irracionales, casi una maldición existencial, en donde el autosabotaje se muestra con la misma arrogancia que el pavo real muestra sus plumas. Paolo, a sus cuarenta años, parecía de cinco.

El talento deportivo de Guerrero lo sacó a él, a su familia, y a su mamá, de la pobreza. Fue un camino que debió hacerse en el extranjero, ya que el carenciado fútbol peruano no lo facilitaba. Gracias a su propio esfuerzo Paolo ahora mantiene con su fútbol por lo menos media docena o más de familias, incluyendo a las cuatro señoras madres de sus hijos, zánganos y parásitos.

De todas las versiones dadas para romper este contrato, la más sólida y verosímil –a pesar de la extemporánea captura de presuntos extorsionadores– es el malestar de su actual pareja brasilera por tener que mudarse a Trujillo. Chan Chan es una maravilla, la gente trujillana es encantadora y cálida, en el Squalo se comen los mejores pescados y mariscos de todo el Perú, pero es duro tener que comparar el abandono desolador de Huanchaco con la vibra de Río.

Al mismo tiempo, Río tampoco es Oslo. Es violenta e insegura, pero espectacularmente hermosa. En ambos lugares te pueden asaltar, pero es otra la vista al mar. Paolo será engreído, pero nunca sonso, y estaba perfectamente atento al sabio refrán de happy wife, happy life. Esta armonía parece haber quedado en entredicho ahora, entrampada entre el fútbol, la Ciudad de la Eterna Primavera, y, cómo no, Doña Peta.

Otro factor que debe haber influenciado inconscientemente esta urgencia por desconocer un compromiso puede haber sido el tener que asumir que la familia Acuña se convierta en uno de los ejes de tu futuro. Eso suena traumático.

Con la campaña presidencial de algún Acuña en el horizonte, el que dé la talla digamos, la millonaria contratación de un futbolista en trance de retiro adquiere sentido: esto no es fútbol, es estrategia electoral que se construirá a punta de selfis y goles.

Este es el clan del patriarca que se levanta estatuas a sí mismo. Y el que cultiva la verticalidad de un imperio económico familiar con un lema que asusta y alegra a la vez:

Una persona es feliz cuando logra su felicidad.

Paolo, es hora de ser adulto y de ser feliz. Ponte a hacer goles y multiplicarás la alegría de esos niños que viven en el terral que rodea el lugar donde ahora entrenas. Ellos quieren ser como tú. El fútbol da revanchas y da redenciones como cancha.

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