"Lo que hoy el Perú vive es justamente un proceso de destrucción de la democracia".
"Lo que hoy el Perú vive es justamente un proceso de destrucción de la democracia".

Cuando repetimos lo que escuchamos, sobre todo de fuentes irresponsables y personas ignorantes, la posibilidad de desnaturalizar una virtud social tan importante como es la verdad (hermana inalienable de la justicia) es enorme. Uno de los conceptos que más escucho en los discursos políticos y sociales es el de democracia. Democracia esto, democracia lo otro.

Sin embargo, lo que hoy el Perú vive es justamente un proceso de destrucción de la democracia.

La infame Ley Mordaza, que se ha tratado de colar en nuestro ordenamiento, es solo uno de los tantos hechos que se suman a la búsqueda del control absoluto que se quiere hacer de todas las instituciones, las que deben mantenerse firmes en un modelo democrático. Controlar el Congreso, pactando con el Ejecutivo; controlar el Tribunal Constitucional, sumándolo a la Defensoría del Pueblo, en alianza con el Ministerio Público y los organismos locales, no es otra cosa que la búsqueda encarnada del control absoluto del poder. Porque en todos lados, el poder es dinero y en el Perú con más descaro aún.

Ver pactar públicamente, de propia voz y tinta, a Keiko Fujimori con Dina Boluarte no es otra cosa que la evidencia absoluta del deseo natural de una de retomar esa corriente dictatorial que lleva en el apellido, y del deseo natural de supervivencia en el efímero poder que da Palacio, de la otra. Y ambas viven su día a día, bajo la sombra amenazante del presidio.

La independencia de poderes, el equilibrio en los mismos, el sistema de pesos y contrapesos y una prensa independiente (y veraz) son condiciones sine qua non para que cualquier república democrática se preste mínimamente de serlo.

Desnudemos de una vez por todas a quienes están en contra de la democracia, la verdadera, y reconozcamos públicamente a quienes, además de traficar con el poder y mercantilizar el Estado, son partidarios absolutos de los totalitarismos. Así por lo menos, podremos identificarnos en la lucha fratricida que libramos diariamente.