A la dificultad y la oscuridad hay que oponer sensatez respecto a la dirección y terquedad en el empeño. A nivel personal o colectivo, es lo único que puede fructificar.(Foto: jorge.cerdan/@photo.gec)
A la dificultad y la oscuridad hay que oponer sensatez respecto a la dirección y terquedad en el empeño. A nivel personal o colectivo, es lo único que puede fructificar.(Foto: jorge.cerdan/@photo.gec)

No había terminado de deglutir mi indignación por los 92 congresistas que aprobaron por insistencia el reingreso a la carrera pública magisterial de los profesores cesados por no haber desaprobado o no dado la evaluación, cuando las noticias de Pataz me hicieron recordar otro regalito de 74 parlamentarios de apenas hace unas semanas que derogó el decreto legislativo que permitía a la PNP actuar cuando personas con inscripción suspendida en el Registro Integral de Formalización Minera (Reinfo) tuvieran ilegalmente explosivos.

Para agregar ají a la gastritis, en el asunto de los reloxes, el laborioso empeño de antaño transmutó a un extrañísimo préstamo. Y todo discurre mientras la Comisión de Ética del Congreso blinda lo que sea, demostrando que no es estética, pero está de adorno, y el Congreso recorta plazos de prescripción, para la colaboración eficaz, etcétera.

Todo este cambalache de favores indignos, que nos reducen posibilidades de desarrollo en un mundo cada vez más competitivo y tecnificado, hace que uno piense que Enrique Santos Discépolo, más que compositor de tangos geniales como Cambalache era en realidad futurólogo de precisión aguda. A la letra me remito, por si los más chiquillos no conocen esta joya de sabiduría a la cual habría que cambiarle como mucho una palabra: siglo veinte por veintiuno.

“Que el mundo fue y será una porquería ya lo sé. ¡En el quinientos seis y en el dos mil también!

Que siempre ha habido chorros, maquiavelos y estafaos, contentos y amargaos, valores y dublé… Pero que el siglo veinte es un despliegue de maldá insolente, ya no hay quien lo niegue.Vivimos revolcaos en un merengue y en un mismo lodo todos manoseaos...

¡Hoy resulta que es lo mismo ser derecho que traidor! ¡Ignorante, sabio o chorro, generoso o estafador! ¡Todo es igual! ¡Nada es mejor! ¡Lo mismo un burro que un gran profesor!

No hay aplazaos ni escalafón, los inmorales nos han igualao. Si uno vive en la impostura y otro roba en su ambición, ¡da lo mismo que sea cura, colchonero, rey de bastos, caradura o polizón! ¡Qué falta de respeto, qué atropello a la razón! ¡Cualquiera es un señor! ¡Cualquiera es un ladrón!

Mezclao con Stavisky va Don Bosco y “La Mignón”, Don Chicho y Napoleón, Carnera y San Martín.

Igual que en la vidriera irrespetuosa de los cambalaches se ha mezclao la vida, y herida por un sable sin remaches ves llorar la Biblia contra un calefón.

¡Siglo veinte, cambalache problemático y febril! ¡El que no llora no mama y el que no afana es un gil! ¡Dale nomás! ¡Dale que va! ¡Que allá en el horno nos vamo a encontrar!

¡No pienses más, sentate a un lao, que a nadie importa si naciste honrao!

Es lo mismo el que labura noche y día como un buey, que el que vive de los otros, que el que mata, que el que cura o está fuera de la ley”.

Que esta composición sea de 1934 y provoque cantarla hoy a voz en cuello para canalizar la indignación acumulada (Gardel o Serrat son versiones extraordinarias), no deja de enseñarnos que las crisis morales e institucionales no son cosa nueva. Estamos en una etapa muy dura, sin luz clara respecto a cómo saldremos de este embrollo, pero de peores situaciones hemos salido. Eso sí, se requiere que la gente sensata y de buena intención deje de polarizar y aúne esfuerzos para pensar qué reformas mínimas se le pueden sacar a este periodo MIMI y qué necesitamos exigirle a los que vienen después, con detalle, porque ya deberíamos aprender que nos estafan a la primera oportunidad que se presenta.

A la dificultad y la oscuridad hay que oponer sensatez respecto a la dirección y terquedad en el empeño. A nivel personal o colectivo, es lo único que puede fructificar.