“Es evidente el uso político que se da a estos topes, por lo que si no se deroga la norma seguirá constituyendo una espada de Damocles al Gobierno de turno”. (Foto de SAUL LOEB / AFP)
“Es evidente el uso político que se da a estos topes, por lo que si no se deroga la norma seguirá constituyendo una espada de Damocles al Gobierno de turno”. (Foto de SAUL LOEB / AFP)

El “techo de la deuda” es una norma extraña que tiene EE.UU. desde 1917, que pone un tope a la deuda total del Gobierno, limitando que tome nueva deuda para financiar gastos aprobados previamente por el Congreso, al que tiene que pedir autorización para ampliarlo si se excede en cualquier momento. Desde 1960 estos límites se han excedido 78 veces. La norma contribuye a generar batallas políticas cada vez más intensas por la gran polarización en EE.UU. Durante el gobierno de Trump se elevó el límite tres veces y se suspendió dos, teniéndola fácil en comparación a Obama, que se vio forzado a cerrar las oficinas gubernamentales por dos semanas en 2013.

Evidentemente, un posible impago de la deuda, aunque se revirtiera en pocos días, generaría grandes tensiones en el sistema financiero y el comercio internacional. Siendo los bonos del tesoro americano el activo considerado libre de riesgo, sus precios caerían afectando los precios del resto de activos, impactando los mercados bursátiles y ocasionando una fuerte devaluación del dólar y pérdida de credibilidad en el Gobierno americano. Se podría producir un caos financiero que contraiga el crédito y el consumo, llevando a una recesión a la economía mundial. Esto se daría en el contexto en el que China y otros países están pensando seriamente en crear una moneda alternativa al dólar, lo que se aceleraría si se pone en duda la fiabilidad de este como moneda de intercambio y reserva. Y eso podría ocurrir si no se llega a un pronto acuerdo sobre el tope de la deuda.

Considerando el rol hegemónico del dólar y el gran peso de EE.UU. en la economía mundial, una cesación de pagos (default) sería muy nociva para todos, por lo que los mercados anticipan que se logrará un acuerdo, como siempre ha ocurrido. Pero no tiene que ser así necesariamente. El límite actual se alcanzó el 19 de enero y el Gobierno ha tomado medidas extraordinarias para cumplir sus obligaciones, pero se especula que podría tener que implementar acciones más drásticas a partir de inicios de junio si no logra convencer al Congreso.

Tener un tope al endeudamiento fuera de la aprobación presupuestal, resulta bastante anacrónico considerando que en dicho ejercicio se aprueban los ingresos y gastos y de haber un faltante el Gobierno lo tendría que cubrir con deuda inevitablemente. El límite de endeudamiento debe manejarse dentro de la discusión presupuestal ya que es allí donde se evidencia la posibilidad de que se exceda en el año en curso. Es evidente el uso político que se da a estos topes, por lo que si no se deroga la norma seguirá constituyendo una espada de Damocles al gobierno de turno en EE.UU. Mientras tanto a cruzar los dedos para que acuerden aumentarlo o suspenderlo antes de que sea muy tarde.

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