[OPINIÓN] César Luna Victoria: “¿Qué es la vida? Una ilusión, una ficción”. (Midjourney/Perú21)
[OPINIÓN] César Luna Victoria: “¿Qué es la vida? Una ilusión, una ficción”. (Midjourney/Perú21)

María Bolaño es la profesora, entra al salón de clase que es un paraninfo, como teatro griego. Pisa la tarima y cruje, repite y cruje. Me gusta el sonido de lo decadente, dice, pero nadie ríe. Mal comienzo para sus clases de filosofía. Se repone y propone un trato a sus estudiantes. ¿De qué color es esta carpeta? Verde. Pues esperemos que alguien llegue tarde y, cuando pregunte, ustedes dirán que es roja. Lo convenido, cada uno responde roja, roja, roja. Pol Rubio, que es el que ha llegado tarde, sonríe de puros nervios, mira a todos lados pidiendo ayuda, o explicaciones, pero termina respondiendo, roja. Ahora sí, todos ríen. Está claro que la carpeta es verde, pero ustedes han sido testigos de la debilidad del ser humano cuando está sometido a la presión ambiental, concluye Bolaño. Sabía que era un juego, la carpeta es verde, se justifica Rubio. Ya, pero, como todos decían roja, usted ha dicho roja, replica Bolaño. Luego explica que Nietzsche divide a las personas entre las fuertes que siguen sus propios deseos y las débiles que siguen los deseos de los demás, que hacen lo que les dicen. Luego consuela a Rubio: no se preocupe, es pan de todos los días, somos sumisos, acabamos admitiendo las ideas de la mayoría. Cita a Kant: el hombre es el único animal que necesita un amo para vivir (Merlí: sapere aude, Movistar+).

Guernica es un pueblo vasco de España. La aviación nazi lo bombardeó en apoyo de los nacionales, en la guerra civil española. En su memoria, Pablo Picasso pintó su obra maestra, en blanco, negro y tonos de grises, mostrando cuerpos mutilados, espanto, angustia y llanto. Así de brutal sería la dictadura que impusieron los nacionales cuando ganaron la guerra. Lo que no se dice es que los republicanos, el bando que perdió el poder y la guerra, cuyos nietos ahora gobiernan España, también bombardearon a Tetuán, cuando era la capital de la España africana, barriendo mezquitas; a Cabra, en Córdoba, barriendo iglesias; y a otros pueblos más. La guerra civil española no solo fue un choque entre ideologías y planes de gobierno. También fue un ajuste de enemistades entre vecinos, entre patronos y obreros, entre curas y anarquistas, entre poetas y matones, entre políticos y periodistas. Fue la excusa perfecta para liquidar enemigos (Arturo Pérez Reverte). Cien años después, el dolor sigue, porque, para aliviar penas del alma, para reparar daños, para apagar odios, para dejar en paz a tantos muertos, lo primero es la verdad. Y viene difícil porque hay quienes se apoderan de la historia y cuentan solo una parte, para convencernos de que, aunque la carpeta sea verde, hay que seguir viéndola roja.

Por estos barrios también tenemos pleitos pendientes, aumentando. ¿Recuerdan a Silvana Buscaglia? Le metió una cachetada a un policía que le dejó un moretón en el labio, pequeño, casi un lunar. Lo aparatoso fue la agresión verbal, porque Buscaglia descargó todos sus prejuicios. Seis años de cárcel, Humala la indultó, pero la señora ya se había comido susto y vergüenza. En cambio, en las protestas de verano a la Policía le llovieron piedras que mataban, pero nadie fue a cárcel, porque para la ley no basta con querer hacer daño, tienes que hacerlo, tiene que haber sangre. Amparados en esa impunidad, se sembró caos y la Policía, mal preparada y más asustada que otra cosa, disparó a matar. Son homicidios negligentes o malintencionados, si cabe, pero no asesinatos. La sutileza del lenguaje no cambia el crimen, tampoco alivia el dolor, pero distorsiona la verdad. Por eso el estribillo de Dina asesina que se grita a la presidente no ayuda. Sirve para desprestigiarla, que es lo que se quiere, porque el pleito es político, porque no gustan los pactos que ha hecho la presidenta para sobrevivir, como todos los presidentes del mundo. La presidenta tiene culpa en eso, porque hay cada pacto que violenta el sentido común. Entonces habrá que debatir eso. Pero, para entendernos, habrá que reconocer que la carpeta es verde, que no es roja, aunque lo digan muchos.

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Fernando Rospigliosi

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