Una escalada de tensiones marca la toma de posesión de un quinto mandato de Vladimir Putin como presidente de la Federación de Rusia. Luego de 24 años en el poder, la principal figura política del país alcanza más del 87% de los votos en las elecciones del 17 de marzo. La ceremonia de investidura este martes, calificada como “fastuosa” por algunos medios de prensa, destaca por la ausencia de líderes europeos y de Estados Unidos. Aparte de los cuestionamientos a la legitimidad del proceso electoral, un lenguaje beligerante carga el ambiente europeo.

La semana pasada, el presidente Emmanuel Macron reafirma que Francia no descarta el envío de tropas a Ucrania, si los rusos rompen las líneas del frente y Kiev lo solicita. Asume como objetivo estratégico que Rusia no gane la guerra. Argumenta que, si llegase a triunfar, Europa no tendrá seguridad, porque nada indica que el avance ruso a occidente se detendrá ahí. El mandatario galo alerta sobre la vulnerabilidad de países como Lituania, Moldavia, Polonia y Rumania.

Pocos días después, el ministro de Asuntos Exteriores del Reino Unido, David Cameron, anuncia la entrega de un paquete de ayuda a Ucrania, consistente en más de tres mil millones de dólares anuales, por el tiempo que sea necesario. Además, indica que es decisión de ese país determinar cómo empleará las armas británicas en su posesión, insistiendo que tiene el derecho de apuntar a objetivos en el territorio ruso. En Moscú se interpreta que los dichos involucran de facto al Reino Unido en el conflicto. Como consecuencia, este lunes emite la siguiente advertencia por medios oficiales: si se emplean armas británicas en un ataque ucraniano a territorio ruso, cualquier base o equipo militar británico en Ucrania, o el exterior, podría ser un objetivo. El mensaje no viene en solitario.

Para el Kremlin, las declaraciones de Macron y de Cameron configuran una “provocación” que, aparte del intercambio de amenazas, tiene como respuesta el mismo lunes 6, el anuncio de un ejercicio militar con armas nucleares tácticas. Según el ministerio de Defensa, el entrenamiento tiene el propósito de asegurar de manera incondicional la integridad territorial y soberanía del estado ruso. Bielorrusia se suma a la iniciativa al día siguiente, mientras se profundizan las divisiones con occidente.

Esta misma semana se anuncia la expulsión del agregado de defensa ruso en Londres, sindicado como oficial de inteligencia militar. Además, se notifica la cancelación del status diplomático de instalaciones rusas que siguen un patrón de “actividad maligna” perpetrada sobre Europa y el Reino Unido. Por su parte, Alemania llama a consultas a su embajador en Rusia luego de acusar a ese país de librar un ciberataque el año pasado en contra del gobernante partido socialdemócrata. Téngase en cuenta también que los germanos inician hace un mes el despliegue de un contingente militar permanente en Lituania, con el objeto de asegurar el frente oriental de la OTAN. Desde otro ángulo, Bélgica sondea una aparente intervención rusa en las elecciones de la Unión Europea. Últimamente, Ucrania acusa el “chantaje nuclear”, mientras que Washington imputa la irresponsabilidad rusa por anunciar la citada maniobra militar.

En este entorno de amenazas, represalias y guerra, Vladimir Putin se mantiene incólume. A lo largo de 10 años de conflicto en Ucrania ha sabido mantener a Europa y Estados Unidos al margen. Conoce el juego político y estratégico. Formula respuestas altisonantes para mantener a sus opositores a raya. Además, cuenta con los medios para respaldar la vocería, lidera el país con el arsenal nuclear más grande del planeta. Nada asusta más en Europa que un potencial empleo de armas de destrucción masiva. A nadie le conviene una conflagración abierta y el jerarca ruso lo sabe. El conflicto es con Ucrania, pero también con occidente. Prefiere marchar de a poco, así alcanzará sus objetivos. Este jueves aprovecha el discurso con motivo del Día de la Victoria para señalar que no permitirá que nadie amenace a Rusia. En las imágenes transmitidas desde la Plaza Roja, es posible apreciar que el jerarca ruso, con muy poco esfuerzo, apenas levanta la ceja izquierda para señalar que “nuestras fuerzas estratégicas (nucleares) están siempre listas para el combate”.