(Foto: EFE/ Paolo Aguilar)
(Foto: EFE/ Paolo Aguilar)

Hay empates que se resuelven a patadas. Los del fútbol, por ejemplo. El empate se desempata en tanda de penales. No siempre fue así. Hubo un tiempo en que ganaba el equipo que metiese el primer gol en el tiempo suplementario. Se le llamó el “gol de oro”. En otro tiempo, los penales no eran tiros libres desde un punto a 12 pasos del arco. La novedad era que el jugador partía del mediocampo con dirección al arco contrario y que el arquero podía salir a cortarle camino. Una batalla entre jugador y arquero mucho más agónica que un simple disparo. A veces, si no se quería hacer tanto lío, un sorteo era suficiente. Pero, de un modo u otro, el desempate se tiene que resolver porque solo puede haber un ganador, porque allí acaba la cosa, porque no hay un después.

Pero hay otras circunstancias en las que el empate es solo un episodio, hay siempre un después, hay toda una vida por delante. El caso típico es el de la familia. En cualquier decisión relevante hay empate si papá y mamá no están de acuerdo. Por ejemplo, en qué colegio matricular a los chicos. A papá le gusta uno y a mamá otro. El desempate no se puede resolver a patadas ni con sorteo. Saber que tienen un futuro común obliga a evaluar pros y contras. Elegir este colegio o el otro tampoco determina un ganador. Al final importa más cómo aprendemos a encontrar juntos la mejor solución. Ese aprendizaje es el que nos va preparando a resolver problemas futuros más grandes y más graves.

En estas elecciones técnicamente hay empate. Lo que pase la semana que falta cambiará poco esa situación estructural. Quien gane las elecciones será por muy poco. Ese poco le dará la Presidencia y le alcanzará para nombrar a algunos ministros y a otros funcionarios claves. Pero eso no define el futuro del país. Quien gane no habrá ganado y quien pierda no habrá perdido, porque nos vamos a necesitar entre todos. Quien gane no podrá hacer lo que quiera, no podrá imponer a su antojo lo que le parezca. Si lo hace, la otra mitad se opondrá y se desatarán turbulencias sociales. Para que tenga éxito se necesitará convencer a esa otra mitad, para que se comprometa a apoyarla.

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La última semana está siempre llena de estrés. Para ganar se justificarán las falsas noticias, las calumnias y los chantajes. Pero será fatal sembrar odios que separan. Sin embargo, a pesar de lo polarizado de esta campaña electoral, en el cierre se deben construir puentes, para cruzarlos después, gane quien gane, para poder encontrarnos, para construir juntos el país que queremos.

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