Industria de estructuras metálicas creció 48% en marzo. (Foto: GEC)
Industria de estructuras metálicas creció 48% en marzo. (Foto: GEC)

En su artículo “El Perú en un vaso de agua”, Diego Macera nos obliga a recordar que tenemos un entorno macroeconómico envidiable, que permite resistir choques externos, y recursos naturales que atraen inversionistas, pero nos abrumamos con problemas fáciles de resolver. Morimos asfixiados en trámites numerosos e inútiles.

Cuando una delegación de empresarios argentinos supo que Perú era una economía abierta con acuerdos comerciales, vieron la oportunidad de invertir, asociándose con empresas locales. Dicen que un país es competitivo cuando atrae talento e inversión. Argentina quiere captar capital y de Venezuela atraemos talento. Para argentinos y venezolanos, Perú es competitivo. Sin embargo, tenemos deficiencias que nos restan capacidad para crecer.

En la Cumbre Empresarial de la Alianza del Pacífico, escuchamos consejos: la educación nunca termina. Y ante la automatización, los jóvenes tendrán que idear sus empleos.

Estado y empresa deben ir de la mano; Taiwán es emblemático.
La velocidad a la que avanza la tecnología nos obliga a mirar siempre adelante (no más proyecciones con datos pasados). Planificar es ahora un ejercicio de imaginación; no refleja el presente ni se sabe cómo vendrá el futuro.

La Tecnología cierra brechas: facilita la transparencia en el Estado, ayuda a educar y da acceso a las atenciones en salud. Si no cambiamos, la brecha entre aquellos que acceden a tecnología y los que no, seguirá aumentando. Y la desigualdad trae descontento y demasiados riesgos.

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