(Marcelo Hernandez/Getty Images)
(Marcelo Hernandez/Getty Images)

A diferencia de muchos, con relación al manejo de la emergencia sanitaria que casi todos aplauden, veo, en lenguaje de evaluación profesional de millenial, “grandes oportunidades de mejora”.

El único, o al menos el más feliz, debe ser el fiscal Pérez: todos estamos a milímetros del arresto domiciliario generalizado.

Sin embargo, un problema debe estresarlo: ¿qué es esto de que la máxima autoridad del país ordene el aislamiento, tenga el apoyo de la Policía y el Ejército y no sea capaz de mantener a la gente en sus casas? La actitud desafiante es inaceptable y atenta contra la democracia. Sin importar lo que se piense, la medida ha sido dada con base constitucional y pensando en el bien común; por tanto, debe ser acatada.

Una parte importante del problema es la falta de información científica sobre el virus y sobre las medidas precisas requeridas para enfrentarlo: ni exageradas, ni insuficientes.

Estas han ido cambiando y la mascarilla, antes no recomendable, resulta ahora indispensable hasta en medio del desierto. Lo mismo con los guantes: ¿son mejores que el agua y jabón?

Hasta hace poco, se pensaba que las partículas eran pesadas y caían rápidamente; hoy dicen que son microscópicas y quedan flotando en el aire por horas.

Llegará un punto en que la situación económica nos empujará de vuelta al trabajo. Para que ello sea posible, si no hay vacunas o curas, tendremos que asumir protocolos que solo funcionarán si sabemos cómo se comporta el virus.

Debemos darle una oportunidad a la ciencia; si no fue antes, meditémoslo ahora que hemos sido obligados a robarle unas horas a la gastronomía.