Este 2019 fue un mal año para la economía mundial y no se espera una gran mejoría en 2020. Solo crecerá 2.5%, según la Cepal, el registro más bajo en diez años. En simultáneo, la deuda de familias, empresas y gobiernos crece más que la economía. Peor aún, los precios de las materias primas cayeron 5.9% en 2019; y los de los metales, 1.7%.

Es fácil concluir que América Latina también se desacelera. Entre 2014 y 2019, el PBI por habitante cayó 4%. Como consecuencia del comportamiento de la economía global, las exportaciones crecieron 4.3%, 2.6% y 0.6% en 2017, 2018 y 2019. Y ese es un motor del crecimiento regional. En 2019, la región caerá 0.1%. De los 20 países latinoamericanos, 12 crecieron menos de 1%; la proyección para 2020 es 1.3%. Perú solo lo haría entre 3% y 3.2%.

El problema de la desaceleración es regional. Si revisamos la historia económica de América Latina, hallamos que cada vez que la economía global camina bien, la región toma el mismo rumbo. Esto no quita que los problemas internos de cada país aporten a profundizar los vientos en contra desde el exterior. La incertidumbre política, la ausencia de reformas y un entorno económico externo desfavorable serán la combinación que determinará el lento crecimiento, en especial del Perú.

Recordemos que hasta el primer trimestre se proyectó más de 4% de crecimiento y el resultado ha sido cercano a 2%. ¿Qué podemos pensar hoy, que se proyecta 3% o un poco más para 2020? La estabilidad monetaria, la baja deuda pública, la disciplina fiscal sin duda suman; son como los cimientos de una casa. Debemos construir la casa. La economía no es un acto de fe ni magia. Hay que hacer cosas para enfrentar la situación.

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