No olvidemos que aún convivimos con el COVID-19.
No olvidemos que aún convivimos con el COVID-19.

Juan Villena, Infectólogo

Han transcurrido nueve meses desde que se hiciera presente en Wuhan, China. Y sigue dañando a la humanidad. Es el virus que más estragos ha ocasionado en el presente siglo, y no solo desde el punto de vista de la salud, sino también social, educativo, laboral, turístico; ha afectado la economía mundial.

Lo que inicialmente se interpretó como una enfermedad respiratoria común ha terminado siendo una patología multisistémica que compromete muchos órganos y hace muy complicado su manejo terapéutico.

Se trata, pues, del coronavirus SARS2 (Síndrome Agudo Respiratorio Severo), que ocasiona la llamada COVID-19 (enfermedad por coronavirus 2019), virus RNA que en su superficie tiene unas espículas que le dan el aspecto de corona y le sirven para unirse a un receptor específico, el ECA2 (enzima convertidora de angiotensina 2), que está en la superficie de las células de diversos tejidos, lo cual explica, en parte, la afectación multisistémica que produce.

Desde que ingresa por la vía respiratoria, afecta la mucosa nasal y faríngea, produciendo cuadro de resfrío ligero, algo de dolor de garganta y posteriormente pérdida del sentido del gusto y del olfato, alza térmica, progresando la infección hacia la afección pulmonar, condicionando la presencia de tos seca, ocasionalmente productiva y especialmente con dificultad respiratoria. Sin embargo, ocasionalmente puede iniciar con síntomas digestivos, dolor abdominal, deposiciones diarreicas, o con síntomas cardiovasculares, dolor precordial, sensación de latidos, incluso infarto miocárdico, o con compromiso urinario, insuficiencia renal que requiere diálisis, afectación del sistema nervioso central, como los casos que presentan hemorragia o infarto cerebral o incluso la anosmia y ageusia que mencionáramos. A este compromiso tan difuso se agregan dos fenómenos bien caracterizados, que son la tormenta de citoquinas, por un lado, proceso de descontrol inflamatorio que afecta fundamentalmente los pulmones y, por otro, la generación de trombosis, como se evidenciaran desde las primeras autopsias realizadas en pacientes fallecidos por esta patología. Trombosis en diferentes órganos y tejidos, que junto con el proceso inflamatorio, cuando afectan a los pulmones, son los verdaderos condicionantes de la evolución desfavorable de los pacientes hacia la insuficiencia respiratoria y el requerimiento, muchas veces, de ventilación mecánica, más que la neumonía propiamente dicha. Por esta razón, actualmente, la piedra angular del tratamiento la conforman el apoyo ventilatorio, los corticoides y los anticoagulantes.

Como sabemos, alrededor de 8 de cada 10 personas afectadas por el virus evolucionan bastante bien y no requieren ninguna droga adicional, lo cual, como es de esperar, dificulta la apreciación de los beneficios de algún fármaco no aprobado, y que pueda interpretarse la evolución favorable como dependiente de dicho fármaco.

Por otro lado, cabe mencionar la utilidad de las pruebas de laboratorio que se efectúan contra la enfermedad. Como sabemos, estas son de dos tipos. Las pruebas moleculares o genómicas son más útiles para el diagnóstico temprano y determinar aislamiento del paciente. En tanto que las serológicas, más bien, son útiles para definir quiénes tuvieron la enfermedad y ya no es necesario aislarlos, e incluso quiénes podrían no ser vacunados.

Por lo que hemos vivido, podemos señalar fehacientemente que estamos ante un descenso real de la infección y de la mortalidad por el virus, lo cual no debe llevarnos a relajar las medidas de precaución: distanciamiento social, empleo adecuado de mascarillas, lavado de manos; pues, de lo contrario, se producirá inevitablemente una segunda ola de infección. Problemas serios como el transporte público, la concurrencia a sitios con exceso de personas, las reuniones sociales, actividades públicas en ambientes cerrados conllevan el riesgo de trasmisión del virus; por ello será necesario que tanto empresarios como trabajadores y el público en general mantengan estrictamente las medidas de precaución. El Estado debe adoptar medidas ingeniosas que abonen en favor de la protección de las personas y se minimice el riesgo. Los llamados protocolos deben elaborarse cuidadosamente y cumplirse escrupulosamente; y de ser necesario, establecer medidas que se apliquen a los infractores, teniendo en cuenta que es un problema de salud pública.



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