(Foto: Cesar Campos / @photo.gec)
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El susto de la noche del martes debería servir para que los peruanos volvamos a poner pies sobre la tierra, y esta vez literalmente.

Hacía tiempo que en Lima no se sentía un temblor de una magnitud tan cercana a la de un terremoto, por lo que a muchos jóvenes quizá les haya tocado enfrentar por primera vez la realidad sísmica del país. Las pérdidas no han sido cuantiosas, pero sí importantes, sobre todo en la zona del epicentro, el distrito de Mala, en la localidad de Chilca, donde, además de los daños materiales, se registró la muerte de un niño de seis años.

Es cierto que ante cada desastre natural lo primero que salta son las frases hechas sobre los cuidados que conviene tener, la calma que se debe observar o, ya pasado el evento, el dolor de las víctimas, superponiendo a menudo el drama inmediato a la palabra de los especialistas, que aconsejan prepararse para lo que podría venir en un futuro no muy lejano.

Sin embargo, en esta oportunidad, más que nunca, es vital escuchar esas voces de alerta y meditar sobre las consecuencias que podría tener un terremoto de gran magnitud en nuestro país.

La Cámara Peruana de la Construcción (Capeco) ha recordado que el 80% de las viviendas en el Perú son “informales” y extremadamente vulnerables a los movimientos telúricos. La conocida cultura de la autoconstrucción que ha sido el dínamo del crecimiento urbano en la capital durante las últimas décadas tiene un “lado B” si la analizamos desde la perspectiva de la seguridad, específicamente aquellas edificaciones familiares levantadas en las empinadas laderas de los cerros limeños.

Esos 40 segundos de terror que se vivieron el martes deberían bastar, por otro lado, para tomar medidas drásticas de prevención, pues los especialistas del Instituto Geofísico del Perú advierten desde hace años que frente a la costa central del país se viene acumulando una deformación tectónica que, al momento de relajarse, podría liberar una energía equivalente a un sismo de 8.5. de magnitud.

La ciudadanía y las autoridades están, pues, a tiempo de prepararse para lo que podría venir en caso de un evento de semejante escala. Tomemos en serio las recomendaciones de los expertos. Un país con la vulnerabilidad sísmica del Perú no puede permitirse la ilusión de dormirse ante una amenaza más que anunciada.


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