"La felicidad correlaciona alto con ser capaz de cerrar las heridas del pasado, reconciliar la historia personal, aprender a tener una visión positiva de la vida a pesar del dolor". (FOTO: GEC)
"La felicidad correlaciona alto con ser capaz de cerrar las heridas del pasado, reconciliar la historia personal, aprender a tener una visión positiva de la vida a pesar del dolor". (FOTO: GEC)

Somos seres bio-psico-espirituales. Si tuviese que ser más específico, tendría que decir: somos seres bioquímicos, psicológicos, sexuales, sociales y espirituales.

Buscamos el placer, pero también buscamos la felicidad y la trascendencia –que son más amplias que el placer–.

Vivimos en una cultura del consumo; la dopamina es el neurotransmisor del placer y se “vende” por todos lados. Es fácil caer en el abuso de placeres fáciles y sin sentido. El placer en sí mismo no es el problema; de hecho, es parte de la felicidad. Pero algo está pasando, porque la depresión va en aumento, las adicciones también y muchos se están deshumanizando.

Quizá una de las grandes confusiones del siglo XXI está en creer que el placer ES la felicidad, como si no hubiese nada más. El otro día leía un texto interesante que listaba algunas diferencias entre el placer y la felicidad: el placer se puede comprar, la felicidad no. El placer es de corta duración, la felicidad es de larga duración. El placer es tangible, la felicidad intangible. El placer es tomar, la felicidad es dar. El placer se puede conseguir con sustancias, la felicidad se alcanza con sentido. El placer se experimenta a solas, la felicidad en relación con otros. Los extremos del placer llevan todos a la adicción, la felicidad no es adictiva. El placer está más asociado a la dopamina, la felicidad a la serotonina. No olvidemos que la depresión está vinculada principalmente al déficit de serotonina. La dopamina en cantidades moderadas es necesaria, pero, cuando se produce en exceso, reduce la serotonina.

Quizá deberíamos hablar de una “dopamina con sentido”, la que se produce, por ejemplo, con esfuerzo, a través del deporte, el trabajo, o al visitar amigos. El comer sin hambre, o el abuso de las redes sociales son ejemplos de dopamina adictiva y sin esfuerzo. Lo mismo con el alcohol en exceso; es un depresor del sistema nervioso.

La felicidad correlaciona alto con ser capaz de cerrar las heridas del pasado, reconciliar la historia personal, aprender a tener una visión positiva de la vida a pesar del dolor, tener un buen equilibrio entre corazón y cabeza, saber valorar las cosas que uno tiene y las que uno ha conseguido, ser agradecido, y tener la capacidad de apreciar las pequeñas alegrías y placeres de la vida cotidiana.

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Percy Medina