Tomo el nombre de un viejo programa de ciencias de Ricardo Morán para titular esta columna sobre la próxima elección. No tiene que ver con Física ni con la Química, pero sí con prueba y error del votante promedio, cuyo resultado dará la conformación del nuevo Congreso de mitad de camino, sin cabeza presidencial que conduzca el tren electoral a destino. En nuestro país no hay partidos, sino, como asegura el sociólogo Carlos Meléndez, “pymes electorales”.

El votante es emocional, lo hace por coyuntura, por indignación, por simpatía, por antipatía, entre otras motivaciones. A diferencia de otros procesos, no hay muchas encuestas, por lo que es precario señalar dónde terminará el voto, pero coincido en que habrá mucho voto viciado. Pero ensayemos algunas percepciones. Acción Popular, con candidatos desconocidos pero vinculado a la figura de Belaunde, prácticamente el único expresidente “sin sello diabólico” Odebrecht.

Por otro lado, contra pronósticos antifujimoristas, Fuerza Popular aparece como segunda depositaria de votos con números no desdeñables.

El Partido Morado, que ha obligado a su líder a salir a hacer campaña, porque no las tienen seguras, podría ser una tercera porción de votantes. Los bulleros y estridentes amarillos (SN) parecería que no la hacen. Mi teoría es que la gente tiene claros los nichos. Vinculan a ese partido con Castañeda, es decir, con municipios; no con Legislativo ni Ejecutivo. Así que más allá de jabones, perfiles psicológicos, presencia mediática, no le veo grandes posibilidades. A los de izquierda en el FA y en JP, o entre los mismos moraditos, los veo muy débiles. En conclusión, la matemática del votante será informal e impredecible como nuestra sociedad. El Apra, por su parte, respirará más tranquilo porque si no pasa la valla, no desaparece y esperará la gran elección de 2021. APP, la única agrupación con plata como cancha, tendrá representación regional, sin duda.