(Foto: Renzo Salazar/GEC)
(Foto: Renzo Salazar/GEC)

Entramos a la segunda quincena de enero y la promesa que el presidente Castillo le hizo a un grupo de periodistas que fueron a visitarlo a Palacio –repetida por sus allegados hasta el cansancio– respecto a que este año empezaría a dar entrevistas y conferencias a los medios de comunicación, parece diluirse al mismo tiempo y ritmo en que aumentan las interrogantes sobre la conducta ética del jefe de Estado.

¿Conferencias de prensa? No se oye, padre. Mute. Manan. Incluso el ya frondoso cuestionario vigente hasta fines de diciembre, cuando convocó a esa prensa para prometerles transparencia, ha quedado obsoleto, pues deben ya agregarse otras tantas preguntas, igual de preocupantes.

A saber, las reuniones secretas fuera de la agenda oficial que sigue manteniendo en Palacio de Gobierno con ciertos personajes, burlándose una y otra vez de la limpieza que le exige el cargo y el país, o el porqué de la obstinación en colocar a dedo a aliados o amigos en puestos altamente especializados, como es el caso de Daniel Salaverry en Perupetro, sin que ninguno de ellos tenga el perfil técnico adecuado para el cargo.

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Asimismo, la permanencia en sus carteras de ministros que solo restan, como el a estas alturas impresentable Juan Silva en el MTC, impertérrito aliado de las mafias del transporte; un inepto como González Toro en Energía y Minas, que tampoco habla con la prensa “para evitar problemas”, o Anahí Duran, en el Ministerio de la Mujer, que más que defender a sus congéneres, defiende al hombre del sombrero.

Los contratos millonarios que continúan ganando en Petroperú las empresas cuyos dueños fueron a visitarlo a Palacio de Gobierno, con la ayuda determinante de su gerente, que acaba de declarar, muy ufano, que como goza de la total confianza presidencial, no piensa dejar el cargo sino hasta después de que lo haga el mandatario.

Y, por supuesto, la lista de visitantes a la casa de Sarratea y las razones por las cuales las “recomendaciones” de Karelim López pesaron más que cualquiera de las de sus ministros o asesores.

Las interrogantes son muchas, demasiadas y continúan creciendo día a día, pero no hay señales de que Castillo vaya a cumplir su palabra y acceda a sentarse frente a periodistas realmente independientes para someterse a las preguntas que la ciudadanía se hace y cuyas respuestas son más urgentes que nunca.

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