Lima tiene un enorme potencial para convertirse en el nuevo hub regional para las grandes convenciones de negocios. Por su ubicación al centro del continente y el privilegio de ser la única capital de América con vista al mar, se trata de una oportunidad que se cae de madura. Más aún cuando la pieza clave de infraestructura, un centro de convenciones de última generación, es una obra que se desarrolló e inauguró durante el gobierno pasado. Es decir, no hace falta construir, solo poner en funcionamiento.

Sin embargo, este preciadísimo espacio, que debería ser el epicentro de megaeventos corporativos, no es hoy más que un monumento a la inoperancia del Estado. Duro, pero cierto. La inversión de S/534 millones yace semi-inutilizada, sin conformidad de obra, sin autorización de Defensa Civil, se quedó venida a menos.

Sería estéril hablar de la improvisación con que se desarrolló el proyecto en primer lugar. No podemos responsabilizar a las autoridades actuales. Pero sí debemos reclamarles que en casi tres años de gestión no hayan avanzado prácticamente nada en tenerlo operativo. ¡Estamos hablando de un centro con capacidad para 10,000 personas! Este lugar debería estar atrayendo miles de turistas corporativos extranjeros, generando divisas y oportunidades de inversión. ¿Cómo es posible que el Ministerio de Vivienda y Proinversión sean incapaces de concesionarlo y ponerlo en valor?

Esperemos que con el cambio de ministro, cambie también el sentido de urgencia sobre este local. Es hora de desatar el nudo porque esto es una vergüenza. Nos toca, como opinión pública, alzar la voz y exigir resultados antes que otra ciudad se convierta en el centro de las reuniones regionales y tengamos que lamentar otra oportunidad perdida.